Catalunya, un país bloqueado

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Fachada del Palau de la Generalitat, en la plaza de Santo Jaume de Barcelona.

Corresponsal económicoUn fantasma recorre Catalunya: el fantasma de la nimiedad. Los catalanes observan con absoluta pasividad cómo sus líderes políticos se pelean por cuestiones que en estos momentos ya nadie acaba de entender mientras la desconexión con la realidad económica es cada vez más grande. La desorientación bloquea el país mientras el planeta avanza a gran velocidad. Para decirlo en palabras de una persona muy bien conectada con la Generalitat: “Mientras el mundo cambia, estamos jugando una partida de ping-pong regional”. Y esto sin contar con que vivimos la peor pandemia del último siglo, con sectores enteros en caída libre.

No es culpa de ningún enemigo externo que pase el tiempo y Catalunya se paralice cada vez que se le plantea una situación económica compleja. Y el liderazgo político no aparece en ninguna parte. ¿Hacemos la ampliación del aeropuerto del Prat? ¿Qué hacemos para dejar de estar a la cola de España en energías renovables? A cada cuestión, un bloqueo. Es muy larga la lista de temas que quedan parados no se sabe muy bien por qué. Son problemas concretos e importantes. ¿Cómo hacemos crecer la industria, ahora que ya tenemos claro que es un sector que nos aporta valor añadido y buenos salarios? ¿Por qué no hemos conseguido que la formación profesional vaya bien de una vez? ¿Y alguien sabe por qué no funcionan las políticas para formar a los parados y ayudarlos a encontrar trabajo, una histórica asignatura pendiente para un país que tiene un paro estructural altísimo? ¿Y los problemas del acceso a la vivienda? La respuesta siempre es el silencio o, peor, excusas imposibles de entender.

Hay una tendencia de fondo que viene de lejos: la recentralización es un hecho, Madrid se ha convertido en un imán y esto no ha pasado de forma natural. La España vacía, principal víctima de esta política deliberada, es el mejor reflejo de ello. Madrid sigue una estrategia, muy definida y consistente en el tiempo. Y con un estado a favor, sí. Y con el efecto capitalidad, también. Pero la consistencia es un valor. Hace lustros que siguen la misma línea. ¿Cuál es la estrategia económica y empresarial de Catalunya o de la capital, Barcelona? Los invito a resumirla. Si pueden.

Mientras tanto, los grandes bancos están cada vez más lejos de Catalunya. No tiene nada que ver con el traslado de la sede social: ahora el riesgo de perder grandes empresas es real. Como revelaba este diario la semana pasada, la nueva CaixaBank tendrá más trabajadores en los servicios centrales de Madrid que en los de Cataluña. El presidente y el consejero delegado directamente viven en la capital española. En la Generalitat explican que, cuando muestran esta preocupación a la entidad, siempre reciben buenas palabras. Golpecitos en la espalda. Pero los hechos van pasando. El Sabadell no acabó fusionado con el BBVA de milagro (y nadie nos asegura que no pueda acabarse fusionando con cualquier otra entidad). ¿Nos da igual perder a los dos principales bancos? ¿Qué piensa la Generalitat? ¿Y de la pérdida de Abertis, o de la posibilidad de que Naturgy, una empresa con más de 175 años de historia, siga los mismos pasos? Mientras tanto, los trabajos de alta calificación y alta remuneración cada vez son menos en Barcelona y más en Madrid. Estos son los hechos.

El papel de las instituciones

La calidad institucional importa. ¿Es normal que no tengamos president de la Generalitat desde septiembre, y que no tengamos prisa para que lo haya? ¿Tan poco importante es el president? También nos da igual que la Generalitat no apruebe sus presupuestos. Por no hablar de que se aprueben cuando toca (el 2010 fue el último año que el Parlamento catalán aprobó las cuentas antes de empezar el año). Ni siquiera tener presupuestos vigentes: de los nueve últimos ejercicios, la Generalitat no habrá tenido presupuestos en cinco: 2013, 2016, 2018, 2019 y 2021. Siempre hay explicaciones, desde la agitación política hasta la represión, pero estos datos muestran una tendencia que viene de lejos.

Evidentemente, no toda la culpa es de los políticos, que acostumbran a ser un reflejo de la sociedad. También podríamos mirar al sector privado, a aquellos que han preferido vender negocios históricos para vivir de rentas. Por eso es tan precioso tener (¡y conservar!) compañías como Grifols, Cobega, Celsa, Puig, Bonpreu y otras muchas. Nacidas de la nada y que con los años se han convertido en colosos. Pero no basta. Hace falta más. Si queremos jugar en primera división, claro. Si lo que preferimos es convertirnos en el balneario de Europa, estamos muy cerca.

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