Memoria Histórica

Los recuerdos de una de las últimas exiliadas catalanas de la Guerra Civil

Isabel Sarrà, de 89 años, aún recuerda cómo en 1939 huyó de Europa hasta Chile con sus padres, huyendo de Franco y de Hitler

IIsabel Sarrà y Carbonell
10/05/2025
8 min

SabadellEl primer recuerdo que tiene Isabel Sarrà y Carbonell (Sabadell, 1935) es un barco pintado de color gris. Era el SS Massilia, que salió del puerto francés de La Rochelle el 19 de octubre de 1939 con un montón de refugiados republicanos españoles que huían de la guerra. Ya habían escapado primero de Franco, y ahora les tocaba huir de Hitler. Fue un viaje en el que un submarino alemán les persiguió. Isabel recuerda el viaje tomando un vichy en la elegante cafetería del Hotel Urpí de Sabadell, donde se aloja siempre que puede volver a su ciudad natal. Después de décadas viviendo en Chile, en los últimos años ha ido volviendo a Cataluña. Ella es una de las últimas exiliadas catalanas de la Guerra Civil.

Isabel nunca ha dejado de hablar catalán. Algunos de sus descendientes han dejado de hablar la lengua en Chile, y otros todavía la dominan. "Yo les hablo catalán a todos mis sobrinos, y me entienden. Pero como se han casado con chilenas y chilenos, se ha ido perdiendo", dice. Hace unos meses participó en un encuentro de descendientes de republicanos sabadellenses y cuando vio que algunos no dominaban bien el catalán porque le habían dejado de hablar, frunció la nariz. "En casa, el sentimiento catalán era muy importante", dice la hija de Salvador Sarrà y Serravinyals (Sabadell, 1902 - Santiago de Chile, 1965), político, empresario, futbolista y escritor. Sarrà era un hombre muy activo: era también militante de ERC, concejal de Cultura de Sabadell y fundador del centro excursionista local. Una de sus grandes causas fue fomentar la educación y la lectura entre la gente humilde, potenciando clubs de lectura y escuelas. Durante la Guerra Civil, ocupó cargos en la Generalitat antes de marcharse al exilio atravesando la frontera a pie con su esposa Emilia Carbonell y sus cuatro hijos: Claudi, Salvador, Isabel y Arnau. El Salvador fue internado en el campo de Argelès, pero gracias a la ayuda de los sabadellenses Francesc y Eduard Graells, que hacía tiempo que residían en Masamet, pudo salir. Sarrà volvió a Argelers porque allí seguía su amigo Josep Esteve. Había prometido no dejarlo solo y, juntos, huyeron saltando las alambradas, con la ayuda también de los Graells. Sarrà pudo reencontrarse con su familia. Vivió primero en Orleans y después en Chartres. Allí pudo conocer a Jean Moulin, seguramente el mayor héroe de la resistencia francesa, asesinado por los nazis en 1943. "Se conocieron y siempre dijo que Moulin nos había ayudado mucho", dice Isabel, que conserva cartas en las que el padre habla de aquel hombre de acción que simpatizó con la causa republicana española. Isabel no recuerda nada de estos hechos, era demasiado pequeña. Pero sí recuerda el orgullo de su padre cuando decía que había conocido a Moulin, uno de los grandes héroes franceses.

Emilia Carbonell y Salvador Sarrà con sus hijos Salvador, Arnau e Isabel en 1939.

Durante unos meses, los Sarrà pensaron que podrían quedarse en Francia, pero cuando Hitler atacó, tocaba huir de nuevo. Y por suerte fueron a tiempo de encontrar pasajes a bordo del SS Massilia, barco que hacía la ruta Burdeos-Buenos Aires. Aquel sería el último viaje del barco, porque poco después pasó a ser utilizado como barco hospital por los nazis. "El barco estaba lleno de catalanes y de políticos republicanos. Recuerdo que había un señor llamado Coromines", dice Isabel, seguramente en referencia al filólogo Joan Coromines i Vigneaux (Barcelona, ​​1905-1997), que pasó muchos años exiliado en Argentina. "Los adultos hablaban de la guerra, de lo que habían vivido. Era lo que les había marcado. Siempre hablaban del día que podrían volver, muchos creían que algún día todo acabaría", recuerda esta mujer que entonces era una niña de cuatro años que siempre que podía, corría por la cubierta del barco, fascinada con lo que veía.

