Barça

El Mónaco destapa las vergüenzas del nuevo Barça

Un equipo sin pólvora en ataque y blando en defensa pierde al Gamper por un 0-3 doloroso

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Pau Víctor y Salisu, durante el Barça-Mónaco del Gamepr

BarcelonaAunque todo el mundo sepa que son amistosos de pretemporada y que las notas no deben empezar a ponerse hasta que arranque la competición oficial, siempre va bien llegar al primer partido de Liga con la condición de imbatido. Pero el Barça, pese a jugar al Gamper ante el Mónaco, un rival a priori asequible, vio cómo el conjunto monegasco le pasaba la mano por la cara (0-3). Los estrenos de Hansi Flick en el banquillo y de Marc-André ter Stegen como primer capitán se convirtieron en una pesadilla en la segunda parte. Los goles de Camara, Embolo y Mawissa amargaron la tarde a los 41.416 aficionados que acudieron al Lluís Companys y dejaron al conjunto azulgrana con un mar de dudas a cinco días de debutar en Mestalla.

Fue una cadena de errores, de piezas que no encajaban. Una salida de pelota poco trabajada, jugadores perdidos en ataque como Lewandowski y demasiados problemas en las pérdidas. El Mónaco respondía a la salida vertical de los azulgranas cortando balones y enviándolos rápido hacia los atacantes. Como si jugaran a frontón. Solo las buenas transiciones defensivas, atentas y puntuales del Barça, impedían que los visitantes hicieran sangre antes del descanso. Porque el primer tiempo, en líneas generales, no fue nada lucido. Tras un arranque fulgurante con una ocasión que Pau Víctor envió por encima del larguero en el primer minuto, el equipo se apagó. Flick lo miraba desde la banda con cara de manzanas agrias y trataba de aprovechar la pausa de hidratación para corregir cosas que no acababan de convencerle. Solo un disparo entre los tres palos, tímido, de Lewandowski.

Ya hace tiempo que la Fiesta del Gamper es un espectáculo más destinado a los turistas. No entra en el abono de los socios y la fecha, que normalmente coincide con unos días de mucha afluencia de visitantes a Barcelona, ​​invita a llenar el campo de aficionados poco habituales. Se nota con el ambiente, con las ganas de pasarlo bien en el show time: kiss cam, dance cam y cualquier cosa que sirva para pasar el rato. Así, en vez de escrutar un juego deficiente, la gente se lo pasaba de maravilla haciendo la ola o ese aplauso que puso de moda la selección de Islandia hace algunos veranos.

Si el público no estaba por el trabajo, los jugadores del Barça aún menos, que salieron del descanso absolutamente ausentes. Pero no el equipo del Principado, que subió la intensidad. Poco faltaba para que se culminara el desastre, con un Barça que se dejó tomar la cartera en dos acciones defensivas letales. Dos errores en la salida de balón, de Marc Bernal –que recibió un pase envenenado de Íñigo– y de Gündogan –que acababa de salir al terreno de juego–, que regalaron dos ocasiones que ni Camara ni Embolo desaprovecharon. Entonces sí, los silbidos eran notables y Flick no tardó mucho en sacar al santcristo gordo. O sea, Lamine Yamal, el jugador que todo el mundo estaba esperando. Dos minutos le bastó para sacudir a la defensa y generar una primera ocasión que Pau Víctor falló por poco.

La entrada de Lamine revoluciona al Barça... sólo cinco minutos

Pero esto fue toda la aportación ofensiva, aparte de un disparo tan lejano como precipitado. Lamine, aún sin ritmo, como la mayoría de los internacionales, tuvo solo cinco minutos de efervescencia. El Mónaco se recompuso y tuvo tiempo de hacer el tercero, con un remate a placer de Mawissa, aprovechando un rechace, solo en el área. El árbitro, el catalán García Verdura, alargaba siete minutos el partido por las lesiones y las interrupciones. Pero Flick ya tenía suficiente y renegaba desde el banquillo, suplicando por el final y para que acabara ese debut que sólo le traía problemas.

Su primer once como local no tuvo demasiadas sorpresas. Seguramente, lo que no se esperaba Flick es que el Mónaco diera más guerra que el City, Madrid o Milan en la gira norteamericana. Tras las buenas sensaciones que dejaron los jóvenes en Estados Unidos, el técnico seguía apostando por un once en el que Marc Bernal y Marc Casadó ocupaban el doble pívot y Pau Víctor jugaba a la derecha. La punta era para un Lewandowski que estuvo desaparecido y la izquierda para un Raphinha que tan sólo pudo hacer una jugada de las suyas, pero el tiro final, pese a terminar en el fondo de la red, fue invalidado por fuera de juego. Lamine al margen, los cambios de Flick, que llegaron cuando el equipo ya había encajado dos goles, no surtieron efecto y el Mónaco no sufrió mucho más de cinco minutitos. Y por si fuera poco, Gündogan tuvo que dejar el terreno de juego poco después de entrar a jugar porque se hizo un ojal en la cabeza.

Un final triste y preocupante para un equipo que, lejos de ilusionar, demuestra que si quiere hacer algo de provecho esta temporada necesitará más materia prima. En la presentación, la afición dejó claro que añoraba a Gavi y que tenía todas las esperanzas depositadas en Lamine Yamal, la nueva estrella. Pero también recordaba que jugadores como Lenglet, que ni jugó ayer, no son bienvenidos. Ni tampoco De Jong, lesionado eternamente. A diferencia de Estados Unidos, esta vez los goles no compensaron las carencias globales del equipo.

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