En poco más de quince días, el área económica del Barça, el departamento más importante para que la entidad pueda funcionar, ha quedado descabezada. Es imposible desconectar la dimisión de Eduard Romeu de la salida de la directora corporativa Maribel Meléndez. Y, levantando la mirada, también es muy complicado desvincularla de la veintena larga de altos cargos y ejecutivos que han ido cayendo en estos tres años de mandato de Joan Laporta. La puesta en escena de la despedida de Romeu ha querido ser pulcra, con una pretendida higiene institucional difícil de sostener a pesar del intercambio de elogios y abrazos emocionados. Detrás de la teatralización marca de la casa, se esconde una decisión cocida a fuego lento. Es cierto que hay motivos profesionales, pero Romeu ya se había planteado dimitir en el pasado por razones que, como ocurre tan a menudo, nada tienen que ver con el relato oficial que nos quieren vender.
Todo esto pone en cuestión la manera, cada vez más personalista, con la que Laporta gestiona la entidad. Es muy significativo que Romeu, en medio del discurso de su adiós, remarque que todavía quedan "decisiones complejas" para llegar a alcanzar un Barça "esplendoroso", que inste a Laporta a "tirar de la cuerda sin romperla" y que le diga que está convencido de que seguirá con la hoja de ruta rodeada de su “guardia pretoriana”. Una elegante maniobra para traspasarle la responsabilidad en un momento económico especialmente delicado y para decirle que, con su renuncia, le deja con su núcleo duro más acrítico. Romeu nunca ha sido de los “suyos”. De momento, su vacante queda provisionalmente en un limbo extraño, el mismo donde descansan los restos del CEO Ferran Reverter, con las atribuciones distribuidas entre el tesorero Ferran Olivé y el director general en la sombra, Alejandro Echevarría.
Romeu se marcha sin haber conseguido tener la influencia que le hubiera gustado adquirir en el día a día del club, pero habiendo sido determinante en la reestructuración de la deuda, la macrooperación financiera del Espai Barça con Goldman Sachs, o bien ayudando a hacer posibles las famosas palancas para reforzar la plantilla en el verano del 2022. Los símiles del Barça como un paciente enfermo lo han acompañado siempre y, desgraciadamente, no ha podido sacarlo del hospital: se va con el presupuesto desviado, una palanca –la de Barça Vision– que nunca llega, y a tres meses de cerrar un ejercicio lleno de interrogantes. Laporta tiene ahora un escudo menos y está cada vez más solo al timón del barco. Tocad el violín mientras el agua va entrando.