¿Qué ocurre si algo que utilizaba tu abuelo, de 5 euros, aparece en una pasarela de moda por 1.000?
Desde la década de los ochenta y bajo el paraguas posmoderno, se inició la tendencia generalizada en moda –y en todos los ámbitos creativos–, de recuperar múltiples estilos y fusionar tradiciones, envuelta en la bandera de la multiculturalidad. Pero, lo que podía verse como un intento por romper con el eurocentrismo dominante y hacer valer otras realidades, escondía nuevos dejos coloniales. La mayoría de marcas de moda, desde Yves Saint Laurent a John Galliano, entretejían de forma compulsiva y desacomplejada diferentes culturas como meros ejercicios estéticos, al turno que desatendían su herencia histórica y profundidad idiosincrática. Como quien acude al supermercado de la inspiración y pone dentro del carro referencias mayas, toques de japonismo y detalles de alguna cultura africana, para singularizarse a través de la autenticidad, en un mercado excesivamente saturado, contradictoriamente, con una autenticidad basada en préstamos culturales de estereotipación acartonada.
Afortunadamente, sin embargo, de un tiempo a esta parte, ciertos sectores han tomado conciencia y reclaman una relación entre las partes basada en el respeto, el trato igualitario y el beneficio bidireccional. Partiendo del rechazo a estas prácticas, me planteo cuál es la posición a adoptar, ya que tampoco podemos obviar que, desde que el filósofo Marshall McLuhan nos habló de la "aldea global", vivimos en un mundo globalizado donde cualquier información se viraliza por todas partes en cuestión de segundos. ¿Podemos establecer límites reales y claros entre la apreciación y la apropiación cultural? En las recientes propuestas de moda, dos marcas han ejemplificado esta cuestión.
El primero de los casos proviene de la marca italiana Prada, acusada de apropiación cultural por haber incluido unas sandalias Kolhapuri chappal, originarias de la India medieval y con Indicación Geográfica Protegida (GI tag). El diario Indian Express se posicionó sobre la cuestión: "¿Qué pasaría si algo que utilizaba tu abuelo, con un coste de unos cinco euros, apareciera en una pasarela internacional de lujo como una sandalia contemporánea con un precio de más de 1.100 euros, sin mencionar su fuente cultural original?" Por otra parte, Kolhapuri chappal es un calzado tan extendido que lo podemos encontrar en cualquier tienda de barrio, al igual que la alpargata de esparto de herencia mediterránea o las chanclas de dedo del Antiguo Egipto.
Paralelamente, la casa Dior, con un recién estrenado Jonathan Anderson al frente, ha lanzado una nueva versión del icónico bolso Lady Dior, con claras referencias andinas a través de la incorporación de unas borlas de hilo hechas con artesanías ancestrales. La casa francesa ha encargado la versión de este bolso a la prestigiosa artista estadounidense Sheila Hicks, quien vivió durante un tiempo en Chile para comprender con profundidad las comunidades indígenas. Hicks, en este caso, nos aporta una visión más cercana a la antropología que a la estética, recogiendo la idea del tejido como lenguaje comunicativo entre las mujeres andinas. Si bien esta propuesta parte de un conocimiento de la cultura mucho más cuidadoso que en el caso de Prada, ¿es lícito que sea una artista norteamericana a través de una marca francesa quien hable a través de la tradición andina y esta marca se enriquezca a su costa?
Es francamente muy complejo encontrar el posicionamiento adecuado con el que dialogar con otras culturas sin caer en el saqueo cultural, pero, por otra parte, decir que no podemos tomar inspiraciones más allá de nuestras fronteras geográficas no es ni orgánico ni realista y sería como poner puertas al campo. ¿Está claro que el respeto, la consideración y el reconocimiento deben regirnos siempre, pero, en última instancia, por respetuosa que una marca quiera ser con una tradición, ¿puede escapar de la apropiación cultural ante la imposibilidad de dejar de pertenecer a una cultura privilegiada y de tener como objetivo final el enriquecimiento dentro del sistema capitalista? Yo, llegados a este punto, todavía no tengo respuesta.