Volver a nacer en la montaña: el milagro de Marc Sellarés
Este 20 de junio hace un año que Marc volvió al Pas dels Gosolans, el lugar donde su vida cambió por siempre jamás
De repente, todo se volvió negro. Después de caer 200 metros montaña abajo, a más de 60 km/h, Marc perdió la conciencia. Del accidente, y de todo lo que pasó después, él no recuerda nada. En cambio, Anna, su pareja, y David, el GRAE que coordinó su rescate, no lo olvidarán nunca. "El 4 de enero de 2020 quedé con Carles y Aitor para ir a escalar sobre hielo. Nuestra intención era salir por arriba del canal y bajar por el otro lado. El día se alargó, se hizo oscuro y decidimos cambiar y bajar por un sendero. «Será más fácil», pensamos. Yo había pasado cincuenta mil veces por ahí, pero esa vez resbalé", relata Marc.
La vida de Anna cambió cuando descolgó el teléfono a Carles, hacia las diez de la noche de ese 4 de enero. "Me dice: «Anna, ¿estás sola? Marc ha caído y no lo encontramos». Me mareé y caí al suelo de golpe. Lo daba por muerto. Hacía dos horas que lo buscaban, era negra noche... Yo ya lo enterraba", confiesa. A partir de ahí, los recuerdos se difuminan. "Sé que mi madre me llevó muchas bolsas de Ikea y las llené todas de vómito en el trayecto hasta la montaña. Yo le estaba haciendo el entierro. Miraba al cielo y pensaba: «No puede ser que estés ya allí arriba». No paraba de llamarlo. «Sé que me estás escuchando. No pararé de llamarte hasta que me cojas el teléfono», decía".
Ella, sin embargo, no fue la primera persona en enterarse de que Marc había caído montaña abajo en el Pas dels Gosolans y no había manera de encontrarlo. Ricard Balaguer, bombero del Grup de Recolzament d'Actuacions Especials (GRAE), fue quien recibió la comunicación de alerta instantes después del accidente. Carles, con la cabeza fría después de ver resbalar a Marc, dio el primer paso para salvar la vida de su amigo. "Era muy probable, teniendo en cuenta la posición que teníamos de caída, que Marc estuviera muerto. Conozco mucho el Pas dels Gosolans y, viendo la zona, podía haber bajado muchos metros montaña abajo. Enseguida nos movimos porque, si había quedado malherido, había que actuar rápido", explica el GRAE, que había estado transitando por esa zona días antes y era consciente del estado de la nieve. "Cuando recibo la llamada mi cerebro dice: «Este chico ha muerto», pero paralelamente tengo el pensamiento de que, si está vivo, está grave. Esta imagen es la que me vino a la cabeza cuando lo vi".
Durante las dos horas que la pareja de GRAE necesitaba para llegar al lugar del accidente, Carles y Aitor no pararon de buscar a Marc, sin éxito. "Cuando llegamos, nos coordinamos en dos equipos de dos. Al cabo de cinco minutos, encuentran el frontal de Marc y más adelante el piolet. En ese momento, Gerard, mi compañero, traza una trayectoria intuitiva que nos permite encontrar a Marc enganchado al único árbol que había en toda la zona. Si hubiera dado un paso más o uno menos, habría ido montaña abajo. Tenía el casco trinchado, un golpe muy fuerte en la cabeza y una inconsciencia tremenda", recuerda Ricard, que se encargó de cavar una plataforma en la pendiente donde poder transportarlo cuando llegaran los refuerzos, mientras Gerard intentaba que Marc reaccionara. A pesar de que estaba encima de la mesa la opción de hacer un punto caliente para pasar ahí la noche, la gravedad de la situación de Marc lo descartó categóricamente.
Una vez llegados más efectivos, era el momento de desengancharlo del árbol, con máxima precaución, y bajarlo de la montaña. "Cinco GRAE, todos abrochados a la litera, bajaron a Marc hasta las furgonetas para evacuarlo, pero, cuando bajamos, no tenemos la ambulancia, puesto que no puede llegar por las condicionas de nieve. Acabamos improvisando con una de las furgonetas del GRAE y con la litera atravesada. Lo que más nos preocupaba era el control del oxígeno. Yo creo que le suministraron hasta cuatro botellas de oxígeno durante una hora y pico". Esta fue una de las claves que le salvó la vida.
