Fútbol

El renacimiento del club de fútbol más rebelde de Barcelona

El Júpiter consigue subir a la Liga Élite y reúne en su campo a más de 3.000 personas, muchas de ellas jóvenes

La afición y los jugadores del Júpiter, celebrando el ascenso a la Liga Élite
25/06/2025
4 min

BarcelonaHace justo un siglo mucha gente entendió que lo del fútbol no era un deporte cualquiera. Hace cien años las autoridades españolas recibieron indignadas un telegrama que les informaba de que en Barcelona un gentío había silbado la marcha real, el himno estatal. Y lo hacían en plena dictadura de Primo de Rivera. La pitada se hizo el 14 de junio de 1925 antes de un partido amistoso entre el Barça y el Júpiter en el estadio de Les Corts, organizado para rendir homenaje al Orfeó Català, que volvía de una gira exitosa por Roma. El partido era un duelo entre el Barça, que se había proclamado campeón de España en la Copa, y el Júpiter, campeón de España B. El pitido provocó una fuerte represión de las autoridades contra el Barça, que casi desapareció. Pero ha quedado más escondido en los libros de historia que la numerosa afición del Júpiter también pitó. Y el club fue también castigado por las autoridades.

Fue uno de los numerosos actos de rebelión de un club valiente, el Júpi, que ha estado contra las cuerdas más de una vez. Pero siempre se levanta. Hace pocos días, casi coincidiendo con el centenario del silbido, el Júpiter logró el ascenso a la Liga Élite (sexta categoría del fútbol) tras un play-off bien igualado con la Pirinaica de Manresa. Tras perder 1-0 en la ida, el Júpiter se impuso a la vuelta por 2-0 con un gol al final del encuentro de Sergi Monsó. Más allá del ascenso, en el Júpiter los más veteranos se frotaban los ojos al ver a 3.000 personas en una gradería donde hasta hace poco a veces no se llegaba a las 500. Como ocurre en Sant Andreu o en Gràcia con el Europa, también el Júpiter vive un renacimiento social y hay mucha gente que se encuentra. "El barrio y la afición están orgullosos de nosotros. Es un club histórico que merece estar más arriba. De momento hemos dado este primer paso, y ahora debemos digerir el ascenso a Liga Élite", decía Monsó al término de un partido que acabó con invasión de campo. "Hemos recuperado la pasión por el Júpiter. Hacía mucho gozo ver a tantos espectadores en el campo. Sólo podemos prometer seguir trabajando duro para lograr más éxitos", añade el presidente, Salvador Franco.

No ha sido fácil en un fútbol que compite con tanta televisión, nuevas modas y problemas. Y más el Júpiter, un club que fue expulsado de su barrio natal, Poblenou, por las autoridades franquistas. El Júpi arraigó en la Verneda, pero sin olvidar las raíces. De hecho, muchos de los aficionados son gente proveniente de familias que eran de Poblenou y también se han ido de un barrio cada vez más caro. En la grada no suele faltar una bandera con la cara de uno de los símbolos de Poblenou, el santito: Francesc Canals, un trabajador de almacenes fallecido en 1899 con 22 años de quien se dice que hace milagros. Cada temporada, algunos aficionados del Júpiter hacen una ofrenda al inicio de temporada en el cementerio de Poblenou, no sea que pudiera ayudar.

El Júpiter nació el 12 de mayo de 1909 en la cervecería Cebrián, donde ahora se encuentra la horchatería Tio Che. Los padres del club fueron David Mauchan y sus hermanos, trabajadores escoceses de la fábrica textil Fabra i Coats. El nombre se inspiró en un gran globo aerostático que impresionó en una exhibición aquellos días, pero rápidamente el Júpiter cogió una personalidad propia, marcada por el hecho de que Poblenou estaba lleno de fábricas... Y de obreros de izquierdas. Aquellos ideales obreros y sindicalistas, así como su escudo original formado por las cuatro barras catalanas y una estrella encima, convirtieron al Júpiter en un club muy reprimido. En el Júpi hallaban casa tanto los anarquistas como los catalanistas y, de hecho, el club recibiría tanto al presidente Macià como Companys. Las autoridades entendían que el escudo era un símbolo catalanista, así que quisieron cambiarle varias veces, como con una denuncia del juez de instrucción Cristóbal Fernández ante el gobernador civil de Barcelona por el contenido catalanista del emblema. Del Júpiter se decía que durante la dictadura llegó a esconder pedazos de pistolas desmontadas dentro de los balones, para esconderlos de la policía. Ningún documento lo certifica, pero sí se sabe que del campo del club salieron milicias hacia el frente. Entonces se jugaba en el Camp de la Bota, donde varios socios del Júpiter serían fusilados por los franquistas años más tarde.

Con la llegada de la Guerra Civil, el Júpiter era un núcleo de encuentro de simpatizantes del bando republicano, un posicionamiento que fue castigado con la llegada de Franco al poder. Con la dictadura franquista, fueron obligados a cambiar de nuevo su emblema y vieron modificado su nombre en el de Club Deportivo Hércules. También se intentó convertirlo en filial del Espanyol, pero la entidad blanquiazul lo rechazó, precisamente, por los orígenes obreros, sindicalistas y catalanistas del Júpiter. Pese a que el club recuperó el nombre un año después, el ensañamiento franquista no cesó y también vivió un cambio de sede hasta ubicarse en el distrito de Sant Martí. Aquel club que podía aspirar a jugar en Segunda fue bajando categorías y creando una rivalidad con el Martinenc que este año ha llenado los campos en una temporada en la que ambos han subido. Pero la gente joven ya no iba al campo, hasta hace poco. El posicionamiento político de grupos como el Reducto GrisGrana o la defensa de un deporte arraigado en la comunidad han hecho que muchos jóvenes se interesen, muchos de ellos simpatizantes de otros clubs como el Barça o el Sant Andreu. Otros ya con el Júpiter en el centro de su vida. En los últimos años el Júpiter ha hecho amistosos con clubes como los ingleses de Clapton para recordar la Segunda República y las Brigadas Internacionales. También ha realizado campañas contra el racismo y ha recuperado las viejas camisetas Meyba. Unas camisetas que cada vez traen más jóvenes.

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