Una vez en Buenos Aires, los Sarrà cruzaron los Andes hacia Chile cogiendo el Trasandino, un tren que dejó de funcionar en 1984. "En Santiago no conocía a nadie, aunque sabía que otros catalanes habían ido. Pensaba que podría encontrar trabajo con la formación que tenía. Y así fue, nunca le dio trabajo, no encontró trabajo bien rápido." El primer trabajo lo encontró de una forma particular. "Nosotros no teníamos familiares en Chile. Pero por suerte había un Centro Catalán muy bien organizado. Y siempre que llegaba un grupo de refugiados a la estación de tren de Mapocho, enviaban a alguien que se ponía a preguntar en voz alta si había catalanes. Cuando nosotros llegamos, lo oímos y estuvimos días en un hotel. Nos llevó un hotel. Ens ho va pagar el Centre Català. Quan el pare va trobar feina més endavant, va voler tornar els diners d'aquelles nits d'hotel. Vam trobar una casa al carrer Independència de Santiago, a prop del cementiri; una casa baixa –recorda–. El meu pare es va posar a treballar el dia següent. En un dia ja tenia feina gràcies al Centre Català. Hi havia un senyor, el Margarit, que en saber que buscava feina, li va aconseguir una amb els Givi, uns fabricants de maletas. Después encontró trabajo en una empresa de hilaturas argentinas y finalmente, en el sector del vino. Conoció a unos viñedos que tenían bodegas, pero que querían crear una sociedad para exportarlo y mi padre entró en el proyecto. Él fue gerente y socio. Curiosamente, en casa no le gustaba el vino. Tomaba un poco el domingo y bastante", afirma. El Salvador fue uno de los fundadores de la empresa Exportadora de Vinos, Convic. Ltda. viñedos y bodegas, que le hacían pensar en aquellas cuartelas vallesanas que Pere Quart había incluido en sus poemas. Porque en Santiago de Chile fueron a parar muchos catalanes, entre ellos muchos miembros de la Colla de Sabadell, como el poeta Joan Oliver (Pere Quart) o el escritor Francesc Trabal. "Todos entraron en el Centre Català, que ya existía desde hacía décadas. Se hacían charlas, Jocs Florals... todo en catalán. Fue una suerte encontrar a esa gente", dice Isabel, triste cuando recuerda que el Centre Català de Santiago ya no existe.

Isabel Sarrà junto a su sobrino Claudi Sarrà Loyola, que dejó Chile hace años y vive en SantCugat del Vallès. Juntos han recorrido Cataluña en los últimos años.

"Gracias al vino, encontró un buen trabajo. Entonces, en Chile había familias de origen vasco con muchas tierras y bodegas, familias que fueron también importantes en el ámbito político, como Ochagavia o Zañartu". Pero también había catalanes que habían llegado a inicios del siglo XX y que habían comprado tierras y viñedos. "Y ellos fueron clave en mejorar los vinos y, especialmente, en exportarlos. Contrataron a mi padre al ver que era un hombre con sensatez. Era gente ya veterana, mi padre se veía joven a su lado", recuerda Isabel, que intenta hacer memoria recordando a aquellos catalanes. "Ollé, Martí, Mir....", va diciendo. Con el paso de los años, los Sarrà entendieron que Franco no caería y que no podrían volver a Catalunya. "Cuando llegó la noticia del fusilamiento de Lluís Companys, el padre quedó muy triste. Habían entrado en ERC juntos y eran amigos", explica.

"El padre recibió propuestas para tener cargos políticos, pero ya no quería saber nada de la política", añade Isabel. Sólo aceptó ser representante en los organismos oficiales de exportación de Chile, en los que viajó por muchos países para abrir nuevos mercados, aprovechando la calidad de los viñedos chilenos, que no habían sufrido la filoxera. Entonces ya había entendido que no volvería a Catalunya. Tocaba hacer vida en Chile, donde sus hijos iban a hacer camino. El hijo mayor, Salvador, llegó a ser un médico importante, y fue precursor de la geriatría y de la gerontología en Chile, donde murió en el 2023. Arnau siguió en el sector del vino, como el padre. Y el tercer hermano, Claudi, trabajó en la misma fábrica de maletas donde el padre había encontrado su primer trabajo, aunque después se marchó a una empresa de ropa industrial en la ciudad de Talca. Su hijo Claudi Sarrà Loyola, conocido por todos como Claudiet, acabó viniendo a vivir a Catalunya, en Sant Cugat del Vallès, donde se ha convertido en el mejor guía por Isabel cuando ella vuelve. "He podido conocer toda Catalunya, lugares como Tarragona con esas ruinas", dice Isabel. ¿Y qué hizo con su vida Isabel? "Mi padre no quería que trabajara. Pero una vez murió en 1965, estudié decoración. Y pude volver así a Sabadell por primera vez, porque vine a estudiar a la Autónoma en 1967. Mi padre no habría dejado volver con Franco al poder, pero yo quería estudiar. Después trabajé en una empresa de muebles muy importante, aquella de Agua Agua. Ltda., fundada por una estirpe catalana importante, la del primer alcalde republicano de Barcelona, ​​Jaume Aiguader i Miró. Con los Aguadé, Isabel hizo de secretaria y pudo diseñar muebles antes de jubilarse. A Isabel, por cierto, tampoco le gusta mucho el vino.

