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Héctor Bellerín: "Los futbolistas somos los que tendríamos que pagar más impuestos"

Jugador del Barça

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Sant Joan DespíHéctor Bellerín (Barcelona, 1995) se considera un futbolista de izquierdas, a pesar de que muchas veces siente que no se puede identificar plenamente con una posición política, como les pasa a muchos ciudadanos. El defensa catalán es feliz por haber vuelto al Barça y a Barcelona. Llegó el último día del mercado, y para poder vestir de azulgrana aceptó una ficha inferior a los 500.000 euros, tal como ya había hecho el curso pasado para jugar en el Betis. A pesar de tener una de las nóminas más humildes del vestuario, se considera un privilegiado y, a diferencia de muchos deportistas, cree que los que más cobran son los que más tendrían que compartir. Bellerín recibe al ARA rapado —"el mullet se ha marchado", bromea—, con indumentaria corporativa en la parte de arriba y un pantalón de pana holgado en la de abajo.

¿Cómo es aterrizar en un vestuario como el del Barça? ¿Se parece más al del Betis o al del Arsenal?

— Es una mezcla de los dos. El Arsenal es muy multicultural, con jugadores de todas partes. En cambio, en el Betis, muchos eran de habla hispánica y eso hacía que fuera más fácil hacer grupo porque no había tantas diferencias. Por eso digo que es una mezcla de los dos. En el Barça, sin embargo, me he encontrado un vestuario mejor de lo que pensaba.

¿Te gustaría renovar a partir de este verano? Si no hay oferta de ampliación, ¿dónde te gustaría jugar? ¿Tienes alguna propuesta?

— No quiero pensar en eso. Sé que solo tengo un año firmado y lo quiero disfrutar al máximo. Lo valoraré al final de la temporada, pero estoy muy contento aquí, concentrado en los seis meses que quedan de temporada.

¿Es verdad que firmaste por menos de 500.000 euros anuales para volver al Barça?

— Sí. Hoy en día lo que me preocupa es jugar a fútbol al más alto nivel. Tengo la suerte de que hace muchos años que me dedico a esto y estoy en una situación económicamente cómoda que me permite disfrutar de lo que yo quiero. Al final, no necesitamos tanto como nos pensamos y yo vivo una vida muy normal. Mis prioridades no se basan en una cuestión económica.

¿Qué opinas de la ostentación que se hace en el mundo del fútbol? A Cristiano Ronaldo su pareja, Georgina Rodríguez, le acaba de regalar un Bentley que vale centenares de miles de euros. Tú, en cambio, ibas hasta hace poco con un Smart de tu madre.

— Ahora voy con un coche que me ha facilitado el club [ríe]. Estas cosas, esta ostentación, no te hacen feliz. Cuando era joven me dejaba llevar por este tipo de lujos, pero me di cuenta de que estaba muy perdido. Que cada uno haga la suya, pero yo no quiero vivir mi vida así. Siento que las cosas que más feliz me hacen son gratis. Vivimos en un mundo capitalista, muy enfocado en comprar y comprar y tener más y más cosas, pero esto no te lleva a ninguna parte. Si ya tienes un coche, ¿para qué necesitas diez?

¿Te incomoda sentirte partícipe del negocio y la burbuja que supone el fútbol?

— No me incomoda porque yo también he estado en esta posición. Estamos en un ecosistema que no te ayuda a salir de aquí. Llegas joven, entras en un vestuario en el que ves muchas cosas que valen mucho dinero y tú también las quieres tener para sentirte parte de este ambiente. Lo primero que hice cuando aterricé en un vestuario con profesionales fue comprar un necesser Gucci, como tenían muchos de mis compañeros, pero ya hace muchos años que me deshice de él. Entiendo que esto pase porque lo he vivido, pero pienso que los futbolistas estamos perdiendo la relación con el aficionado. Hay muchas cosas que nos separan de la gente, y esto antes no pasaba. Somos muchos los jugadores que venimos de familias humildes, que no teníamos nada. Los futbolistas estamos deshumanizados, en una burbuja. 

Has hablado de la deshumanización del fútbol y el capitalismo. ¿Esto hace que juegues con una pinza en la nariz o que pienses que el fútbol ha perdido autenticidad?

— El fútbol tiene que ser auténtico y para los aficionados, accesible a todo el mundo. Los estamentos también tendrían que pensar en los jugadores, humanizarnos. ¡Al final acabaremos jugando 200 partidos por temporada! Esto también nos estresa y se habla poco de eso, porque tenemos un contrato y lo tenemos que seguir. No diremos que somos esclavos, pero dependemos de lo que piensan las organizaciones. Sí, me podría ir a jugar a un equipo de Segunda Catalana, pero el futbolista lo que quiere es jugar al máximo nivel. Soy crítico con la situación del fútbol moderno porque cada vez hay más distancia con el aficionado de toda la vida.

