No, esto no ha terminado


Ese lema que empezó con un tuit de Alexia Putellas y que siguieron sin fisuras todas las futbolistas de la selección española en apoyo a Jenni Hermoso tras el vergonzoso discurso de Luis Rubiales en la asamblea de la RFEF, aquel "Se ha acabado" que retumbó en toda la sociedad, dio la vuelta al mundo y que llamamos después a las calles el 8-M, fue sólo el principio. Porque lamentablemente no ha terminado, no. Ojalá, pero no.
Sólo hay que oír algunas de las preguntas que le hacen a la futbolista los abogados de los imputados, como si bebió en la fiesta posterior a la consecución del Mundial o el cuestionamiento sobre su actitud, si sonreía o si se hizo una foto, cinco o cincuenta como si nada hubiera pasado. Porque aquí está –aquí, bien incrustada– la idea sobre cómo debe comportarse una mujer cuando sufre una agresión. Ésta es la cultura patriarcal y machista de la que todos, todas, hemos mamado, en la que hemos sido educados, adoctrinados.
Basta también con echar un vistazo a los cambios en la Federación Española de Fútbol. Contemplamos cómo su presidente, Rafael Louzán, después de que Natalia Kaluzova, pareja del portero del Mallorca Dominik Greif; Cristina Palavra, esposa del también futbolista Dani Rodríguez, y Sara Noguera, pareja de Manu Morlanes, explicaran lo que les ocurrió en el estadio de Jidda durante la Supercopa de España (tocamientos en el culo y los senos, insinuaciones sexuales, empujones y cogidas), salió a dar las gracias a Arabia Saudí calificándolo de "país amable y cariñoso". Días más tarde, sin pedir disculpas, fuentes federativas afirmaron que las mujeres habían confundido acoso con agobio. Con un par.
También siguen Luis de la Fuente y Montse Tomé, que aplaudieron a Rubiales más fuerte que flojo en la asamblea de la vergüenza mientras el expresidente distinguía entre buenas y feministas feministas y acusaba a Hermoso de mentir, cuando todos fuimos testigos de lo que ocurrió en Sydney. No, no hay forma de justificar en ningún contexto que un superior te coja de la cabeza y te plante un beso en los morros. Y nos quedan, claro, los insultos, amenazas, presiones y acosos que ha sufrido Hermoso, al igual que los intolerables comentarios misóginos en cualquier medio de comunicación con cuentas en las redes sociales en el seguimiento del juicio. Todo esto todavía está ahí porque nos damos cuenta de que no, que esto no se ha acabado ni mucho menos y que madre mía todo lo que todavía nos queda por aguantar, por señalar y por rebelarnos.