Alcaraz 'mata' al último padre en Nueva York
El tenista murciano se clasificó para la final del US Open tras derrotar a Novak Djokovic en tres sets
BarcelonaLa generación de Carlos Alcaraz y Jannik Sinner se ha hecho merecedora de ser considerada la sucesora de la histórica generación de Roger Federar (retirado en el 2022), Rafa Nadal (retirado en el 2024) y Novak Djokovic. El serbio es el único que aún se resiste a dejar de estar presente para convertirse en historia. Los resultados le dan cierto apoyo mientras su cuerpo acumula quejas y tacos. Pero Alcaraz y Sinner no tienen piedad ni de los 'padres' profesionales. El tenista murciano derrotó a Djokovic por 4-6, 6-7 (4) y 2-6 en 2 horas y 23 minutos para adquirir un billete para la final del US Open (contra Sinner, evidentemente) sin la necesidad de gastar su bala más letal contra el ganador de 24 Grand Slams: alargar el tiempo. El partido dejó argumentos para que Djokovic reflexione sobre su futuro.
El duelo, más allá de las descomunales cualidades tenísticas de ambos, era cuestión de juventud contra vejez. 22 años contra 38. Un partido al mejor de cinco sets disputado a primera hora de la tarde de un día de finales de verano en Nueva York puede convertirse en una tortura para alguien que necesita saborear el triunfo mucho antes de que se enciendan las luces de la fiesta, cuando lo más probable es que todo sea derrota. Alcaraz, consciente de ese temor de Djokovic, le asustó consiguiendo un break cuando algunos todavía no habían puesto en marcha la televisión. El resto del primer set fue un guion escrito por alguien que no cree en los giros dramáticos. 4-6 para Alcaraz para gritarle a Djokovic que si quería otra final de Grand Slam únicamente le quedaba aferrarse al sufrimiento físico.
Pero el serbio, gato viejo, hizo lo mismo que el joven para empezar el segundo set: break. La diferencia es que cuando Djokovic tenía a Alcaraz en su momento más débil del torneo, con un 3-0, le permitió levantarse del barro y el set quedó empatado. El murciano acabó imponiéndose en un tie break de puntos largos y precisos en los que se expusieron las carencias físicas de un Djokovic que, cuando la aventura se pone intensa en este momento crepuscular de su carrera, las piernas le van al ritmo de un Ford Fiesta y la mente al de un Porsche Cayenne. La frustración hace el resto.
Conocedor de esa emoción de su rival se presentó Alcaraz en el tercer set. La fruta estaba madura. El murciano no había perdido ningún set en este US Open y se presentará en la final del domingo en las mismas circunstancias: sin haber perdido ninguno. De nada sirvió que el público del Arthur Ashe animara a Djokovic como si fuera un estadounidense debido a las ganas de obtener una recompensa más alargada a cambio de su entrada. El paso del tiempo es la mayor crueldad de este mundo y Alcaraz fue el verdugo más inhumano.