La economía pone a prueba la democracia liberal
BarcelonaHasta ahora, en Europa las medidas acordadas para hacer frente al impacto económico de la guerra se han celebrado con cierta complacencia. No estamos acostumbrados a que se tomen decisiones de manera tan rápida y unitaria, ni tampoco que sean tan contundentes. Pero el conflicto nos acabará poniendo a prueba a todos.
El aumento del precio de la energía y de varias materias primas afectará nuestra capacidad productiva y de consumo. Ya lo está haciendo, es evidente. Digámoslo claro: el conjunto de la población europea nos hemos empobrecido. Como somos unos grandes importadores de estos bienes, y ahora son más caros, podemos gastar menos en otras cosas. No solo esto. El encarecimiento de estos productos tiene un impacto muy diferente en función del sector económico o del nivel de ingresos de cada uno.
Una vez más, la política económica vuelve a ser clave para afrontar una situación extremadamente compleja. En las dos últimas crisis, la política monetaria ha jugado un papel muy importante. Se han bajado los tipos de interés hasta situarlos en terreno negativo y se han comprado activos a chorros en los mercados financieros.
Pero esta vez la política monetaria ni puede ni tiene que ser el principal instrumento para hacer frente a la crisis que se está gestando. No puede porque el margen de maniobra es muy limitado. Los tipos de interés ya están en niveles muy bajos. Y tampoco puede porque la elevada inflación obliga a los bancos centrales a actuar con la máxima prudencia. Cualquier movimiento que ponga en entredicho su compromiso con la estabilidad de precios podría acabar haciendo que el choque inflacionista sea más difícil y costoso de controlar.
Además, la política monetaria no es el instrumento adecuado para luchar contra crisis económicas que afectan de manera desigual a diferentes colectivos y sectores. Y esta es, sobre todo, una crisis asimétrica. El protagonismo lo tiene que tomar la política fiscal que, más allá de intentar parar el golpe, tiene que procurar repartir tan equitativamente como sea posible el choque entre la población. El abanico de medidas que se pueden tomar en este sentido es muy amplio e incluye la modificación de tipos impositivos, ayudas directas a los sectores y colectivos más afectados, y un pacto de rentas que distribuya lo mejor posible los costes de esta crisis entre los trabajadores y las empresas. El grueso de las medidas anunciado por el Gobierno español va en esta dirección, son acotadas en el tiempo y las hay que van dirigidas a los colectivos y sectores más afectados.
Las consecuencias de no contar con la política monetaria no son menores. Los bancos centrales, como tienen un objetivo muy muy definido, y como son instituciones independientes, han actuado con agilidad y contundencia cuando ha sido necesario. Esta vez, tendrá que ser la política fiscal la que actúe con agilidad y contundencia. En función de cómo evolucione la crisis, se tendrá que ir adaptando el amplio abanico de medidas que se están poniendo en marcha. El aprendizaje será constante y, por lo tanto, hará falta paciencia. También hará falta generosidad. Con algunas medidas se sentirán más cómodos los de una posición ideológica, y con otros, los otros. Y, para actuar con agilidad, será necesaria la negociación constante y la consecución de grandes acuerdos. Todo un reto dada la elevada polarización que reina en la mayoría de países europeos. En el fondo, la economía pondrá a prueba la democracia liberal. Tendremos que volver a demostrar que, además de reflejar la pluralidad de nuestra sociedad, esta es también un mecanismo que facilita la consecución de acuerdos amplios, rápidos y efectivos.