"La calle Ferran ahora es 'cutre', sin alma ni personalidad"
La librería Sant Jordi subsiste en el corazón de Ciutat Vella rodeada de restauración, franquicias y turismo
Resistente, irreductible, un oasis, como la aldea gala de Astérix. La librería Sant Jordi, en el corazón de la calle Ferran, es una excepción, casi una extravagancia, la única tienda diferente de toda la calle, desde la Rambla hasta la plaza Sant Jaume. La única que no es un bar, un restaurante, una tienda de carcasas de móvil o una franquicia. Quien lo sabe perfectamente, claro, es Josep Morales, su propietario, y no duda en hacer bandera: “Vivimos en medio del monotema, de comercios repetitivos sin mucha actividad económica, de un tejido comercial propio completamente destruido, casi sin vecindario, sin barrio”. La famosa gentrificación sí afecta a Ciutat Vella de manera irreversible, de la que la Sant Jordi es una superviviente. “¿Nos han hecho mobbing? Por supuesto que sí”. José lo tiene claro; entre 2015 y 2020 todo lo que pudieron. No protegieron bien la carpintería antigua de la fachada, y el almacén donde tenían un palito de libros de la campaña de Sant Jordi se inundó. Unos 10.000 euros en desperfectos. “Querían que nos fuéramos antes de tiempo, está claro”. Ahora la situación ha mejorado un poco, y lo que hace unos meses parecía que debía acabar en traslado a un nuevo local del Raval, puede que no ocurra y que puedan quedarse en el local de siempre. Pero para eso la mediación de la administración es fundamental.
La librería Sant Jordi se fundó en 1983 gracias al empuje de Josep Morales padre, ingeniero del ramo del automóvil, que, gracias a una indemnización por despido, pudo montar, junto a sus tres hijos, un negocio de libros en un local que era una tienda de souvenirs. “Antes este barrio tenía mucho movimiento económico, variedad de comercios de todo tipo y calidez de vecindad”, destaca Josep, que con el tiempo se ha convertido en el titular del negocio y tiene una persona empleada. “Ahora es una calle cutre, sin alma, ni personalidad”, espeta. Uno de los grandes méritos de la Sant Jordi es que se rebela contra esta situación, no se queda de brazos cruzados; es algo más que una tienda de libros, es algo así como una marca de fábrica. La pasión de Josep por la fotografía no sólo se materializa en la buenísima oferta de libros que propone, sino también en talleres y exposiciones organizados por él y que permiten tejer una comunidad, una fidelización más allá de la venta de libros. ¿Ejemplos? Pues tres entrevistas documentales producidas por Josep en las que conocemos a personas mayores del barrio que recuerdan cómo era Ciutat Vella hace años, antes de convertirse en un parque temático. Y en el mismo sentido, una exposición de retratos de personas del barrio que puede verse en el Instagram @santjordibcn. Es una tarea de dinamización del barrio para que sobreviva un poco la cultura, para que haya valor añadido, para que circulen las ideas: “Nos lo tomamos como parte de nuestra responsabilidad como ciudadanos, que la ciudad vaya a mejor y no irremediablemente a peor como parece que tantos están empeñados en ello”.
La clientela de la Sant Jordi es, esencialmente, el turismo de calidad, el respetuoso, el que visita otro país con inquietudes y ganas de conocimiento. En las baldas puede encontrar sobre todo libros de gran formato, volúmenes difíciles de encontrar, curiosos y descatalogados. La temática orbita entre el arte, la fotografía, el diseño, la historia, la ciudad… pero también la novela y el ensayo de calidad. “El 90% de libros que tenemos son escogidos porque son buenos y deben difundirse. Lo que nos gusta es lo que ofrecemos”. En el escaparate conviven Lorca, Proust, Dante, Homer, Baudelaire, Persépolis, El principito, Miró, Gaudí y una selección de productos de tarot, interesantes no sólo por su demanda, sino, sobre todo, por las cuidadosas ilustraciones. En el cristal, un elocuente cartel de David Bowie: “¿Mi idea de felicidad absoluta? Leer!”.
En paralelo con potenciar un poco más la venta online, en septiembre iniciarán una campaña de apoyo a la librería. “Necesitamos apoyo para mantenernos vivos en medio de un panorama de alquileres irreales de tan altos. Qué quiere, elultracapitalismo? Que seamos individualistas, que nos quedemos en casa, que no conozcamos al vecino. Es necesario que alguien haga algo porque, si no, la ciudad se está borrando del mapa”.