Odiar a Sergi Roberto

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Sergi Roberto durante un entrenamiento con el Barça

BarcelonaCuando Neymar huyó del Barça en verano de 2017, el miedo que Bartomeu le tenía al vestuario aumentó exponencialmente y se tradujo en la eclosión definitiva del monstruo de la masa salarial, que pasó de 432 millones a 639 y se zampó el 70% de los ingresos que generaba el club. Aquella temporada, por el despacho del presidente se fueron paseando, calculadora en mano, Messi, Alba, Busquets, Piqué, Umtiti… y Sergi Roberto. Se convirtieron en la plantilla mejor pagada del mundo. Todo se valía para que nadie más se marchara y las Champions llegaran a las vitrinas. Aun así, el sueldo desmesurado de quien rubricó la remontada contra el PSG no era ni mucho menos de los más elevados: simplemente, entraba dentro de la lógica malbaratadora bartomeuiana

Sergi Roberto se erigió en indiscutible en una posición que no era la suya porque el club no supo relevar a Dani Alves y porque, en medio del campo, se sucedían los Ardas Turans, Andrés Gomes, Arthurs, Paulinhos y Arturos. Sin embargo, su polivalencia fue una garantía para Luis Enrique y para Valverde en un Barça que ya entraba en decadencia. Juzgar el rendimiento, el rol y el bolsillo de Sergi Roberto sin tener en cuenta este contexto es erróneo. Lo que más lo perjudica ahora y lo marca como objetivo del odio en las redes, eso sí, es no haber aceptado cuando tocaba la renovación a la baja con diferimiento de la ficha actual. A menudo, sin embargo, se pasa por alto que el club le cambió las condiciones pactadas en el último momento, con el relato interesado de dejarlo a él como el malo de la película. Piqué -el del pacto con Bartomeu- era un héroe, mientras que el de Reus era el que pagaba el pato. Qué cosas.

Ahora es débil y ha vuelto a lesionarse, sabiendo, eso sí, que se quedará en el Barça una temporada más cobrando todavía menos del lo que se había hablado en diciembre. Como mínimo, se ahorrará los silbatos que se intuían. Las arcas del Barça continúan siendo un escenario dramático de equilibrios matemáticos: vienen meses de persistir en las conversaciones sobre sueldos, el fair play financiero y fichajes asumibles en una realidad complicada. Que el proyecto de Xavi crezca, más allá de las habilidades del arqueólogo del modelo, dependerá nuevamente del ingenio de los despachos. No se podrán hacer revoluciones -aunque se preanunciasen hace un año- y se ha demostrado que las declaraciones de intenciones grandilocuentes nos las tenemos que guardar todos en un cajón. En un horizonte incierto en que no sabes hasta dónde te podrás mover, contar con Sergi Roberto quizás no es tan mala noticia.

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