La peor resaca del mundo

Cerebro a punto de explotar, cuerpo dolorido, mareo y ganas de que acabe deprisa. Esto es lo que se siente cuando tienes resaca después de una noche de excesos. La película del Barça no es como la de Bradley Cooper y sus amigos encontrándose a Mike Tyson y perdiendo algún diente, pero está claro que ahora está pagando las consecuencias de la fiesta futbolística que fue la pasada temporada. Si exceptuamos el desencanto provocado por Acerbi en Milán, el curso 24-25 fue como un sueño erótico: el equipo de Hansi Flick rindió por encima de sus posibilidades y rompió el molde de las expectativas con su estilo atrevido. Física y mentalmente, se exprimió más allá de los límites y ahora le salen todos los males. La descompresión es evidente y el bajón físico está llenando la enfermería de una forma alarmante mientras oficialmente, en el club, dicen que no están preocupados. Que toquen el violín mientras el agua va entrando.

Como en un thriller de terror, todos caen como moscas, y la guinda del despropósito es tener a Pedri lesionado hasta principios de diciembre. Intocable para Flick, todo será aún más difícil sin él en el césped. Es la peor baja de todas las que podría tener el Barça. Equivale a quedarse sin su brújula cuando precisamente está más perdido. No hay nadie en la plantilla que pueda aspirar a acercarse a su calidad, clarividencia, pausa e inteligencia para guiar al equipo con el balón. Ahora sí, forzosamente, habrá que reinventarse para paliar las limitaciones que supone tener que sobrevivir así. Esto no es como tener que prescindir de la intensidad en la presión y profundidad de Raphinha, es mucho más: es perder la identidad cuando el Madrid te saca cinco puntos, los rivales te ven débil y en la Champions ya te saludan desde Stamford Bridge.

El guion va cuesta arriba para un entrenador con la capacidad de decisión reducida a la hora de influir más allá del rectángulo de juego. El área de la preparación física, tan venerada y publicitada con Julio Tous al mando, queda muy señalada por mucho que desde la entidad maquillen las sospechas buscando culpables en el exterior en año de Mundial. Los músculos de los futbolistas se rompen sin que en el vestuario encuentren respuestas en un departamento que tenía que ser como la NASA de la prevención de las lesiones. Terminamos la temporada pasada flirteando con la Champions y hemos empezado la actual aturdidos contra un suelo frío y desangelado. La resaca de Bradley Cooper en Las Vegas era infinitamente más divertida.