Especies amenazadas

La lucha por la supervivencia del orangután, uno de los animales más raros del planeta

Actualmente, estos simios sólo habitan el norte de la isla de Sumatra y en Borneo, y las estimaciones apuntan a que quedan poco más de 50.000 ejemplares por los efectos de la agricultura a escala industrial

Especies amenazadas
Gemma Freixas
31/08/2025
5 min

SumatraLo divisamos sobre un árbol, una buena mata de pelo rojizo de brazos larguísimos moviéndose con parsimonia de una rama a la otra. Con ojos embobados, seguimos como el macho orangután bajaba por el tronco, los pies se cogían como si fueran manos, el cuerpo colgado como el de un trapecista; movimientos seguros, pausados, nada que ver con el ajetreo de otros simios. Tocó al suelo y empezó a andar sobre las cuatro extremidades a pocos metros de nosotros. Enorme, majestuoso, indolente, y se dejó admirar por unos instantes más antes de perderse entre el bosque. Nos quedamos inmóviles, emocionados, paladeando la imagen en silencio. ¡Lo habíamos visto! Habíamos podido contemplar a uno de los animales más raros y en peligro de extinción del planeta: el orangután, el hombre del bosque en lengua malaya, el Pongo Abelii, según la taxonomía.

Un orangután de Sumatra.

Los científicos dicen que humanos y orangutanes compartimos el 98% del genoma. Son de los primates más inteligentes, se les ha observado utilizando herramientas para obtener comida o cruzar ríos, utilizar plantas para curarse o emplear hojas para amplificar el sonido de la boca para intimidar a los rivales. También se ha descubierto que tienen un código gestual que podríamos llamar lenguaje para comunicarse entre ellos, incluso hacen vocalizaciones similares a la risa cuando juegan, se persiguen y se hacen cosquillas.

A diferencia de los humanos, y de otros simios, no conviven en grupo, son básicamente solitarios. Están con la madre los primeros ocho años de vida. El padre no interviene en la crianza, lo aprenden todo de ella: cómo moverse por la copa de los árboles, qué frutas u hojas deben comerse, cuáles deben evitarse, cómo hacer el nido para dormir... Una vez superado este período, los adultos pasan la mayor parte del tiempo solos. Pueden sobrevivir más de treinta años y los machos llegan a pesar hasta noventa kilos y crecer una altura de un metro y medio.

El orangután es el único gran simio que habita en Asia y antiguamente su hábitat se extendía por las selvas de China, de Vietnam, de Java, pero ahora sólo se encuentran en el norte de la isla de Sumatra y en Borneo, y cada año hay menos. Es difícil establecer la población actual, pero existen estimaciones que hablan de que quedan poco más de 50.000 ejemplares. La razón principal de este espectacular declive es la pérdida de hábitat por culpa de la agricultura a escala industrial y especialmente por la producción del aceite de palma. Se han arrasado miles y miles de hectáreas de bosques tropicales en Indonesia y Malasia para plantar palmeras para producir este aceite tan solicitado en la industria alimentaria, la cosmética o como biocombustible. Esta expansión a gran escala de la actividad humana se ha traducido también en un aumento de la caza furtiva para eliminar a los animales que entran en los cultivos.

Un orangután en cautiverio. En los últimos años ha aumentado la caza furtiva para eliminar a los animales que entran en los cultivos.

Dentro de un santuario protegido

Las plantaciones de palmeras de aceite llegan hasta las puertas del propio Parque Nacional de Gunung Leuser, santuario protegido de más de siete mil kilómetros cuadrados situado en el norte de la isla de Sumatra, donde vive el macho orangután que hemos contemplado maravillados. "Incluso plantan en terrenos dentro del Parque Nacional" nos dice enfadado el Fajar, el guía oficial que nos ha acompañado en el recorrido. "Las autoridades hacen la vista gorda, todo el mundo mira hacia otro lado", exclama con indignación.

Las autoridades indonesias no sólo miran hacia otro lado, sino que protegen con celo una industria capital para la economía del país que proporcionó en 2023 más de 39.000 millones de dólares y que emplea a 17 millones de personas, ya que Indonesia es el primer exportador mundial.

