Guerra en Europa

"Ha muerto tantísima gente que el pueblo ucraniano ha perdido el miedo"

Testimonio de Myron Ilchyshyn, historiador ucraniano y encargado de material de la Unió Esportiva Olot

Arnau Segura
4 min
Myron Ilyshyn, sentado a los vestuarios de la UE Olot.

Torelló"Por si todavía estás grabando: no será fácil, pero ganaremos. Slava Ukraini [Gloria en Ucrania]". Antes de despedirse, y después de escribir su nombre en una libreta, Myron Ilchyshyn suelta esta proclama. Sentado en el vestuario visitante del campo del Olot, donde ejerce como encargado del material desde el 2005, habla del futuro, el presente y el pasado. Nació en Ivano-Frankivsk, al este de Ucrania, en 1962. Suspira antes de regresar a la juventud. De aquellos años solo le hace sonreír el fútbol. Se recuerda persiguiendo una pelota por las calles de la ciudad. "Myroslav Stupar, árbitro en el Mundial de 1982, fue entrenador mío", presume. Y dice que pasó la noche de bodas, en 1986, mirando el Mundial de México. Le encanta el fútbol, porque "no es solo chutar la pelota, es el ambiente, es aprender a ser feliz, a estar triste y cabizbajo, a vivir pérdidas y a llorar. Es una vida".

La sonrisa se apaga cuando hace memoria. "A mi madre se la llevaron a Siberia", explica. "A mi madre, mi abuela y tres hermanas más. Las hicieron subir en un tren y fiu, hacia arriba. Perdí el contacto con ellas durante muchos años", añade. "Mi madre nunca ha hablado mucho. Siempre pensaba que alguien la podría estar escuchando. Tenía miedo, sentía pánico. Estaba callada. No decía nada. No empezó a hablar un poco de ello hasta la época de Gorbachov. Antes no lo entendía. Ahora sí", reconoce.

Ilchyshyn se graduó en historia después de hacer el servicio militar en Bielorrusia. "Ahora estos hijos de puta nos están lanzando misiles a nosotros desde allí", dice enrabiado. Su mujer, que limpia el otro vestuario, también es historiadora. Ilchyshyn retoma el hilo: "Es horroroso, una catástrofe. No me imaginaba que esto se pudiera repetir. Hablamos del siglo XXI, eh, no del XX". "Cuando estudias la historia la lees en un libro, tranquilo. Ha pasado esto, esto y esto, aquí, aquí y aquí. Allí no hay sirenas, bombas ni disparos. Aquí sí", añade.

Myron Ilchyshyn.

"La gente solo ve el momento, pero el lío empezó hace 300 años, no ayer. Y el último lío empieza el 91, cuando cae la Unión Soviética. Ahora hemos llegado a un punto final. Y tenemos que ganar", dice. Habla de una guerra decisiva, definitiva: "Si perdemos nosotros, desaparecemos, dejamos de existir. Toco madera. Si se pierde esta guerra se pierde más que una guerra". "Es un momento durísimo, durísimo", repite, incapaz de encontrar sinónimos para retratar la realidad. Estos días vive enganchado al móvil. En parte, su corazón sigue en Ucrania, a pesar de que ya hace casi veinte años que aterrizó en Olot. Llegó a España el 12 de octubre de 1999, con un libro para ir traduciendo al castellano y un visado de peregrino. "Era lo más fácil de conseguir", dice riendo. En Almería, sin papeles, trabajó en invernaderos y también como extra en alguna película, como El misterio de Wells.

Desinformación y ceguera en Rusia

En Ucrania tiene amigos. E hijos y nietos de amigos. "Se pasan horas y horas en el refugio. Una, dos, tres, no sé cuántas. Día y noche". Suspira otra vez. Por parte de su mujer, uno de sus primos continúa en Kiev con la mujer y una hija pequeña: "Se ha quedado con sus padres porque dice que no puede dejar su habitación". Y dos más de la familia están en la guerra: "Uno es médico y el otro está con los cañones y tal". "No sabemos nada. Y de los de Kiev también hace días que no sabemos nada. No nos ha llegado nada malo, y si no hay noticias malas es que todo va bien, espero", dice Ilchyshyn, dubitativo, buscando comprensión. Lamenta la desinformación y la ceguera del pueblo ruso, víctima de la censura.

Y recalca que Vladímir Putin se ha equivocado. "Él y sus militares se pensaban que esto sería un paseo y que en tres días llegarían con los tanques a Kiev o a la frontera con Europa entre aplausos y flores. Y se han equivocado. Querían aplausos y flores, pero no: «Aquí tienes una bala y vuelve a casa». La gente lo dice muy claro: «De aquí solo saldréis hacia la tumba. No hay ninguna otra salida, chiquillos»", explica. "Se ha equivocado, porque ha hecho que todo el país se una como nunca antes. Todo el pueblo se ha levantado", reflexiona.

"Normalmente, cuando cae un misil o una bomba la gente se asusta y huye, pero este pueblo ha dicho: «Yo me quedo aquí, en casa, y defenderé todo esto porque es mío»", explica. Y con una firmeza que asusta, añade: "Cuando muere una persona es una tragedia; cuando mueren dos, también; pero cuando empieza a morir tantísima gente, tantas mujeres, tantos niños, tanta gente mayor, llega un punto en el que toda persona normal y corriente dice: «De acuerdo, ya está, ya no tengo miedo». La gente ha perdido el miedo. El miedo ya no existe. Ha llegado un momento en que se ha cambiado la mentalidad y ahora todo el mundo ha pasado de pacífico a guerrero. Todo el pueblo son guerreros. La gente lo dice claro: lucharán hasta el último soldado raso, hasta el último civil. «Putin, si quieres acabar con este país tendrás que matarnos a todos»". "Y esto es muy triste, porque allí todavía hay mucha gente", remarca. Y suspira de nuevo.

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