La Premier League blanquea a un asesino
El príncipe Mohammed bin Salman, instigador intelectual de la muerte de Jamal Khashoggi, compra el 80% del Newcastle United
LondresDesde el primer ministro británico hasta el último aficionado de los seis clubes ingleses implicados inicialmente en el proyecto de la Superliga europea de Florentino Pérez protestaron furiosamente ante la posibilidad de la creación de un nuevo torneo que rompiera los vínculos emocionales y económicos con la Premier League. Negocio y nacionalismo futbolístico acabaron, al menos de momento, con un proyecto difuso que enfrentaba a casi todos los clubes más poderosos de Europa, con excepción del Bayern Múnich y el PSG, con la UEFA.
En cambio, el pasado jueves, los aficionados del Newcastle United, un histórico de segundo orden de la Premier, en decadencia durante prácticamente los últimos setenta años, con la excepción del periodo 1995-97, celebraron que el 80% del club fue comprado por el Public Investment Fund, el fondo soberano de Arabia Saudí. La empresa la preside el príncipe Mohammed bin Salman que, de acuerdo con las agencias de inteligencia occidentales, fue el instigador intelectual del asesinato del periodista Jamal Khashoggi, muy crítico con la monarquía saudí. Khashoggi, columnista de The Washington Post, entró a la embajada del país en Ankara (Turquía) en octubre de 2018 para un trámite necesario para casarse y salió, literalmente, hecho pedazos.
El 20% restante del Newcastle ha sido adquirido por la financiera y multimillonaria británica Amanda Staveley y la pareja de hermanos, también multimillonarios, Reuben. Staveley, que vive a caballo entre el Reino Unido y Dubai, será la cara más visible del nuevo equipo directivo, mientras que Yasir al-Rumayyan, uno de los más fieles lugartenientes de Mohammed bin Salman, lo presidirá.
La Premier League rechazó inicialmente el acuerdo de compra el año pasado por la disputa legal existente entre Arabia Saudí y Qatar relativa a la prohibición de las emisiones de BeIn Sports (televisión qatariita) en tierra saudí, y la denuncia que Qatar había hecho del pirateo de las imágenes de la competición inglesa adquiridas por BeIn Sport por parte de la emisora rival árabe beoutQ. Antes de dar luz verde a la entrada del capital árabe al Newcastle, Arabia y Qatar llegaron a un acuerdo de compensación. Además, en teoría, la Premier ha recibido la garantía por escrito de que el estado saudí no controlará los destinos del club.
Las dudas de Alan Shearer
La compra al empresario británico Mike Ahsley, enfrentado a la masa social del Newcastle por la carencia de inversión en el club en los 14 años que hacía que era su dueño, se cerró en 305 millones de libras (360 millones de euros). La llegada del nuevo consorcio liderado por los árabes ha sido bendecida por la leyenda viva del club, Alan Shearer, si bien no ha escondido que la operación implica un conflicto de intereses entre el negocio y el respecto hacia los derechos humanos. Lo mismo que ya habían expresado otras voces de aficionados influyentes de su entorno en 2020.
En una entrevista en BBC Radio 5, jueves Shearer dijo: “Una vez se ha cerrado el acuerdo, podemos atrevernos otra vez a tener esperanza. Entiendo perfectamente por qué hay tanta felicidad en la ciudad hoy [jueves]; yo siento lo mismo. Entiendo también que se tienen que hacer preguntas sobre cuestiones relativas a los derechos humanos, es muy importante que no las escondamos bajo la alfombra”.
La pareja de Khashoggi, Hatice Cengiz, no las ha escondido, y también en declaraciones a la BBC dijo: “Estoy muy decepcionada; es descorazonador. Lo que he estado haciendo desde su asesinato es pedir justicia para Jamal cada día”. Y Amnistía Internacional ha puesto el grito en el cielo, pidiendo que se pare la compra.
Sin resultado. A la práctica, el mundo del fútbol en general, no solo la Premier League, hace tiempo que no hace ningún tipo de ascos al dinero, venga de donde venga. La Federación Española, por ejemplo, cerró en 2019 un acuerdo con Arabia Saudí para llevar una final a cuatro de la Supercopa de España durante tres temporadas por 40 millones de euros. También lo ha hecho la Federación Italiana.
El pacto ha traído finalmente a Arabia Saudí al exclusivo círculo y circo de los mejores clubes europeos, junto al Manchester City, propiedad del jeque Mansour bin Zayed al-Nahyan, miembro multimillonario de la familia gobernante de Abu Dhabi, y del francés Paris Saint-Germain, controlado por Qatar Sports Investment, fondo soberano con apoyo del emirato.
Los estados del Golfo han utilizado inversiones deportivas para extender las rivalidades regionales, así como para ejercer un soft power en todo el mundo. Los críticos con la carencia de democracia en estos países han bautizado la estrategia como un “lavado de cara deportivo”, movimientos con los que pretenden enmascarar deficiencias en cuanto al respecto hacia los derechos humanos más elementales.
Arabia Saudí había quedado atrás respecto a sus vecinos. Pero ahora invierte decenas de miles de millones de dólares en desarrollar infraestructuras deportivas y de entretenimiento en el reino, y también para atraer acontecimientos destacados, como por ejemplo la Fórmula 1, combates de boxeo del campeonato mundial, el golf o el tenis, además del fútbol.
Que la operación era conflictiva quedó demostrado cuando viernes se supo que el ministerio de Exteriores británicos advirtió a la Premier League el año pasado de las posibles implicaciones de la compra del club por parte del fondo soberano.
A petición de la BBC, e invocando la ley de libertad de información, la cadena pidió qué había transmitido el Foreign Office a los clubes británicos. Pero la reacción del gobierno fue categórica: “La divulgación de información que detalle nuestra relación con el gobierno saudí podría dañar la relación bilateral entre el Reino Unido y Arabia Saudí. Liberar información sobre este tema aumentaría el conocimiento público sobre nuestras relaciones con este país”.
Relaciones y secretos que, en nombre del fútbol, se han mantenido y se mantendrán bajo la alfombra de la Premier, una multinacional global con capital americano, chino, tailandés o ruso, y con solo cuatro sociedades de dueños británicos.