BarcelonaAl que le guste el fútbol ya sabe que no hay mejor plan para la sobremesa de hoy que el Girona-Barça. Los de Míchel marcaron nada menos que ocho goles a los culés la pasada temporada y, especialmente en Montilivi, exhibieron una superioridad total. Al técnico madrileño se le ha marchado media plantilla titular en verano y está a tres días de una cita histórica ante el París Saint-Germain en la Liga de Campeones, pero el plan y la ambición siguen intactos, según afirmó en la previa: quiere la pelota y no le asusta el sensacional arranque del Barça, con lleno de victorias.
El alemán Hansi Flick, como ya es habitual, se empeñó en no dejar titulares en la rueda de prensa, pero a nadie le importa un bledo mientras siga sumando puntos de tres en tres, sobre todo si el Real Madrid continúa protagonizando escándalos extradeportivos, como la suspensión de todos los conciertos previstos en el Santiago Bernabéu hasta el mes de abril, y si en el campo no aciertan, no ligan, no se gustan, no divierten y todo les cuesta un montón.
Ayer, en la primera parte, la Real Sociedad, sin hacer nada del otro mundo, estrelló dos balones en el palo. Y la segunda empezó exactamente igual. Nos creemos que sabemos de fútbol hasta que el balón empieza a rodar. Quienes aventuraban que el Madrid de Vinícius Júnior y Kylian Mbappé daría un paseo tras otro y que no había para tanto con la ausencia del alemán Kroos comprueban que no es tan fácil, que hay cumbres de forma y estados anímicos, que la intensidad, la concentración, las ganas y el hambre también cuentan y que los cromos quedan monísimos enganchados en un álbum, pero es posible que no cuajen desde el principio.
Lo que más sorprende de los de Ancelotti es la inseguridad que demuestran, la sensación de equipo nervioso, blandito, gris, a medias. Ver al Barça es una fiesta, el Girona una promesa, una esperanza, y el Madrid, de momento, un martirio.
Hay, además, un ruido con Vinícius que ya es imposible de parar y en el que se siguen mezclando su cuestionable comportamiento y el inequívoco racismo que ha sufrido, como si una cosa fuera consecuencia de la otra. En San Sebastián marcó un gol de penalti y forzó otro, pero de lo que se seguirá hablando es de su actitud, porque no está bien ni física ni emocionalmente y aun así es el jugador más determinante. Es carne de cañón y se ha abierto la veda. El ruido le acompañará y no parece que pueda dominarlo. Un suplicio, vaya.