De campesinos a reyes de las pizzas: el matrimonio de Osona que manda en Casa Tarradellas
La empresa es un ejemplo del paso de un negocio familiar a una gran multinacional
BarcelonaLos coches que suben el kilómetro 70 de la carretera N-152, en Gurb (Osona), se reflejan en la inmensa fachada de cristal que envuelve la sede de Casa Tarradellas. Es un edificio imponente. Tanto, que la gente de la zona le conoce con el apodo de la segunda catedral de Vic. En el otro arcén de la vía se extienden más naves, también con el mítico logotipo de la masía estampado en la puerta de acceso. En total son miles de metros cuadrados de oficinas, cadenas de producción de pizzas, máquinas panificadoras, placas solares y parkings para camiones que corroboran el enorme potencial productivo que tiene la marca insignia catalana de la alimentación. De este punto, junto con las instalaciones que tiene en Olost (Lluçanès), cada día salen cientos de cajas de chasquidos, pizzas frescas, masas enrolladas, patés, daditos de tocino, jamón dulce y bikinis.
En el 2022 Casa Tarradellas firmó un año de récord. Con más de 2.200 trabajadores, movió 1.161 millones y consolidó la marca como una de las preferidas para los consumidores españoles, según la consultora Kantar. Pero la lluvia de millones lleva décadas riegando con abundancia en el kilómetro 70 de la N-152. Ahora es torrencial y moja las cubiertas de las naves industriales del grupo; antes de 1985, era tan sólo una llovizna y humedecía un pequeño restaurante de carretera, el Hostal de Osona.
Una familia discreta
Empleando en el Hostal de Osona había un matrimonio de Osona. Josep Tarradellas cargaba platos arriba y abajo supervisado por la atenta mirada de su esposa, Anna Falgueras. Venían de familia de campesinos, pero pronto decidieron cambiar la azada por los cubiertos. "Aunque éramos jóvenes y no teníamos dinero, queríamos ser más que campesinos", recordó el patriarca en un acto público en el 2008, ya erigido en dueño de un imperio de la alimentación. Desde la fundación de Casa Tarradellas, la voz se le ha escuchado muy rara vez. No es amante de los auditorios. "Me gusta estarme en la fábrica: ahora mismo pagaría por no estar aquí", se excusó entonces, tal y como inmortalizó al periodista Sergi Saborit en una crónica en Expansión. Su perfil bajo contrasta con su éxito empresarial, que le ha llevado a ser una de las personas más ricas de la provincia de Barcelona, según rankings de Forbes y El Mundo.
Él y su esposa abrieron el restaurante en 1976, junto a la carretera. También inauguraron un pequeño obrador de embutidos y una tienda donde venderlos. En 1983 ya elaboraban una gran variedad de productos cárnicos. "La amplia oferta competía con la producción de los aproximadamente 4.000 fabricantes de embutidos que había entonces en España, pero el instinto empresarial de Josep Tarradellas planteó una estrategia de diferenciación clave", analizan Alejandra Aramayo y Anna Sabata, profesoras de la Universidad de Vic e investigadoras del grupo de investigación Emprèn.
Poco, pero bueno
El disparo de gracia fue apostar por reducir la cartera de productos. Con esta estrategia, el emprendedor centró sus esfuerzos de inversión en transformar el obrador en todo un centro de elaboración altamente tecnificado. "El éxito de Casa Tarradellas está en la visión de negocio", sintetiza Josep Maria Espinet, profesor del área de comercialización de la Universidad de Girona (UdG). Para él, la historia de éxito de esta compañía demuestra que "para triunfar no es necesario tener conocimientos técnicos, sino que basta con tener capacidad de observación, de palabra, de intuición y de estar al día de las oportunidades empresariales".
Diez años después de haber inaugurado el restaurante y el obrador, Casa Tarradellas ya facturaba 10 millones de euros y estaba a punto de empezar una época de crecimiento constante. Cada ejercicio anual se cerraba con mayores ingresos que el anterior. En 1996 ya había movido siete veces más dinero que en 1986, hasta los 76 millones de euros, impulsado por el éxito de su primer producto estrella: el chasquido. Obsesionado por innovar, el segundo triunfo lo lanzó en 1997 con las pizzas frescas. "Inauguró una categoría de producto: hasta entonces todas eran congeladas", recalca Espinet. En el 2002 rozó ya los 300 millones de euros y los 650 trabajadores; en 2007, 510 millones y 1.200 empleados; en 2015, 859 millones de euros y 1.800 profesionales. "Es el ejemplo de cómo un negocio familiar se convierte en una gran empresa", resume el experto.
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1976
Josep Tarradellas y Anna Falgueras fundan el restaurante Hostal de Osona y su obrador
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1978
Centran sus esfuerzos en la venta del chasquido y disparan su facturación
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1985
La empresa se bautiza con el nombre de Casa Tarradellas
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1990
Con la venta del chasquido, patés, jamón dulce y tocino, la empresa mueve unos 100 millones de euros
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1996
La apuesta por la innovación lleva a Casa Tarradellas a comercializar pizzas frescas con gran éxito
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2022
Casa Tarradellas factura 1.161 millones de euros y cuenta con más de 2.200 trabajadores