Fútbol

De la grada a las redes: la metamorfosis del insulto en el fútbol

La mofa y la crítica visceral de los estadios encuentran una nueva forma de expansión en las plataformas digitales

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El árbitro Fabio Verissimo enseñando una tarjeta roja durante un partido de la UEFA Nations League

Barcelona"Ni escucho, ni miro, ni me entero de lo que dice la gente de mí". Son unas declaraciones recientes de Héctor Bellerín, después de recibir varias críticas en las redes sociales por su actuación en la derrota contra el Bayern de Múnich. En esta ocasión, la mofa fue por cómo jugó, pero el ex del Arsenal ya sabe lo que es sufrir un ensañamiento en estas plataformas, puesto que en numerosas ocasiones ha sido ridiculizado por su estética y por su pasión por la moda. Con sus palabras, Bellerín hizo patente la coraza con la que muchos futbolistas de la élite se protegen de la crítica feroz en las redes, pero son muchas las realidades de futbolistas más modestos o árbitros que reciben insultos de usuarios que a menudo se esconden en el anonimato. Si hace unos años los insultos se limitaban a los estadios, ahora también tienen lugar en el entorno digital.

Los motivos son varios, desde la burla por una mala actuación hasta ataques racistas, xenófobos u homófobos. Justo hace unos días, un jugador del Europa fue asediado por varios usuarios en las redes sociales por su condición de transexual. Álex Alcaide hace tres años y medio que empezó la transición, pero su documento de identidad todavía no lo acredita como hombre. Sigue jugando con el equipo femenino del club de Gràcia porque su ficha federativa lo identifica con este género. Un tuit del Europa, en el que aparecía una foto suya y el resultado (10-0) en el descanso del partido, desembocó en insultos en las redes.

En estas plataformas, si no se denuncia, el insulto es poco perseguido y penalizado. Jesús Tomillero era árbitro de Tercera División y, en un partido de categorías inferiores, sufrió un episodio vergonzoso. El año 2015 ejercía como colegiado en Andalucía y, "como cualquier persona" –explica en conversación con el ARA–, decidió compartir en las redes sociales una foto con su pareja, que es un hombre. Poco se imaginaba el infierno que tendría que vivir en el siguiente partido, cuando un encargado de material de uno de los equipos se ensañó con él por su orientación sexual y, después de pitar un servicio de córner, le espetó una retahíla de insultos homófobos: desde "maricón de mierda" hasta "lo que tendrías que hacer es quedarte en casa como las mujeres".

Quiso suspender el partido, pero explica que un delegado federativo de la provincia de Cádiz le dijo que no podía hacerlo. "Solo salir al campo un jugador me dice: tú eres un comepollas. Lo expulsé". Después de acabar el partido, un grupo de niños le tiraron piedras. Denunció al encargado de material que lo había insultado, que acabaría recibiendo una sanción económica.

Tenía 20 años, llegó a casa, se puso a llorar y lo compartió en Facebook. El caso se viralizó: era el primer árbitro español que salía del armario. Intentó seguir arbitrando, pero los insultos continuaban. "Ya no solo me insultaban por cómo hacía mi trabajo, sino por mi orientación sexual", recuerda. Los insultos pasaron de las gradas a las redes sociales, donde le llegaron más de 1.500 amenazas de muerte. "Tenía mucho miedo y lo denuncié a la policía", dice. Le asignaron durante un mes presencia policial en su domicilio.

Todavía lamenta no haber recibido el apoyo de la Federación Española de Fútbol, presidida entonces por Ángel María Villar, de la que cuelga el colectivo arbitral. "No hicieron nada. Yo denuncié públicamente el caso en las redes, pero me dijeron que no tenía que hablar de mi privada. Pero ¿qué tenía que hacer? Estaba afectando a mi profesión". Tomillero explica que incluso lo sancionaron bajándolo de categoría.

Al final todo eso fue demasiado y decidió dejar la que era su gran pasión. Necesitó ayuda terapéutica y, siete años después, se plantea volver a arbitrar: "Desde los once años que había hecho de árbitro, es muy importante en mi vida". Sí recibió, entonces, el apoyo del presidente español, Mariano Rajoy, que lo llamó, y otros políticos como Pablo Iglesias. También de clubes como el Cádiz o el Barça, que lo invitó al palco en 2016 en un partido contra el Granada. El odio que recibió lo canaliza presidiendo la entidad Roja Directa Andalucía LGTBI y también promoviendo campañas por la igualdad en el fútbol.

Lamenta, sin embargo, que no haya una evolución, especialmente en el mundo del fútbol. Menciona el tuit de Iker Casillas de hace unos días, en el que el ex capitán de España y del Real Madrid bromeó diciendo que era gay y se sumaron otros futbolistas, como el exblaugrana Carles Puyol. "Esto hace mucho daño, porque prácticamente no hay futbolistas de primer nivel que salgan del armario. Y si la homosexualidad se ridiculiza así por gente que han sido iconos de este deporte, no se avanza". Casillas, por cierto, apoyó a Tomillero en 2016. Un apoyo cosmético.

La impunidad del insulto

"Les redes sociales no necesariamente tienen que hacernos ser más agresivos, pero en las grandes plataformas, como Twitter o Facebook, la visceralidad tiene premio. Y, en el mundo del fútbol, que es muy competitivo, no solo en el ámbito profesional, hay confrontación y polarización. Esto se ha trasladado a las redes sociales. El odio y la confrontación, a menudo, movilizan mucho más que la alegría y la concordia", explica Liliana Arroyo, doctora en sociología y especialista en innovación social digital. "En las redes, además, queda magnificado y se puede sumar mucha más gente en un ensañamiento", añade la escritora del ensayo Tú no eres tu selfie.

Además, en las redes sociales se suma la sensación de impunidad y el anonimato. "Hagas lo que hagas es probable que no tenga ninguna repercusión. Las plataformas se lavan las manos, escudándose en el hecho de que no moderan los contenidos. Pero, en cambio, sí permiten visibilizar el insulto. Internet es como el Far West, no hay normas de convivencia y estas plataformas se alimentan de la economía de la tensión", continúa Arroyo. "En las redes también cuesta tener presente que quien hay al otro lado es una persona y que la estamos hiriendo. También acostumbramos a ser más valientes ante una pantalla", alerta la experta, que también menciona que las redes son un terreno especialmente hostil para las mujeres.

El insulto se convierte en cotidiano en las redes

"El insulto es un tipo de violencia que en las redes sociales se ve cada día", añade Marcela Herrera, psicóloga especializada en el alto rendimiento deportivo. "Los futbolistas, como algunos árbitros, son figuras públicas, y esto hace que estén más expuestos. Muchos pasan tiempos en las redes, y la crítica y el insulto los pueden afectar. Si se pone el foco en los likes o los insultos que recibes, es muy probable que esto afecte a tu sentido de la identidad y que te acabe condicionando el rendimiento", expone.

"Cuando el insulto va más allá y es por una cuestión de raza u orientación sexual, tienen que tener claros que el insulto es por lo que simbolizan, no por ellos mismos. Y, obviamente, ser protegidos por sus clubes", añade Herrera. Tomillero reclama "una ley firme y clara" que los proteja de estos ataques. De los estadios a las redes, el insulto sigue manchando el fútbol.

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