Los 'años bárbaros' de Caixa Catalunya (II): MNA, un escándalo impune
El año 1995 la entidad compraba una aseguradora prácticamente en quiebra, en un caso que a pesar de la multitud de indicios se archivó
BarcelonaLos Juegos Olímpicos quedaban atrás y eran años de escándalos sonados en el sector financiero. Fue en aquel contexto que Francesc Costabella, director general de Caixa Catalunya, se convenció de su propia importancia. Y dio un paso inusitado, con la mirada puesta en la envidiada Caixa de Pensions. “Quiso sustituir al entonces director general de la entidad, Josep Vilarasau, y fue a ver al presidente, Samaranch, a ofrecerse… Era poco consciente de sus limitaciones, quería notoriedad”, recuerda una voz.
A pesar de que nunca tuvo suerte en aquel intento, la carrera de Costabella en la cúpula del mundo financiero habría llegado más allá de los 12 años que fue director de Caixa Catalunya si no hubiera sido por las siglas que supusieron su caída y que durante años se convirtieron en un tabú en la entidad: MNA. Estas letras eran las de Multinacional Aseguradora, una empresa de seguros que vivía un mal momento y que Caixa Catalunya compró en 1995 por 4.300 millones de pesetas (26 millones de entonces, que hoy equivaldrían a 45 millones de euros). Todo hubiera sido normal si no fuera porque todo era anómalo.
En primer lugar, directivos de la misma Caixa Catalunya habían rechazado comprarla en el primer intento de Costabella, que inicialmente les escuchó.
En segundo lugar, todo el mundo en el sector sabía que MNA estaba en crisis y que la Dirección General de Seguros le buscaba desesperadamente un comprador para evitar la quiebra.
En tercer lugar, uno de los informes de KPMG que se usaron para justificar la compra no se había hecho a petición de Caixa Catalunya, sino de los vendedores, según se publicó.
En cuarto lugar, y más importante, Caixa Catalunya compró MNA por 26 millones de euros cuando dos meses antes aquellas acciones habían sido adquiridas por tres millones.
En quinto lugar, el gran beneficiario de la operación fue un discreto financiero bien relacionado en Suiza. Quizás lo han adivinado: André Grebler, el hombre de Rothschild en España, era quien había comprado por 3 y había vendido por 26.
Aún ahora, los antiguos directivos hablan con rabia de aquellos hechos. “Meses antes me habían ofrecido MNA, me informé y me dijeron «Es un muerto absoluto del que todo el mundo huye»; se lo dije a Costabella y me dijo que de acuerdo –recuerda un de ellos–, pero pasados seis meses, Costabella anunciaba en un comité de dirección que había comprado MNA”.
Un pozo sin fondo
El precio pagado era solo el aperitivo del gran desastre que vendría: Caixa Catalunya recolocó entonces las acciones de MNA entre 11.000 empleados y clientes sin el conocimiento de la CNMV. Cuando los directivos entendieron la magnitud del agujero de MNA tomaron medidas drásticas: “Vimos que MNA era un desastre y había 11.000 personas amenazadas; o se reconducía o el escándalo acababa con la caja”. Para solucionarlo, la entidad recompró los títulos y emprendió la titánica misión de sanear la aseguradora. Por increíble que parezca, nunca se supo con precisión cuántos recursos le destinaron. En los resultados de 1998 afloraron pérdidas de 20.000 millones de pesetas. En 2001 la prensa calculaba que la entidad se había gastado 30.000 millones en cuatro años para sanear la ruinosa compra. Ocultas a en las memorias del 2000 y del 2001 aparecen 15 millones de euros más de provisiones. Pero destacados directivos de la época van más allá: “Nos dejamos 40.000 o 50.000 millones de pesetas [con el valor actualizado, 40.000 millones equivaldrían a unos 350 millones de euros]”. En 1999, Catalana Occidente compró MNA por 1.000 millones de pesetas y lo que encontró en la aseguradora también fue “mucho peor de lo que se esperaba”, explica un directivo. El nuevo propietario de MNA anunció que inyectaría 15.000 millones de pesetas más para sanearla. El agujero era de proporciones bíblicas.
