Jordi Xammar, el medallista en vela que salvaba vidas después de un tsunami
Hijo de un piloto de motociclismo, el catalán, bronce en 470 en los Juegos de Tokio, aprendió a nadar con Sito Pons
BarcelonaCuando tenía 4 años, Jordi Xammar navegó por primera vez. Sus padres tenían un barco con el que se hacían a la mar en el Garraf. Y mientras ellos hablaban, su hijo pequeño salió con uno de los navegantes del CN Garraf. El primer día, Jordi ya pudo controlar a solas un Optimist. "No sabía nadar, me enseñaría más adelante Sito Pons", recuerda el flamante medallista olímpico, bronce en Tokio.
Sí, Sito Pons, el campeón de motociclismo. Jordi Xammar es hijo de Pere Xammar, campeón de España de 250 cc y parte del equipo que preparaba las motos de Sito Pons, amigo suyo. Su madre, Cristina, había sido una de las primeras mujeres en competir en motociclismo. Aquellas vacaciones, entre conversaciones sobre motos, Jordi fue entrando en el mundo de la vela. Tanto, que se obsesionó con competir, a pesar de que sus padres no tenían pensado tener un hijo deportista. Sabían suficientemente bien que es una vida sacrificada, llena de entrenamientos, lesiones y derrotas. Ahora bien, de vez en cuando también se gana. Como en la bahía de Enoshima, donde Xammar se ha sentido bastante bien. "El viento sopla como en casa", explicaba estos días.
La vela siempre ha dado alegrías al deporte catalán. Y a la espera de ver el color de la medalla de los futbolistas clasificados para la final, la primera medalla catalana de Tokio la ha conseguido Xammar en la categoría 470 haciendo dupla con el gallego Nico Rodríguez. Una medalla más, la vela. Siguiendo la tradición de Santiago Amat, bronce en los Juegos de 1932 en Los Angeles, o la plata de Pere Millet en 1976 y el oro de Miquel Noguer en 1980. Xammar une su nombre a los de Natàlia y Begonya Vía-Dufresne, Sandra Azón y Josep Maria Van der Ploeg, y rompe una sequía de unos cuantos años, puesto que la última medalla de la vela catalana era de 2004, en Atenas.
El encargado de ganar una nueva medalla ha sido este navegante de 27 años que lleva toda la vida ensartado en los barcos. Con 10 años ya estaba en los campeonatos de España de Optimist y con 15 debutó en un Mundial de esta embarcación, con la que se inician tantos jóvenes. En 2008, después de ver cómo podía competir en la parte de la clasificación del Mundial de Optimist, decidió hacer el salto a la clase 420, un bote con dos tripulantes. Haciendo pareja con Joan Herp fue campeón mundial juvenil tres veces. Después de un breve periodo compitiendo solo, volvería a navegar con Herp cuando, con 18 años, pasó a la clase 470, con la que seria campeón mundial en 2013 y 2014 y se clasificaría para los Juegos de Rio de Janeiro de 2016, cuando descubrió que "solo ganan medallas los 100% profesionales, con una ética de trabajo diferente".
La experiencia de Rio le marcó. Xammar tenía claro que quería volver más fuerte en unos Juegos para optar a medalla. Y lo ha hecho con Nico Rodríguez, puesto que Joan Herp decidió centrarse en los estudios. Junto al experimentado marinero gallego, poco a poco ha creado la complicidad necesaria para ganar títulos internacionales y, finalmente, esta medalla olímpica. No ha sido fácil, el camino. En 2014 se unió al Club Náutico Cambrils, por ejemplo, pero volvería al CN Garraf en 2020 cuando las promesas de ayudas económicas en Cambrils no llegaron. Las ayudas no siempre han llegado, como el buen viento que hace falta para navegar. Y la pandemia parecía alejar su sueño olímpico.
Salvar vidas después de un tsunami
Xammar, sin embargo, ha llegado a buen puerto, un nuevo episodio en una vida en que quiere seguir navegando, puesto que tiene proyectos para poder hacerlo más allá de la competición. Inquieto como el que más, Xammar las ha vivido de todos los colores. Este mes de mayo, cuando estaba en Granada, salió en bicicleta y encontró agonizando a Elías Matute, un joven que llevaba tres días desaparecido. Mantuvo la calma, le hidrató y se puso en contacto con la Cruz Roja para salvarle la vida a tiempo.
No era la primera vez que ayudaba a salvar vidas. En 2018 estaba de vacaciones en Bali cuando llegaron las noticias del tsunami que se llevó la vida de miles de personas en la isla de Célebes. Xammar lo dejó todo, llenó dos maletas de botellas de agua y ropa para dar y llegó hasta la zona más castigada, donde pasó unos cuántos días ayudando a las ONG a construir refugios y repartir alimentos entre los damnificados.