¿Has mirado el Mundial de Catar? Fuiste muy crítico con la organización por la muerte de 6.500 trabajadores durante las obras. ¿Han faltado mensajes de más futbolistas en este sentido?

— No, no he visto ningún partido. Y sí, han faltado mensajes, pero cada vez me doy más cuenta de que sirven de poco. Yo critiqué el Mundial, pero al final se ha acabado jugando y muchísima gente lo ha mirado. Las palabras no valen para nada si no hay ningún tipo de acción. Nosotros somos trabajadores y si queremos jugar al máximo nivel tenemos que seguir unas normas. Sí que me gustaría ver un poco más de activismo por parte de los jugadores, pero entiendo que también es difícil. 

¿Has convivido con algún futbolista que sea gay o bisexual y que, por miedo, haya aparentado normatividad? ¿Por qué en 2022 todavía no ha habido ningún futbolista o ex futbolista importante que haya salido del armario en público?

— No, con ninguno, y es muy extraño. No he tenido la suerte de compartir vestuario con alguien que haya expresado abiertamente que fuera homosexual o bisexual, ni que fuera solo de puertas adentro en el vestuario. En estos aspectos, el fútbol va muy por detrás, pero también pienso que es una muestra de la sociedad. El fútbol siempre ha sido mucho machista. Hasta finales de los 90 las mujeres no podían estar en los palcos de los estadios. Aunque haya algunos progresos en la sociedad, creo que la figura del futbolista masculino todavía está lejos de ser sana. Con el tema del racismo también vamos por detrás.

Antes del Mundial vimos a muchos jugadores brasileños significarse políticamente. La mayoría con Bolsonaro. ¿Se tienen que meter en temas políticos los futbolistas? ¿Os corresponde?

— Nos corresponde hacer lo que deseemos. El problema es que siempre hemos sido capados a la hora de hacerlo. Hay diferentes puntos de vista: en Brasil, unos estaban con Bolsonaro, los otros con Lula. Es normal que haya diversidad. Mientras uno sea consciente de ello y tolerante, pienso que es sano que haya debate. Los futbolistas nos tenemos que poder posicionar, pero si transmitimos opiniones, tienen que estar fundamentadas. Y me gustaría que fuera desde la compasión y evitando posturas egoístas. 

Muchos de los futbolistas que apoyan a Bolsonaro lo hacen porque, desde la derecha, ofrece una política fiscal más beneficiosa para las grandes fortunas. Otros deportistas fijan su sede fiscal en países como Andorra o Suiza. ¿Te sientes identificado con esto?

— Para nada. Los futbolistas somos las personas que más impuestos tendríamos que pagar. Yo vengo de una familia en la que había meses que teníamos que hacer lo imposible para poder comer. Continúo viviendo con gente así, con amigos, amigos de la familia. Todo el mundo quiere ganar más dinero para estar más cómodo, pero con lo que yo gano creo que tienes que pensar ya no solo en tu entorno, sino en la sociedad, donde hay situaciones muy precarias. Los futbolistas estamos en una posición muy privilegiada. Nos lo hemos trabajado y hemos hecho muchos sacrificios, pero tenemos que ser conscientes de lo que tenemos, de dónde venimos, y tendríamos que ser los primeros en querer ayudar a la estabilidad de nuestra sociedad. Pero entiendo que haya compañeros que puedan pensar diferente. 

Por lo tanto, ¿te consideras un futbolista de izquierdas?

— [Ríe]. Sí. No tengo nada que esconder. Para mí lo más importante es que haya una sociedad que vaya hacia adelante, que quiera compartir y que nos ayudamos los unos a los otros. También es cierto que me siento un poco apolítico porque me cuesta encontrar una afiliación que de verdad cubra todo lo que quiero englobar como persona. 

¿Te gustaría que Catalunya fuera un estado independiente?

— El referéndum me cogió en Londres. Mi opinión sobre este tema es que en el mundo en el que vivimos, tan globalizado, para mí no tiene ningún tipo de sentido poner barreras. Entiendo todos los sentimientos. Yo soy catalán, nací en Catalunya, pero también soy español porque mis padres son de fuera de Catalunya. Defiendo un mundo global en el que todo el mundo sea libre para moverse y sentir lo que quiera.

¿Cómo construyes tu ideología? Prensa, libros, podcasts, redes sociales...

— Me gusta leer la prensa. También escucho la radio cada mañana cuando voy a entrenar. Hablo mucho de política con mi padre y trato de tener conversaciones importantes con mis amigos, y no conversar sobre el tiempo que hace. Me gusta quedar con la gente al atardecer, después de trabajar, y hablar sobre lo que pasa fuera de nuestra burbuja de futbolistas. Quiero saber como vive la gente su día a día. 

¿Haces algún tipo de terapia? ¿Vas al psicólogo?

