Lamine Yamal, un aviso y una esperanza
La estrella del Barça es también símbolo de una Catalunya en la que, como él, muchos niños son de padre o madre extranjeros
Era el minuto 74 de partido. Lamine Yamal marcaba el séptimo gol contra Georgia en su debut con la selección española y lograba hacer historia por partida doble. El más joven en debutar, el más joven en marcar. Tenía sólo 16 años y 57 días.
"¿Qué selección es ésta?" La pregunta la hacía en redes un pseudoperiodista que actúa de altavoz de la extrema derecha. No era un elogio a la precocidad. No era alegría por la victoria. Era indignación por la celebración del gol: Lamine Yamal abrazado a Nico Williams. Un negro y un musulmán como presente y futuro de la roja.
"Puto moro", "tipo de mierda". Son insultos de la grada del Santiago Bernabéu un año después de aquel partido. Lamine Yamal acababa de marcar el tercero ante el Madrid y bailaba con Balde, uno de sus mejores amigos en el vestuario y que, como él, es catalán de padres nacidos fuera del España.
No es un caso aislado. El fútbol ha sido tradicionalmente un terreno abonado para el racismo, pero este "ellos" y "nosotros", más allá de los insultos, puede dibujarse de muchas maneras.
Sé que la madre de Lamine Yamal es de Guinea Ecuatorial y el padre de Marruecos También sé que el padre de Balde es de Guinea-Bissau y la madre de República Dominicana Lo comentan a veces los narradores y periodistas deportivos. Lo utilizan como una muleta, de la misma manera que pueden decir "el número X del Barça". No se señala, en cambio, el origen de los padres de los jugadores que no tienen la piel oscura. Dani Olmo es de Terrassa, Gavi de Los Palacios y Cubarsí de Estanyol. Sus padres, ni idea. Más allá del racismo abierto, hay actitudes que desde la buena intención separan una línea entre ellos y nosotros. Una idea de lo que significa ser catalán. Es un buen ejemplo también la entrevista que Gerard Romero hizo al padre de Lamine Yamal, Mounir Nasraoui. Cuando este dijo "estaamos contentos y felices" en catalán, Romero soltó "me gusta escuacharte hablar catalán, cabrón". Y Nasraoui replicó "he ido al colegio desde P3. Qué quieres que hable, indio?".
Existe una idea de fondo que recorre desde los prejuicios bienintencionados hasta los insultos racistas. Los negros y los moros son los de afuera. Pero la realidad de los datos indica otra cosa. Y es que Catalunya se asemeja más hoy al vestuario del Barça que al Parlament de Catalunya. La realidad es que negros y musulmanes no están de fuera. La realidad es que Cataluña es también negra y musulmana.
Apellidos catalanes
El año que Lamine Yamal nació, en 2007, 1 de cada 5 recién nacidos era de padres extranjeros, padre o madre. En 2021, el último con datos disponibles, la cifra subía hasta el 37 %.
Por eso tiene toda la lógica estadística que en el Barça jueguen catalanes que se llaman Nasraoui, Balde o Fati. Quizás la pregunta, más bien, es por qué es residual su presencia en el Parlamento, en la cultura mainstream, en televisión o en las redacciones de los medios. También, por qué no decirlo, en este que leéis.
Esto puede tener diferentes lecturas. Una evidente es que existe una correlación entre inmigración y pobreza, y entre pobreza y educación. Los inmigrantes tienen mayor riesgo de pobreza y las personas más pobres tienen menos formación. El deporte salta estas pantallas, escapa a todo esto porque no tiene que ver con estudios, status ni contactos. Un caso paradigmático es Francia, que ha vivido las oleadas migratorias 50 años antes que Catalunya.
El espejo francés
"Es artificial reclutar a jugadores extranjeros y llamarles «la selección de Francia». La mayoría no cantan el himno con fervor o no se saben la letra". Son palabras de Le Pen padre, el fundador del xenófobo Frente Nacional, lamentando que la mayoría de jugadores del combinado nacional fueran hijos de inmigrantes. Poco después, el 12 de julio de 1998, los bleus conseguían por primera vez el Mundial. Ocurrió en el estadio de Saint-Denis, con Zinedine Zidane, hijo de argelinos, como gran estrella. El partido de Le Pen acabó felicitando al jugador, al que definió como "hijo de la Argelia francesa" y el entonces presidente Jacques Chirac celebró el triunfo "de una Francia multicultural y ganadora".
7 años después, las calles de Francia, las mismas que se habían llenado celebrando la victoria, quemaban con los conocidos disturbios de las banlieues del 2005. Jóvenes de barrios como el de Zidane en Marsella, jóvenes que tenían al futbolista francés por un dios, incendiaban vehículos y edificios en un enfrentamiento contra el Estado y la policía que recorrió los suburbios del conjunto del país.
Las Rocafondas
Lamine Yamal reivindica en 304, el código postal de su barrio. "Es siempre la primera identificación con el país que tienen los migrantes y los hijos de migrantes", dice el demógrafo Andreu Domingo. "Primero te apropias del espacio que tienes, el barrio, y después de los demás". También la investigadora Blanca Garcés celebra su conexión con Rocafonda porque da referentes a los jóvenes del barrio, pero pide vigilar con el discurso del éxito. "¿Qué pasa con el primo de Lamine en el barrio? ¿Con la gente que no es futbolista de éxito? No hace falta ser un gran futbolista para merecer formar parte del nosotros".
Formar parte de nosotros, dice Garcés, y es precisamente uno de los peligros que señala Domingo: no reconocer a los Laminas Yamales de Rocafonda, y de todas las Rocafondas de Catalunya, como catalanes. "Tenemos una extrema derecha catalana que redefine la identidad a partir de la estirpe de la sangre. La gran ventaja aquí es que la identidad era porosa, sólo pedía aceptar la lengua para los hijos". Por eso es importante, dice, que más allá del barrio se puedan hacer suyos otros espacios. "Y esta segunda parte depende de nosotros. Estos chavales deben tener expectativas, pero después es importante estar a la altura para que las puedan cumplir". La frase recuerda al sociólogo Pierre Bordieu cuando afirmó: "Si a los jóvenes no les das los espacios que les corresponden, los tomarán por ellos mismos". Los Laminas Yamals son presente y futuro, y su figura funciona a la vez como esperanza y advertencia. Del Barça, sí. Pero sobre todo, de Catalunya.