Paseando por los alrededores de Batu Katak, un pueblo situado en el umbral del Parque Nacional de Gunung Leuser, lo podemos comprobar. Caminamos por una carretera estrecha en medio de miles de palmeras alineadas. Encontramos a unos trabajadores que acarrean alrededor de un montón de manojos recién recogidos. Cada muchedumbre de nueces rojas son levantadas con un gancho –parecen pesar bastante– y cargadas en la caja de un camión. Cruzamos unos saludos de cortesía con ellos, intentamos saber si trabajan por cuenta propia por otros, pero no conseguimos entendernos. Nos despedimos con sonrisas.

Una vista panorámica del Parque Nacional de Gunung Leuser.

Más adelante, siguiendo por la misma carretera poblada de palmeras alineadas, se detiene una moto y se dirige el Samuel. En Sumatra todo el mundo tiene ganas de practicar el inglés que sabe con los extranjeros que encuentra. Samuel es un trabajador de uno de los pocos hoteles de la zona, hijo del territorio, y nos explica que trabajar en los campos de palmeras resulta mucho más productivo que hacerlo en las antiguas plantaciones de caucho, exige menos dedicación, ya que no es necesario recoger cada mañana la leche de los árboles. Muchos agricultores han reconvertido sus tierras porque hay menos trabajo en la producción y les sale más rentable. Cada diez o quince días la palmera ya tiene a punto un rebaño de nueces maduras y rojas para cosechar y llevarlas al molino. Hay plantaciones en las que las condiciones de trabajo son muy buenas, nos destaca Samuel, el gobierno proporciona casa a los peones, y también escuela gratuita para los dos primeros hijos; por eso están proliferando por todas partes pequeñas colonias de casas para los trabajadores del aceite de palma.

Un trabajador recogiendo frutos de la palmera de la que se extrae este producto en el pueblo de Batu Katak, en Sumatra.

Asegurar el futuro

Esta expansión arrolladora de la actividad humana hace retroceder a la fauna. La reducción del hábitat provoca que las poblaciones de orangutanes, y de otros animales en peligro crítico de extinción como el tigre de malaya, el pangolín o el rinoceronte de Sumatra se segmenten y se aíslen. Para que los orangutanes puedan sobrevivir a la naturaleza es vital que quede bosque suficiente que les proporcione alimento. Más de trescientas variedades de frutas forman parte de su dieta y necesitan poder pasar de una parcela a otra para garantizar las oportunidades de reproducción y variedad genética.

Para conseguir que estas necesidades vitales se respeten y garanticen se encuentra Batu Kapal Conservation, una fundación creada por una pareja de australianos en 2013 que trabaja en una zona de amortiguación de vida silvestre en tierras privadas adyacentes al Parque Nacional de Gunung Leuser, declarado Patrimonio de la Humano.

Contactamos con ellos, y por correo electrónico nos explican que su propósito es crear un corredor de vida silvestre entre el Parque Nacional y las tierras particulares para reconectar los hábitats de los orangutanes. Tienen un programa de voluntariado en el que se hace un seguimiento y cartografía con GPS la zona, los hábitats, los árboles y las rutas de los animales para elaborar una lista completa de especies de fauna y flora. El proyecto de Batu Kapal busca además fomentar actividades agrícolas y de ecoturismo en la zona que tengan impacto mínimo en el territorio con programas de reforestación y vivero de árboles, cursos de inglés y de capacitación para mujeres y niños, y de concienciación ambiental para la población local.

Desafortunadamente, Batu Kapal Conservation es una anécdota. Pese a que hace treinta años que se promulgó la ley de conservación de Indonesia que prohíbe explícitamente dañar, capturar o comerciar con orangutanes, su aplicación es mínima, las penas de prisión son exiguas y las multas ridículas. Está claro que la protección de la vida silvestre no está dentro de las prioridades del gobierno indonesio, como tantos otros en el mundo. No lo tienen fácil los orangutanes para sobrevivir en el mundo mientras no cambie la mentalidad extractiva y depredadora de los humanos.

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