Juegos Olímpicos

El combate de boxeo que ha enfrentado a las dos Cubas frente a frente

Reyes Pla, que compite como español después de pasar por campos de refugiados, ha perdido contra la leyenda cubana La Cruz

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Cruz y Reyes Pla, frente a frente a los cuartos de final del torneo olímpico de boxeo

BarcelonaCuando no ganas por KO, el boxeo entra en un territorio gris. Ahí donde un ojo no experto ve el triunfo de quien ha movido más los brazos, los jueces pueden ver el triunfo de quien se ha movido menos. Muchas veces, ni los mismos expertos en boxeo se ponen de acuerdo sobre quién ha ganado, en los combates igualados. Y Emmanuel Reyes Pla sentía que los jueces le habían robado la medalla olímpica. El púgil cubano con pasaporte español, indignado después de perder en los puntos el combate de los cuartos de final de los pesos pesados, no se mordía la lengua: "Lo han llevado al plano político, no es justo. He sido mejor. Solo Diós puede juzgarme".

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Juzgarte, no. Pero los jueces de boxeo sí que dan y toman triunfos. Y, considerando que quien había pegado mejor no era él, levantaron el brazo de su compatriota Julio César La Cruz para darle el triunfo. En el boxeo olímpico, el mero hecho de llegar a las semifinales ya te da una medalla de bronce, así que con una medalla en juego, dos cubanos se enfrentaban justo ahora que se vuelve a debatir el régimen comunista de la isla. La Cruz es el héroe local. El boxeador que no se ha ido a otro país para ser profesional y se ha quedado en Cuba, donde el boxeo es amateur, para ganar medallas olímpicas y encadenar cuatro triunfos en semipesados en los Mundiales. En 2016 ganó el oro en Río de Janeiro en una categoría donde no tenía rival. De hecho, Reyes Pla, cuando entrenaba con él, llegó a engordarse para cambiar de categoría y ver si los técnicos de la Federación de Boxeo Cubano apostaban por él, puesto que entendía que en la misma categoría de peso que Cruz no tenía mucho que hacer. Encontrarle en un ring olímpico, pues, era poder cerrar el círculo. Era irónico. Reyes Pla se había ido de Cuba en parte para alejarse de Cruz. Y ahora que tenía opciones de ganar medallas, de nuevo le aparecía delante La Sombra, como es conocido, porque en 2020 había subido de los semipesados a los pesados.

Pero mientras Reyes Pla pegaba con pasión, Cruz calculó mejor, con su estilo extraño, en que parece que no defienda el rostro, con la guardia baja, moviéndose de forma hipnótica. El primer asalto lo ganó Cruz. El segundo, Reyes Pla. Y el tercero, donde se decidía todo, fue tenso, entre los gritos de otros boxeadores presentes en la grada. "¡Cuba, Cuba!", se oía gritar contra un hombre que sin Cruz quizás habría estado compitiendo bajo bandera cubana. Quién sabe.

El camino de Reyes Pla ha acabado aquí. Ante un muro conocido. Cruz, siempre él. Y la Sombra ya está en semifinales después de cortar las alas del Profeta, como se llama a sí mismo Reyes Pla. Uno de los numerosos boxeadores cubanos que compiten bajo una bandera diferente, puesto que se han ido al extranjero a buscar suerte. Cada uno, con una historia diferente. Algunos, huyendo de la pobreza. Otros, buscando la riqueza de los contratos en Estados Unidos. Reyes Pla era una de las esperanzas de España de sumar una medalla después de dejar KO a Vassili Levit, un boxeador de Kazajistán, un país donde como pasa en Cuba el boxeo es uno de los deportes más populares. Levit acabó en la lona, mientras Reyes Pla miraba al cielo, buscando la complicidad divina, afirmando que su destino estaba escrito con sangre. "He venido a arrancar cabezas. He venido para ganar el oro y pasaré por encima de quien sea. ¿Decían que venía un tifón a Japón? Ya ha llegado, soy yo. Solo quiero el oro. Respeto a los rivales, pero yo soy el rival a batir" decía antes del duelo contra Cruz, con quien había compartido horas y horas de entrenamientos. "No me importa que sea de Cuba. Si se pone ante mí, caerá. He venido a arrancar cabezas". Su lengua, sin embargo, ha resultado ser más rápida que su cuerpo. Y quien acabó hablando por los codos fue Cruz. "Venceremos, venceremos", gritaba hacia sus entrenadores el boxeador nacido en la preciosa Camagüey, en el centro de la isla, donde su imagen preside la entrada de farmacias, escuelas y tiendas. Junto a las fotos de los hermanos Fidel y Raúl Castro. Ahora que el régimen cubano ha vivido manifestaciones en casa, el triunfo de Cruz era un triunfo político. Y Reyes Pla veía la alargada mano del gobierno de La Habana llegando hasta los jueces del combate. "Lo han politizado", se quejaba él, que estos días ha criticado al gobierno cubano y ha defendido a sus opositores.

Reyes Pla había aprendido a combatir en las calles, claro. En La Habana Vieja, donde los jóvenes crecen entre historias de puños de leyendas como el gran Teófilo Stevenson, campeón olímpico en 1972, 1976 y 1980 en pesos pesados, mientras rechazaba ofertas para ir a hacerse rico a Las Vegas. En Cuba, uno de los placeres es hablar de boxeo. La literatura creada alrededor del boxeo es tan rica que parece poesía. Hasta que ves el combate y te das cuenta de la brutalidad de un deporte que siempre ha sido una vía rápida para salir de la pobreza. A puñetazos. Al final, Reyes Pla decidió abandonar la isla en 2019 aprovechando que tenía familiares en la Coruña y que, al ser deportista, podía volar a Bielorrusia, huyendo de las autoridades cubanas, fingiendo que iba a un torneo. El viaje fue tan largo como duro, puesto que acabó encerrado cuatro meses en un piso de Moscú intentando encontrar la manera de entrar en la Unión Europea. Su periplo lo llevó a un centro de refugiados en Austria, donde rodeado de personas que huían de la guerra de Siria, practicaba como podía el boxeo. Después acabó en otro centro de refugiados en la frontera entre Alemania y Francia, donde tuvo que cerrar los puños para no acabar metiéndose todavía en más problemas con el poco trato amable de la policía francesa. Y, finalmente, llegó a la Coruña, donde vive con su abuela, su padre y su tío, regentando un bar llamado El Cubanito. Los entrenadores de la Federación Española de Boxeo no se acaban de creer que un boxeador que conocían de torneos internacionales les llamara por teléfono. "Estoy en España, quiero competir con vosotros". Y cuando aspiras a medallas, ya se sabe, pasas por delante de otros inmigrantes. En pocos meses, ya estaba en Madrid entrenando con el equipo olímpico. Recuperando el peso perdido en los campos de refugiados y hablando con él mismo, para creerse predestinado al oro y tener más confianza que nadie.

La medalla, sin embargo, no ha llegado. Tampoco el triunfo sobre Cruz. La Sombra sigue hacia adelante y ahora aspira a ser el séptimo boxeador capaz de ganar dos oros olímpicos en dos categorías diferentes. 

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