En los últimos años, ha ido regresando a Cataluña, para entregar buena parte de la documentación de su padre en el Archivo Histórico de Sabadell. Y acompañada por Claudiet y otros familiares, alquilaron un coche para rehacer la ruta que realizó en 1939, por la frontera, pasando por el Museo Memorial del Exilio. También quisieron ir a Francia, donde visitaron el museo dedicado a Jean Moulin, en Chartres. "Cada vez que vuelvo, me emociono más", dice una mujer que el pasado octubre pudo participar en un encuentro organizado por el Archivo Histórico y el Museo de Historia de Sabadell, con familiares de otros sabadellenses que fueron exiliados, como Josep Rosas Vilaseca, militante del PSUC y de UGT, que atravesó. Los descedentes de Rosas también suelen regresar a Barcelona, ​​donde unos bisnietos viven en el Poble-sec. Isabel compartió recuerdos con Pepita Sobré Aragay y Montserrat Graells Sobré, sobrina y sobrina de Amadeu Aragay Daví, el político y escritor que fue el ideólogo y el secretario de la Unión de Rabassaires de Catalunya, aparte de un destacado futbolista del CE Sabadell. "Nunca dejaron de pensar en Catalunya", decían sobre Sarrà, fallecido en Chile, y Aragay, fallecido en México. En el acto, Isabel se tomó una fotografía con Silvia Oliver Serra. Es decir, la hija del poeta Pere Quart, que vino con los Ferrocarrils de la Generalitat, desde Barcelona, ​​dejando claro: "Nunca he vivido en Sabadell, pero me lo siento como mi casa". Silvia, con un humor mordaz heredado de su padre, le contó a Isabel cómo su padre, ya en Barcelona, ​​hacía sonar en un tocadiscos músicas chilenas, como Cueca, que había conocido en el exilio.

"Fue una generación marcada por la derrota y la tragedia. Pero gente brillante y trabajadora que encontró un nuevo hogar, sin olvidar las raíces", explica Claudi Sarrà Loyola, que siempre está pendiente de Isabel cuando está en Catalunya. La familia todavía la conoce como la niña, ya que era la única hija de El Salvador. Una niña convertida en una señora elegante que decidió que a sus 89 años atravesaría el mar en avión sola. Ella ha podido regresar a Cataluña. Su padre, no. "Nunca llevó corbata, siempre llevaba pajarita, como hacían los republicanos. Siempre hablaba de Catalunya, pero nunca pudo volver", dice la hija de un hombre que formó parte del Centro Catalán y de la Agrupación Patriótica Catalana de Chile, y que fue uno de los fundadores de la editorial El Pi de les Tres Branques, junto a El Pi de les Tres Branques. "La vez que más cerca estuvo de Catalunya, fue cuando fue a Alguer en 1961. Ese año, su libro Canto a la ciudad obrera, en el que explica cómo sería su Sabadell ideal, ganó un premio a los Juegos Florales celebrados en la ciudad italiana de habla catalana. Un año más tarde, El Salvador sería responsable de organizar una nueva edición de los premios en Chile, cuando conoció a la gran actriz Margarida Xirgu i Subirà.

Salvador Sarrà fue enterrado en el panteón de la Mutual Catalana en el Cementerio General de Santiago, con una lápida con una bandera catalana donde aún hoy se puede leer "Biel dormido para siempre, reposa en paz y libertad, esperando el regreso a su hogar civil nativo", un pedazo de su Canto a la ciudad obrera. Isabel de vez en cuando se pasea por el cementerio. Le gustaría contarle que a Sabadell todavía la llaman para hablar de él. "A mí me emociona mucho, que alguien como él no sea olvidado", concluye.

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