La opinión pública, sin embargo, no fue consciente de la crítica situación en la que quedó Caixa Catalunya por la compra de MNA. En la cúpula creyeron que había incluso riesgo de quiebra. Y en 1999 afrontaron un vía crucis para vender participadas y hacer frente al agujero. “Había gente que creía que aquello no aguantaría, que había quebrado”, dice una voz que lo vivió en primera persona. La situación llegó al extremo de que la entidad pactara con el Banco de España una excepción contable hoy impensable: la de no aflorar en 1999 las pérdidas de MNA y posponerlas al 2000 y al 2001. “Si no lo hubiéramos hecho, en 1999 la entidad habría tenido pérdidas; lo hicimos para preservar la obra social”, dice un ejecutivo.
Entre los antiguos directivos de la caja hay unanimidad a la hora de señalar a Monreal como la persona que diseñó aquella operación. “Se hizo porque él lo quiso y convenció Costabella”, afirma un financiero. “No hay ninguna duda de que fue él”, asegura una segunda voz. “Fue una compra fraudulenta hecha con ingeniería financiera y aquello Costabella era incapaz de hacerlo”, remacha un tercer banquero.
El escándalo fue sonado y llegó a la prensa en una época en la que cuestionar la caja, vinculada al PSC, no era habitual. La Fiscalía de Delitos Económicos investigó los hechos y presentó una querella contra Costabella, Monreal, André Grebler y el secretario de MNA, Carlos Ferrer. Les imputaba un delito de apropiación indebida en perjuicio de la caja. Como pasaba entre los empleados de la entidad, la Fiscalía sospechaba que algunos se habían enriquecido personalmente con la operación.
La rabia del fiscal
Más de 20 años después de aquellos hechos, sentado en un despacho y rodeado de papeles, el fiscal que a mediados de los 90 investigó el caso, Francisco Bañeres, recuerda con precisión la investigación. “Lo llevó el juzgado 27 y el perjudicado era clarísimo”, rememora, en referencia a Caixa Catalunya. “Era una aseguradora a punto de ser intervenida y nadie la quería, era un barco a la deriva, un Prestige”, añade.
“Pedí prisión con fianza para los querellados, porque aquello era una tomadura de pelo: si hubieran hecho una auditoría, habrían pagado una peseta”, explica. Hay un detalle que todavía ahora le hace perder la calma: “Grebler tuvo la jeta de decir que decidió la venta un día que estaba tomando un café con Costabella y Monreal y uno de ellos le dijo «Buscamos una aseguradora», y Grebler contestó «¡Pues yo me acabo de comprar una!»”. Bañeres no oculta su indignación: “Me querían hacer creer que habían comprado una aseguradora como quien compra una bici; aquello era tan grave que como mínimo había que juzgarlo”. El fiscal explica que se olía que había habido una conjura entre Grebler, Monreal y Costabella, y apunta al detalle de que Grebler nunca llegó a pagar por MNA antes de venderla. Bañeres estudiaba la hipótesis de que se podían haber repartido comisiones.
No obstante, el 4 de diciembre de 2001 el juez Emili Soler archivó el caso al no apreciar engaño, en una decisión que produjo estupefacción entre la prensa económica de la época. El sumario del caso, además, se ha perdido en circunstancias peculiares: la Generalitat se hizo con los archivos de la Fiscalía hace mucho tiempo y se los llevó a una nave en Sant Sadurní d'Anoia, pero tiempo después fueron desahuciados y muchos expedientes, entre ellos los del caso MNA, se perdieron para siempre.
Bañeres reflexiona ahora sobre cómo fue de determinante el papel de Caixa Catalunya durante el proceso. “La actitud de la entidad fue de cierre absoluto, querían salvar a Costabella”, recuerda. Incluso directivos que declararon ante el juez fueron invitados por la entidad a no hacer sangre. “El abogado de la caja decía que entendían que una operación podía salir bien o mal, y aquello determinó al juez: si el perjudicado dice que una cosa está bien…”, apunta Bañeres. “En definitiva, querían salvar su reputación”. “Serra Ramoneda quería que no saliera mucho en los diarios”, confirma un directivo. Quizás por eso la entidad había avisado desde el primer día que no actuaría contra Monreal y Costabella hasta que se probara el delito. Los posteriores recursos fueron desatendidos y el escándalo murió sin ser ni siquiera juzgado.