— Sí, desde hace seis años. Y lo recomiendo, claro. Este estigma ha quedado obsoleto y no tiene sentido. Ha tenido que venir una pandemia para darnos cuenta y todavía hay gente que lo niega. Tienes que estar bien por dentro igual que lo intentamos estar por fuera. Y es un camino que no se acaba nunca, puesto que siempre puedes mejorar. 

Héctor Bellerín, en conversación con el ARA

La moda es parte de tu vida. Hace dos años que no compras ropa nueva. ¿Cómo inicias este proceso?

— Hice el clic cuando me pasé a la dieta vegana. Después fui consciente de cómo me movía, me cambié al coche eléctrico y empecé a reducir plásticos. Todo esto lo fui introduciendo a partir de la gente que conocí cuando cambié de dieta. Lo más difícil fue la ropa, que me encanta. Puede sonar superficial y seguramente lo es, pero para mí está ligada al arte y a mi identidad. Me di cuenta, sin embargo, de que tenía que ser coherente. No podía hacer la vista gorda. Llegó un momento en el que construir mi identidad a través de la ropa no era ni siquiera saludable, así que me quité un peso de encima. De conciencia, pero también de ropa, porque vendí y di mucha. Hoy aprecio mucho más la que tengo.

¿Por qué no era saludable?

— Porque es como una bola de nieve. Es imposible estar a la última. No tiene sentido comprarte una prenda de ropa y ponértela solo una vez. La ropa tiene una funcionalidad más allá de la estética. Te tiene que durar y tienes que tejer una relación con ella. Como aquellos pantalones que te has puesto mil veces y que a pesar de tener agujeros te siguen encantando. Esto es lo que tenemos que hacer con todas las cosas. Antes se estropeaba algo y lo arreglabas. Ahora te compras otro por Amazon. Yo tenía una bici y me costaba más arreglarla que comprar una nueva. Pero yo quería la mía, no necesitaba otra.

Wallapop es tu app preferida, por lo tanto.

— No sabes cuántos amigos he hecho ahí [ríe]. Está muy bien. Quizás esta Navidad tu tía te regala una cosa que no usarás y que alguien más necesita...

Con este discurso, siendo futbolista de primer nivel, es imposible no caer en contradicciones. La camiseta que tienes que llevar, las botas que tienes que llevar...

— Sí, hago lo que puedo. Para no hacer según que, tendría que dejar de ser futbolista. Y si dejo de ser futbolista renuncio a lo que me ha hecho luchar durante tanto tiempo y también a la plataforma que me permite hacer esta entrevista o tener un altavoz. Yo no me tomo muy seriamente, pero a la vez creo que en el mundo del fútbol hacen falta más personas que hablen mi idioma, que reflexionen sobre según qué cosas. Yo siempre intento gastar las botas hasta que se están a punto de romper. Y trato de tomar decisiones personales con conciencia. Por ejemplo, mucha gente me dice: “¿Vas a jugar partidos en avión privado”. ¿Y qué hago si mi equipo juega cada tres días? ¿Viajar en coche y perderme dos?

Pero alguna incoherencia a nivel personal tienes que tener. ¿Tienes un iPhone? ¿Comes jamón? 

— Jamón, no [ríe]. A ver, no soy perfecto. Nadie lo es. Y no hay que serlo. Lo importante es intentar hacer las cosas de la mejor manera, respetar los valores propios. Si un día cojo un coche de gasolina será porque no tengo más remedio. Con uno eléctrico, que tiene una autonomía de 400 kilómetros, quizás me quedo tirado si voy a los Pirineos. Yo lo intento, pero si mi entorno no me deja… Llegará un día en el que habrá suficiente demanda y sí que podré.

¿Es más fácil ser ecofriendly si tienes cierto nivel económico?

— Totalmente. Es un tema de oferta y demanda. Es caro comprarse un filete de carne vegetal en el supermercado porque muy poca gente lo quiere. Pero cuantas más personas lo compren, más accesible serán.

¿Qué serías si no fueras futbolista?

— Algo relacionada con el arte, como la escultura o la fotografía.

¿Vas al cine a menudo? ¿Cuál es la última peli que has visto?

— Cada vez me gusta más el cine, pero ahora hace tiempo que no voy. La última vez fue para ver Alcarràs, que es un peliculón. Y esto fue cuando vivía en Sevilla. Y series y televisión ahora hace tiempo que no miro nada.

¿Eres más de Rosalía o de Manel?

— Soy muy de Rosalía, pero también soy muy de Serrat, por ejemplo. Me gusta mucho la música de nuestra cultura. Combino música contemporánea con música clásica o la que podían escuchar nuestros padres.

¿Cuál es el último libro que has leído?

Matar a un ruiseñor. Creo que es importante leerlo hoy. Ahora estoy leyendo Men who hate women, que habla de las subculturas del machismo, de la desinformación y de la pseudociencia que nos hace necesitar tanto un psicólogo. 

¿Qué propósito o deseo de Fin de Año tiene Héctor Bellerín?

— Ganar la Liga es un buen propósito [ríe].

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