BarcelonaLa mejor noticia para el Real Madrid es que Vinícius solamente lo fue contra el Valencia por marcar un gol con el pecho y otro ajustado al palo. Después de lo que sucedió la temporada pasada en Mestalla, el de ayer no era un encuentro más, sino uno marcado en el calendario, sobre todo por ciertos medios de comunicación a los que el resto deberían señalar por irresponsables, cuando no indignos, para la profesión.
Todos tienen intereses, cuentas que cuadrar, muchas crisis por solucionar, juntas de accionistas a los que agradar y un público determinado al que convencer para que compren, se suscriban o cliquen en sus noticias, pero hay límites que no deberían sobrepasarse porque inflaman los ánimos y alimentan el odio.
Vinícius no tiene por qué caerle bien a todo el mundo; personalmente me pone nerviosa su gesticulación exagerada y sus continuas faltas de respeto a los rivales, pero en el estadio del Valencia le gritaron mono y no era la primera vez. También le pasó en el del Atlético de Madrid y la Fiscalía archivó el caso porque los cánticos “duraron solo unos segundos”.
Si no eres afrodescendiente, como sucede con la mayoría de los que escribimos o hablamos en los medios, sería recomendable formarse en el antirracismo e intentar empatizar con el impacto que las actitudes racistas tienen sobre quienes las sufren. Apuntarle en portadas, señalarle como a un enemigo, afirmar que su testimonio o experiencia –cuando además algunas han sido públicas– no sirven porque se tira dentro del área, vocifera al árbitro o hace bicicletas para humillar a un compañero, es de miserables. Miserables racistas, concretamente, porque no hay justificación alguna para que te griten mono.
Ojalá Vinícius hablara con Carles Puyol, o con quien sea que tenga dos dedos de frente y, sobre todo, les escuchara. Ese es su trabajo privado para evolucionar profesional, pero sobre todo personalmente. El de los medios de comunicación deportivos es denunciar sin descanso cualquier actitud racista, xenófoba, homófoba y/o machista en los campos de fútbol porque son un caldo de cultivo, un excelente termómetro, un espejo en el que vernos reflejados como sociedad. Y Vinícius no es un ejemplo de comportamiento, pero es inaceptable dudar de que ha sido una víctima.