El anti-Facebook para preguntar al vecino si te deja azúcar
La californiana Nextdoor conecta 260.000 barrios de todo el mundo (también en Cataluña) con una aplicación para compartir información entre ciudadanos
En cinco pisos y cuatro viviendas por rellano se intercambian más miradas que palabras. En las grandes ciudades modernas, donde los precios de la vivienda complican la posibilidad de vivir en un mismo edificio toda su vida, saber quiénes son tus vecinos empieza a ser una excepción. Esta percepción ha llegado a tal punto que en Estados Unidos ya triunfa una red social destinada simplemente a este propósito. Nextdoor es una plataforma para que puedas saber más sobre estos desconocidos tan cercanos y comunicarte cuando quieras. Los usos son infinitos; van desde informar sobre la un objeto que se ha perdido hasta alertar de un problema o pedir una niñera de último minuto.
La aplicación ya ha llegado a Barcelona, pero también a Madrid, Valencia, Zaragoza y un largo etcétera: 236.000 barrios en todo el mundo. La misión de la aplicación es activar la vida online de los barrios para que también “pasen cosas offline ”. Para registrarse, la plataforma pide al usuario que valide la dirección en la que vive (para garantizar que las publicaciones las hacen los vecinos de la zona) a través de una carta postal o con el teléfono móvil que está asociado en su domicilio. De hecho, Nextdoor pide algunos datos, pero no se comparten de la misma forma con el resto de los usuarios. Los vecinos más inmediatos pueden ver la dirección y nombre completo de la persona (hay un directorio para buscarlos a todos), y se puede decidir compartir más información personal con usuarios de barrios cercanos. "Creemos que los vecinos sólo deberían publicar mensajes que estarían dispuestos a expresar en la vida real", afirman desde la plataforma.
Las instrucciones de uso no varían mucho respecto a otras redes sociales. Se pueden colgar mensajes de texto, fotografías y vídeos, así como enviar comentarios privados a un usuario concreto. Como algunas aplicaciones homólogas, ésta permite, por ejemplo, esconder las publicaciones de un vecino que te parece demasiado pesado o simplemente no te interesa. "Construir conexiones es una necesidad universal", explica Sarah Friar, su consejera delegada. Contra el dominio imperante de Facebook o Instagram, la directiva defiende que lo aplique “tiene un impacto en las calles, el comercio local y las comunidades” más allá de la web. En España están activos en 2.500 barrios de 200 ciudades -la zona en torno al parque Joan Miró es uno de los puntos calientes en Barcelona-, pero este modelo todavía no genera ingresos. En EE.UU., Netxtdoor ha introducido los anuncios patrocinados para que la solidaridad entre vecinos también sea rentable.
Sin embargo, esta start-up de San Francisco también ha generado la reacción contraria: ¿qué ocurre cuando el filtro de la tecnología interfiere en las relaciones entre vecinos? En Estados Unidos la aparición de Nextdoor ha generado preocupaciones por la posibilidad de que pueda reforzar prejuicios racistas. Concretamente, la actitud conocida como racial profiling, es decir, el hecho de sospechar directamente de un colectivo determinado como la comunidad negra o musulmana cuando ocurre un delito en el barrio. Por ejemplo, en la ciudad californiana de Oakland -al otro lado del puente que le une con San Francisco, donde se creó NextDoor- algunos usuarios empezaron a publicar mensajes en los que incitaban a desconfiar de vecinos simplemente por el color de su piel.
Como respuesta, la aplicación cambió la interfaz para que fuera más difícil hacer este tipo de comentarios, pero los sesgos racistas siguen siendo una de las asignaturas pendientes. Tampoco ayuda que le hayan surgido clones en Estados Unidos más basados en la alerta sobre crímenes, como Citizen y Neighbors, de Amazon. Hace unas semanas Nextdoor logró captar una inyección de 123 millones de dólares para acelerar en esa dirección y conquistar aún más barrios. En total, ya ha logrado cerca de 400 millones desde que nació, en el 2011.