Un gigante de la Premier League atrapado en su propia ingeniería financiera
Las nuevas normas de sostenibilidad obligan a los 'blues' a replantear un proyecto basado en amortizaciones largas, la cantera y un estadio nuevo que no llega
LondresDesde la primavera de 2022, a raíz de la salida forzada de Roman Abramovich del Chelsea precipitada por la invasión de Ucrania, los nuevos propietarios del club, el consorcio BlueCo, formado por cuatro inversores americanos y uno suizo, han empujado a los blues a protagonizar una revolución más económica que futbolística, pese a la renovación total de la plantilla y el paso de seis entrenadores –dos interinos–, incluido el actual, Enzo Maresca.
Como destacaba a finales de septiembre en el Daily Telegraph el ex jugador del Liverpool reconvertido en analista Jimmy Carragher, la auténtica transformación del equipo del oeste de Londres ha sido la implementación de una audaz y permanente maquinaria de ingeniería financiera, que parece "más interesada en los traspasos que en los trofeos". De acuerdo con Transfermarkt, en el periodo 2022-2025 el Chelsea ha gastado entre 1.300 y 1.450 millones de euros en fichajes y ha ingresado por ventas de jugadores entre 700 y 900 millones, dejando el gasto neto entre los 400 y los 600 millones. Otras fuentes apuntaron a una cantidad superior: unos 2.000 millones.
Para cumplir con las normas de sostenibilidad financiera de la Premier League, los magos de la ingeniería tras BlueCo han hecho un uso y abuso de contratos inusualmente largos: seis, siete o incluso ocho años. Esto comporta repartir el coste de un fijado –amortización– a lo largo de la duración del contrato, reduciendo significativamente la carga en las cuentas anuales. Sin embargo, en 2023 tanto la UEFA como la Premier League limitaron este periodo a un máximo de cinco años.
La segunda táctica crucial utilizada por el Chelsea para mantener el alto nivel de inversión ha sido la venta de jugadores formados en su academia. Es el caso, por ejemplo, de Mason Mount en el United (59,5 millones de euros) o Conor Gallagher en el Atlético de Madrid (37,5). Estos ingresos se contabilizan como beneficio neto inmediato, vital por mantenerse dentro de los márgenes de la sostenibilidad. Pero la dependencia de las ventas canteranas ha generado debate. Incluso Enzo Maresca ha pedido cambios para evitar que los clubs se sientan forzados a desprenderse del talento emergente.
Una tercera maniobra contable habitual del Chelsea ha sido la venta de activos a filiales del grupo. Las cuentas del Chelsea en abril del 2024 revelaron que el club se vendió de dos hoteles –dentro del recinto de Stamford Bridge– a una empresa hermana de BlueCo para cumplir con las normas. Y así, en marzo de este año, el Chelsea declaró un beneficio antes de impuestos de 150,4 millones de euros, logrado sólo gracias a esa operación ya la venta del equipo femenino a otras filiales del consorcio, valorado en este caso en 232,4 millones. De lo contrario, el Chelsea habría sufrido unas pérdidas, como en años anteriores, de 84 millones de euros.
Pero este pasado viernes, la Premier League ha cambiado de nuevo por el margen mínimo –catorce votos a favor, seis en contra– sus regulaciones de sostenibilidad económica, que entrarán en vigor la temporada 2026-27. Y este hecho aboca al Chelsea a una dura realidad. A partir de ahora, en principio, las maniobras de contabilidad estarán aún más restringidas. Y se abren así más interrogantes sobre el modelo económico y deportivo de los blues. Mientras, el proyecto vital de la tan debatida y siempre aplazada ampliación/construcción de un nuevo estadio sigue en un punto muerto costoso, lastrando la capacidad del club para generar ingresos regulares y no atípicos, como los antes citados.
Las consecuencias que puede sufrir el Chelsea
Las rendijas legales que habían permitido las maniobras mencionadas han quedado eliminadas con la aprobación del llamado ratio de coste de la plantilla (SCR, por sus siglas en inglés). La nueva normativa exige limitar los costes del club (salarios y amortización) al 85% de los ingresos (70% para los clubs en competición UEFA) y obliga a que sólo valgan los ingresos generados por operaciones puramente futbolísticas.
Para el Chelsea, la consecuencia es inmediata, y quizás ya se verá en la ventana de fichajes de enero. Porque sin la muleta de las ventas internas de activos, el club se ve obligado a generar ingresos a través de los traspasos para compensar la rápida amortización de sus fichajes de largo plazo. La venta de jugadores de la academia se convierte, pues, en una necesidad recurrente. Por otra parte, la estricta cifra del 70% de SCR de la UEFA sólo puede cumplirse con un aumento drástico de los ingresos comerciales y por día de partido. De hecho, éste es el factor más limitante para la sostenibilidad a largo plazo del Chelsea. El estadio, con una capacidad para unas 42.000 personas, genera unos ingresos de 90 millones de euros por temporada, de acuerdo a los datos de la temporada 2023-24. La cifra queda claramente por detrás de los rivales con estadios modernos y mayores.
Pero el plan para el futuro estadio para 60.000 espectadores es muy incierto. Los costes se estiman en al menos 1.700 millones de euros. Y la actual propiedad del Chelsea está dividida entre reconstruir Stamford Bridge (lo que implicaría reubicarse temporalmente, quizá en Twickenham, y obtener permiso de los Chelsea Pitch Owners) o trasladarse a un nuevo emplazamiento como Earl's Court. La cara más visible del club, Todd Boehly, ha indicado que el proyecto puede tardar entre 15 y 20 años en completarse, lo que dejaría al club en desventaja de ingresos respecto a rivales durante la próxima década.