Barça

El Barça recupera las constantes vitales en Europa con un triunfo de oro (0-1)

Un gol de Ansu Fati permite al equipo de Sergi salir vivo de la ruleta rusa de Kiev y depender de sí mismo en la Champions

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Ansu Fati, celebrando el gol del Barça contra el Dinamo

Enviat especial en Kiev (Ucrania)Xavi recibirá en herencia la oportunidad de seguir vivo en la Champions. A la espera del buen juego, un grito liberador de Ansu Fati permite al Barça depender de sí mismo para estar en los octavos de final de la Champions. Ya llegará, el buen juego. Y volverán futbolistas lesionados, y llegará Xavi. En espera del buen tiempo, en Kiev había que ganar como fuera. Una derrota habría sido un golpe mortal. Y un empate, alargar la agonía. Pero Ansu, volviendo de lesión directamente al equipo titular, demostró de nuevo por qué razón ha heredado un dorsal con tanto peso como el 10. Porque gana los partidos complicados, cuando más toca.

El partido, una cuestión de vida o muerte, se convirtió en una ruleta rusa. Ucraniana, en este caso. Pero si hubiera sido un duelo a pistola de aquellos del siglo XIX, ninguno de los dos desafiantes habría mal parado. Los dos equipos fallaban más que una escopeta de feria ante el portero rival. A diferencia de en el Camp Nou, el Dinamo esta vez sí que mordió a la contra gracias a las gotas de talento de Tsigankov. Pero entre Ter Stegen y que el uruguayo De Pena chutaba haciendo honor a su apellido, el Barça se salvó. Tampoco el equipo de Sergi encontraba el camino de la redención. Memphis y Ansu tuvieron algunas ocasiones, pero siempre aparecía una pierna para frustrar sus chuts en el último minuto. El partido estaba destinado a ser una penitencia para el barcelonismo, demasiado acostumbrado a andar de rodillas, como buenos penitentes, en esta Champions de pasión y dolor.

Jordi Alba en acción en Kiev.

En la segunda puesta en escena de su corto reinado, Sergi encargó a Ansu y Gavi abrir el campo haciendo de extremos. Un equipo lleno de jovencitos, de gente de la casa, que monopolizaba la pelota sin poder tener paz, puesto que el Dinamo encontraba el camino de Ter Stegen con demasiada facilidad. Suerte de Busquets, siempre enchufado, puesto que Frenkie de Jong se perdió en un partido en el cual perder significaba empezar a mirar a los equipos que juegan en la Europa League. Y el Barça, tal como hizo contra el Alavés, se quiso hacer fuerte con la pelota, tocándola. No acabó de funcionar y, entrada la segunda parte, Mingueza se hartó de enviar centros que acababan perdidos por la línea de fondo. Al Barça, además de contra el rival y el frío, le tocaba jugar contra sus fantasmas. No es nada fácil de hacer.

Ansu, en el centro de todo

Kiev, escenario de encuentros dolorosos cuando el mundo cambiaba rápidamente en los años de la perestroika, ponía a juicio un equipo que recuperaba algunos jugadores importantes pero que todavía cargaba la cruz de los defectos de los últimos meses, especialmente cuando tocaba ayudar en defensa ante una contra rival. El Dinamo, que en ataque funciona menos que el Barça en la Champions, llegó a animar a una afición que los animaba desde la grada con un solo cántico, mecánico, frío, cruel. Di-na-mo. Como si fuera un pueblo que pide a un verdugo que no tenga piedad con el acusado; el Barça, en este caso. Culpable de años de mala gestión, de tener jugadores que han acabado un ciclo y de no haber podido empezar a construir un nuevo proyecto como es debido a inicios de noviembre. Culpable de castigar a su afición a sufrir para superar la fase de grupos de la Champions, cuando no hace tanto se daba por hecho que se llegaría a las semifinales. El Barça se hace daño a sí mismo, si mira el pasado. Más todavía con este presente, a la espera del futuro que significa Xavi, que es consciente de la faena que tendrá una vez el jeque de Catar lo libere. El gol de Ansu sirvió para indultar a un equipo que ahora tiene una segunda oportunidad. Tendrá que ganar contra el Benfica, claro.

Consciente de que el empate no servía de mucha cosa, el Barça estaba obligado a arriesgar más que los ucranianos. Bien liderado por un Eric Garcia que últimamente no para de crecer, el equipo de Sergi Barjuan se quedó con un palmo de narices cuando por fin se hacía la luz en el minuto 64. El rumano Hategan pitó un penalti sobre Ansu Fati, pero, llamado al VAR, cambió de decisión. Era como una tortura china, pinchando una y otra vez el corazón de un equipo que necesitaba un héroe. Sergi creyó que este podía ser Dembélé, un jugador tan extraño que parece no notar la presión. Vive en su mundo. El francés debutaba en la temporada activando el equipo por la banda derecha, pero quien lleva los galones ahora es el dorsal 10. Como ha pasado tanto tiempo en el Barça. Cuando más hacía falta, Ansu Fati hizo saltar las gotas de lluvia que había en la red del Dinamo chutando con toda la rabia del mundo después de un centro de Mingueza que le llegó desviado por un defensa. Un poco de suerte, después de tantas desgracias, se agradece. El gol dejó noqueado a un Dinamo que habría podido empatar, pero Ter Stegen, por fin, volvió a ser aquel de hace unos años con un vuelo salvador. No fue la única ocasión de los locales. Si el gol de Ansu llegó con el arrebato, faltó cordura para defender mejor. Por suerte, el Dinamo no es el Bayern. Y por suerte, los alemanes golearon al Benfica. Hacía falta.

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