Opinión

Un poco más de cirugía fiscal fina, por favor

AGENCIA  TRIBUTARIA 
 Unos contribuyentes esperan cumplir con sus deberes impositivos el primer día de la campaña de la renta del año pasado.
Guillem López Casasnovasy Antoni Duran Sindreu
hace 18 min
Catedrático de Economía de la Universitat Pompeu Fabra
4 min

En el tema de la fiscalidad es muy fácil hacer demagogia. Por un lado, nadie quiere pagar impuestos voluntariamente, a pesar de saber que si todos nos negamos, probablemente todos acabaremos perdiendo. Por otra parte, las cosas a veces son bastante envueltas debido a la misma legislación que queriendo afinar resulta muy compleja, y al final algunos analistas optan por una simplificación que sirve para argumentar a favor de la supresión. A menudo lo hacen argumentando bajar los brazos ante el dumping fiscal autonómico, olvidando la existencia del impuesto estatal. Y a veces, reside algún interés oculto, ya que por el bien de la economía son propuestas que benefician siempre a las clases más poderosas. Por ejemplo, desde la idea de que los impuestos son confiscatorios, se pide la abolición del impuesto sobre el patrimonio, sin mayores consideraciones respecto de la globalidad de la fiscalidad en renta y riqueza, renta del trabajo y del capital, o de patrimonios productivos y no productivos, cuando de hecho en renta y patrimonio se limita al 60% como máximo la renta tributaria como máximo.

Puede parecer poco o mucho, pero en ningún caso es confiscatorio, como exige la Constitución, de igual modo que exige la tributación de la riqueza. No abogan aquéllos igualmente en favor de la subida del mínimo exento o por una imposición mínima sobre el capital. O cuando respecto del impuesto de sucesiones se pide la supresión desde la idea de que el heredero debe renunciar a la aceptación de determinadas herencias por causa de la fiscalidad, claro, de masas testadas positivas, cuando es obvio que lo que quisiera el heredero es recibir la herencia sin cargas. O cuando se discute dónde debe situarse el límite en el que el marginal en renta desincentiva perniciosamente el trabajo.

Otro tema que genera botellas es el de los expados, debido a una tributación que supuestamente limita la atracción de talento. Siendo el impuesto sobre el patrimonio de naturaleza personal, ciertamente elexpado que quiere devolver o residir en el país, debe declarar el patrimonio, de aquí y de allá, aquí. Pero antes de proponer la eliminación del impuesto para todos, podríamos valorar que se continuara trabajando con la consideración de quién es residente fiscal a estos efectos, después de ciertos años de retorno. Si esto se acompañara de un impuesto efectivo, después de este período, que gravara sólo los patrimonios improductivos, el incentivo se revertiría a favor de la declaración en el país, con una entrada del patrimonio hacia inversiones productivas. También si recuperáramos la idea de que una plusvalía a medio y largo plazo (5 o 12 años) debe tener un tratamiento fiscal más suave. Al fin y al cabo, la propuesta de concretar la nacionalidad es simétrica a la que muchos gobiernos autonómicos piden hoy no permitir devengar prestaciones sociales monetarias sin un mínimo de años de residencia legal.

Notemos también que España bonifica el 99% del impuesto de sociedades para las sociedades de capital riesgo. Este precedente demuestra que el sistema acepta incentivos fiscales agresivos, aunque en este punto muy poco determinados. Mejor sería una bonificación similar o menor –entre el 50% y el 75%– en el impuesto de sociedades para empresas de sectores tecnológicos y de alto valor añadido que se establezcan en el país, condicionada ai) una inversión real y sostenida; (ii) la creación de empleo calificado; (iii) el arraigo a medio-largo plazo (mínimo 5-7 años); (iv) con una actividad real y no meras estructuras fiscales. Se trata, en definitiva, de promover la creación de empresas en sectores estratégicos para nuestra economía y la capitalización de aquellas otras con actividad económica real que creen empleo y reinviertan sus beneficios en activos productivos.

Favorecer más de lo que permiten hoy los fondos de capitalización para la reinversión de la empresa tan catalana que reinvierte prácticamente todo el beneficio que genera, debería ser prioritario respecto de la protección tan laxa fiscalmente de la que se beneficia la empresa familiar. En este sentido, no es necesario descartar la conveniencia de replantear el concepto de empresa familiar vinculando sus beneficios fiscales al control efectivo del capital social por parte de un grupo familiar. O por el lado contrario, podría limitarse mucho más lo que supone la deducción fiscal por el endeudamiento externo; en particular, de quien reparte dividendos sobre la base de incrementar la deuda, hoy subsidiada. También podría hacerse que las ganancias de capital no realizadas tributen en la medida en que superen las inversiones realizadas o que permanecen en activos no productivos. Miren si existen alternativas antes de abolir impuestos o vaciarlos de contenido.

También es un clásico de los antiimpuestos pedir tipos reducidos para todo lo que fiscalmente les afecta, y después hacer confesiones liberales contra una tributación ineficiente por el hecho de que distorsiona la asignación de los recursos. Y además, realizando el análisis en base a los tipos nominales de la tributación de activos, bienes o servicios, sin reconocer el conjunto de toda la imposición que incide en aquellas bases, sea la de los activos físicos respecto de los financieros, la del profesional societario versus quien tributa por renta de persona física, o la de los servicios de la industria turística respecto al resto de actividades económicas.

En la revisión de la fiscalidad hace falta más cirugía fina que hacha política demagógica, desde argumentos que hacen tambalear la financiación del estado del bienestar y, al clamor de una equívoca eficiencia productiva, incrementan la desigualdad social y deslegitiman el mismo sistema de la economía de mercado.

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