Casi tres décadas después de aquella compra, uno de los grandes señalados por la operación y por los turbios acontecimientos de aquellos años atiende al ARA para hablar de ello. Como pasa en el caso del resto de entrevistados, el tiempo ha pasado para Carles Monreal, que es claro a la hora de negar los cobros de comisiones: “Ni yo ni nadie cobramos”. Según dice, la Dirección General de Seguros impuso la compra a Caixa Catalunya: “Nos dijeron «Lo tenéis que comprar a este precio y con estas condiciones»”, afirma. El interés para la entidad no era tanto el negocio asegurador, dice, donde ya tenía presencia, como la venta de productos financieros con los comerciales de MNA, que “eran unas fieras”.
A pesar de las cifras de la compra, Monreal asegura que “no hubo perjuicio para la entidad”. Según recuerda, la sentencia establecía que no hubo delito porque para llevarlo a cabo “tendrían que haber estado de acuerdo la caja, la aseguradora, el Banco de España, la CNMV y la DGS, y aquello era imposible”. Además, añade que este último organismo “no vendía compañías en quiebra” y recuerda que “el consejo de la caja nunca desaconsejó la operación”.
En cuanto a Grebler, Monreal dice que lo conoció en el juicio. Esta última afirmación es rotundamente negada por hasta cuatro voces, que explican que Monreal y los Grebler se habían conocido muchos años atrás: “Monreal y Grebler siempre iban juntos, eran un pack”, dice un ex directivo, de manera gráfica. De hecho, Monreal admite que estuvo en el castillo del barón de Rotshchild en un encuentro en el que también estaba Grebler, según uno de los asistentes. La declaración de Grebler ante el juez también niega las palabras de Monreal: afirmaba que ellos dos habían hablado de la compra de MNA mientras tomaban un café, y aquello, obviamente, pasó antes del posterior juicio.
Quien entonces era presidente de Caixa Catalunya, Antoni Serra Ramoneda, habla de ello con el ARA. “Fue un error de magnitud, pero nadie me dijo que MNA estuviera arruinada”, explica. Según dice, gran parte de la culpa fue de la auditora: “KPMG hizo un informe diciendo que MNA valía aquel precio”. Por eso cuestiona directamente el papel del auditor, Jordi García, que también acabó imputado. Una sospecha ha acompañado siempre a Serra Ramoneda: “Es prácticamente seguro que hubo comisiones; estoy convencido, pero no es demostrable”.
La operación MNA no solo dejó un agujero de entre 40.000 y 50.000 millones de pesetas, sino que también dejó un mal peor en la entidad. “La caja salió de aquello tocada. Aquel había sido el modelo, las grandes operaciones, y llevó al desgaste y a la desilusión colectiva”, reflexiona un directivo.
El final de Costabella
Serra Ramoneda sobreviviría profesionalmente al fiasco de MNA, pero Costabella no. Según algunas voces, el Banco de España le pidió al presidente que lo destituyera cuando supo que Costabella quería comprar otra aseguradora. Otras versiones apuntan a que el Banco de España informó a Serra Ramoneda por carta de que Costabella había tomado decisiones sin pasar por el consejo. También se decía que el director general se había enfrentado a un inspector del supervisor. En el año 1998 el primer ejecutivo de la entidad fue despedido, no sin una compensación económica. Su sucesor sería Josep Maria Loza, y una de sus primeras decisiones fue muy celebrada en la entidad: la destitución de Monreal, que también fue indemnizado. Una época quedaba atrás. Y lo peor todavía estaba por llegar.
*Esta es la segunda entrega del reportaje especial sobre la caída de Caixa Catalunya. El martes, en la sección de Economía, la tercera parte.