"Cuando recibo la llamada de Carles en la que dice que lo han encontrado, pregunto: «¿Está vivo?» Y él me dice: «Responde». Para mí fue... Nunca había celebrado tanto un gol [ríe]. Yo empecé a pensar que ya estaba, que estaría un par de días en el hospital. Nos hicieron ir al Hospital de Puigcerdà por la gravedad de las heridas de Marc. Cuando vi la cara de Aitor y de Carles, se me cayó el mundo encima. Los dos estaban destrozados y me abrazaron y me dijeron: «Lo siento mucho». Marc era un politraumatismo de pies a cabeza, pero ellos se centraban en su cabeza. Tenía un traumatismo craneoencefálico muy grave y esto se les escapaba de las manos. Lo tenían que volver a trasladar en helicóptero urgente a la Mútua de Terrassa", recuerda Anna, que perdió la noción del espacio y el tiempo hasta que lo vio cuando lo trasladaban desde el helicóptero. "Estaba enganchado a muchas máquinas. Nos notificaron que iba directo a la UCI. Nos dieron a Marc como vegetal y nos dijeron que estaría más de un mes en un coma inducido".
La fuerza de Marc, "nunca vista"
El tiempo se paró. Los días pasaban pero Marc no se despertaba. Cada día la misma rutina. "Nos levantábamos a las cinco de la mañana e íbamos hacia el hospital. A las 7.30 horas lo podíamos entrar a ver hasta las nueve. Después hasta las doce y media teníamos que estar ahí esperando porque no podíamos subir y bajar. A las diez y pico de la noche volvíamos a casa. Adelgacé 8 kilos..." Ese infierno duró 10 días. "Vino el médico y nos dijo: «Marc se nos quiere despertar». Tuve un momento de euforia pero en realidad tenía mucho miedo. No sabía qué nos podíamos encontrar", relata con los ojos vidriosos Anna.
"Cuando se despertó yo fui la primera en entrar en la habitación. La enfermera le preguntó: "¿Quién es ella?" Él se me quedó mirando, se le iluminaron los ojos y dijo: «Marta». Yo no me lo podía creer, no sabía quién era. Me di la vuelta y empecé a llorar. Fue cuando nos prepararon a la familia porque no sabían cómo respondería su cabeza", se sincera Anna. Lejos de acabarse, la pesadilla empezó. Marc no era el de siempre. Después del fuerte golpe en la cabeza, los coágulos se fueron deshinchando muy poco a poco, las nueve costillas que se rompió también iban solidificándose, mientras el resto de huesos rotos y heridas se iban curando, pero la recuperación de su cerebro iba muy lenta. Empezó a recordar a sus familiares, pero no sabía nada. "Era enseñar a un niño pequeño. Se hacía caca y pipí encima, aprendió a andar, a mantener el equilibrio... Todo de nuevo y en muy poco tiempo". Una semana antes de que se decretara el confinamiento por el covid, Marc recibió el alta.
La rehabilitación pasó a ser el día a día de Anna. "Nos dijeron que tenía que ir interno a la Guttmann y la logopeda nos dijo que se recuperaría al 100%. Con los años que tenía ella de experiencia no había visto nunca una fuerza de voluntad tan bestia como la que tenía él. Llegó el covid y a mí me pilló con una persona en casa que no era la persona con quien yo llevaba 14 años. Fue un drama el confinamiento, y toda la rehabilitación que tenía que hacer en la Guttmann la tenían que hacer desde casa. Me necesitaba todo el rato porque él se agobiaba", recuerda Anna, que ahora mira hacia atrás y se sorprende de todo lo que vivieron. Las primeras semanas en el hospital y la complicada rehabilitación en casa lo volvieron a la vida, y mejor que nunca. Con ninguna secuela o cicatriz, el 20 de junio de 2020 volvió al lugar del accidente con los suyos. "No subí escalando, iba con el brazo escayolado. Me moría de ganas de subir ahí arriba".
La vida les ha cambiado por siempre jamás. Marc dejó su trabajo de arquitecto y ahora se centra en "hacer lo que lo hace feliz de verdad". Anna también lo tiene claro: "Este accidente nos ha unido mucho. No te das cuenta de cómo realmente aprecias a alguien hasta que estás a punto de perderlo o lo pierdes. Vivimos en un día a día frenético, en un estrés constante por el trabajo. Lo relativicé todo. Antes salía del trabajo tarde porque tenía que hacer cosas y ahora no, ahora me quiero ir a casa, abrirme una cerveza y estar con Marc. Ahora lo aprovechamos todo. El hecho de decir cada día «te quiero» a la persona que tienes al lado no tiene precio".