El país radiactivo que ha aprendido a jugar al fútbol para sobrevivir al cambio climático
Las islas Marshall, que era el único estado soberano del mundo sin selección, ha disputado el primer partido de su historia
BarcelonaA medio camino entre Australia y Hawái, perdido en la inmensidad del océano Pacífico, se encuentra uno de los países más recónditos y maltratados del mundo: las islas Marshall. Formado por 29 atolones de arrecife de coral y 1.152 islas tropicales, la mayoría de ellas deshabitadas, esta república insular de Oceanía funcionó durante la Guerra Fría como laboratorio nuclear de Estados Unidos, que detonó más de sesenta bombas atómicas, por lo que en algunos puntos de su territorio son; por eso muchos marshalleses nacen con deformaciones y padecen cáncer. Pero actualmente, su principal preocupación es el cambio climático que hará imposible la vida en sus archipiélagos dentro de unos años: el aumento del nivel del mar amenaza con inundar a todo el país en cuestión de medio siglo. Muchos ciudadanos ya han abandonado su tierra para sobrevivir, son refugiados climáticos. "El paraíso es una isla, el infierno también", escribía Judith Schalansky en su Atlas de islas remotas.
En este contexto apocalíptico, el balón lleva esperanza en las islas Marshall, que ha dejado de ser el único país del mundo soberano y reconocido por la ONU sin selección de fútbol. Este jueves por la noche disputó el primer partido internacional de su historia. En gran parte, es gracias a la intrepidez de su entrenador Lloyd Owers, originario de Inglaterra. "Cuando llegamos no había nada. Ni campos, ni porterías, ni gente que jugara a fútbol", explica al ARA este exfutbolista amateur en Reino Unido y técnico en el Oxford City y el modesto Kidlington.
Desde 2022 es el seleccionador de las Marshall, después de varias conversaciones por WhatsApp a 13.000 kilómetros de distancia con Shem Livai, presidente y fundador de la federación. Owers sigue viviendo en Reino Unido, pero pasa largas temporadas en el estado oceánico para llevar a cabo su proyecto. "El reto era enorme porque empezábamos desde cero. Literalmente, no había ni balones. Enviamos material desde Europa y Norteamérica. Algunos de nosotros viajamos hasta allí para formar a los entrenadores", añade su compatriota e inseparable compañero de viaje, Justin Walley.
Construir una selección desde cero
Con la ayuda de Walley, un auténtico vagabundo del fútbol más allá de la FIFA –dirigió la selección de Matabelelandia en el Mundial 2018 de selecciones no reconocidas–, Owers sentó las bases para arraigar el deporte rey en el territorio: instauró el fútbol como asignatura obligatoria en la escuela e hizo construir un campo en la capital, en Majuro. "Nuestro próximo objetivo es desarrollar una liga local", ambiciona el técnico, que está dotando al país de una cultura y estructura futbolística que le ha permitido constituir una selección nacional dos años y medio después de aterrizar en las Marshall.
"La primera convocatoria es de 22 futbolistas. Está formada por jugadores de Majuro, Kwajalein –la isla más urbanizada, porque hay una base militar estadounidense– y marshalleses que viven en Estados Unidos y que hemos localizado a través de internet y el boca a boca", especifica el seleccionador de un país con más país. Algunos de ellos son de Springdale, en Arkansas, que acoge a una de las principales comunidades de marshalleses en el extranjero porque allí vive un importante empresario originario del país que distribuye carne de aves de corral en todo el mundo y contrata a sus compatriotas para ayudarles a salir de un territorio que tiene los días contados.
Precisamente, la selección oceánica debutó internacionalmente este jueves en Springdale, en el marco del Outrigger Challenge Cup que se está disputando en la ciudad estadounidense, contra las islas Vírgenes estadounidenses. Perdió 4-0, pero el resultado era lo de menos. "Hemos hecho historia; no solo por las Marshall, sino por el fútbol. Somos el último país del mundo en jugar su primer partido internacional. Hemos puesto a las Marshall en el mapa futbolístico mundial", declara con emoción Walley, desde Arkansas.
En el torneo también participan las islas Turks y Caicos, que se enfrentarán a las Marshall el próximo domingo día 17. Ambos rivales son selecciones FIFA, aunque están entre las cinco últimas del ranking (206 y 207). "Nosotros hemos enviado una solicitud para unirnos a la Confederación de Fútbol de Oceanía, pero no hemos recibido respuesta. Si no nos aceptan, consideramos enviarla también a la Concacaf (Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Fútbol) ya la Confederación Asiática de Fútbol". y ser parte de la familia del fútbol mundial en 2030", desvela Walley.
Una camiseta que remueve conciencias
El trabajo de Owers, de Walley y del resto delstaff, la mayoría británicos, es voluntaria, pero el desarrollo del fútbol en un sitio tan remoto y la creación de una selección cuesta mucho dinero. Todo ello se financia a través de subvenciones, donaciones –el desplazamiento y estancia en Arkansas se ha pagado con un micromecenazgo– y la venta de merchandising. Una de las prendas con más éxito ha sido la camiseta No-Hombre Jersey; lleva el número 1,5 en el frontal (los grados que ha aumentado la temperatura en el Pacífico) y, al promocionarla, iban desapareciendo trozos de la elástica para explicar al mundo la emergencia climática que afecta a las Marshall, condenadas a morir inundadas. Pronto su selección ya no podrá jugar de local. "Uno de nuestros principales objetivos es crear conciencia sobre la catastrófica situación en el territorio y promover acciones que ayuden a revertir el cambio climático antes de que sea demasiado tarde", proclama desde Springdale el seleccionador de las islas Marshall, el país radiactivo que ha aprendido a jugar al fútbol para sobrevivir al cambio climático.