"Cobraba más en México en la universidad que aquí con tres trabajos"
Varios catalanes explican las pérdidas de poder adquisitivo y ventajas laborales que han asumido con su regreso a casa


BarcelonaRobert González explica que, cuando cobró su primera nómina en Barcelona después de trabajar ocho años en México, pensó que se habían equivocado. Su sueldo como profesor de instituto en el 2022 no había aumentado ni un euro, era exactamente el mismo que antes de irse, en el 2014. Y no sólo eso. Sus honorarios como profesor asociado en la universidad incluso habían descendido. "Sabía que volviendo a Catalunya perdería poder adquisitivo, pero no me esperaba que tanto –confiesa–. Cobraba más en México como profesor titular en la universidad que aquí con tres trabajos".
El ARA ha hablado con varios catalanes que han vuelto a Catalunya después de haber trabajado años en el extranjero y todos coinciden en que aquí se cobra menos proporcionalmente. Lo dicen incluso aquellos que provienen de países que consideramos menos desarrollados que el nuestro. También aseguran que aquí las condiciones laborales suelen ser peores, y que el elevado precio de la vivienda hipoteca cualquier capacidad de ahorro. De hecho, esto es lo que más les ha sorprendido a todos: que, en proporción, deben pagar más por un piso de alquiler aquí que en el extranjero.
Robert, de 49 años, y su mujer, Alejandra Araiza, de 48, ponen números a todo ello. En México pagaban 350 euros al mes por una casa de dos plantas, tenían dos coches y capacidad de ahorro y adquisitiva para viajar a menudo. En Barcelona, en cambio, viven en un piso normal y corriente que cuesta 1.350 euros mensuales, carecen de coche y ya no pueden ahorrar.
En México, Robert trabajaba como profesor titular de ciencia política en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, que es pública, y cobraba 3.000 euros al mes. En Barcelona es profesor de instituto a jornada completa y también da clases en dos universidades. En total trabaja unas 49 horas semanales y, sin embargo, cobra menos que en México.
Su mujer aún lo tiene peor. Obtuvo una de las famosas becas María Zambrano, impulsadas por el gobierno español para fomentar el regreso de investigadores y que finalmente resultaron un fiasco. Alejandra no ha cobrado lo que le habían prometido ni ha tenido continuidad laboral.
"No nos quejamos de no tener los mismos lujos que en México, sino que aquí es más difícil disponer de las condiciones mínimas para una vida digna", aclara ella. La contrapartida, eso sí, está clara: han vuelto porque tienen una hija de 13 años y consideran que Catalunya es un sitio más seguro que México. Sin embargo, el aterrizaje no ha sido fácil. Pese a que en México tenían un alto poder adquisitivo, las nóminas de allí no les servían para buscar piso aquí porque el importe del salario estaba en pesos con pagos quincenales.
Según los últimos datos del padrón de habitantes residentes en el extranjero del Idescat, el 1 de enero del 2024 había 386.486 catalanes registrados en otro país. Esta cifra había aumentado un 5,2% respecto a hace un año y, de hecho, este incremento se notó en prácticamente todas las comarcas. El ranking de países que más catalanes han acogido lo lidera Francia, con 56.496 residentes; seguida de Reino Unido, con 35.277 personas que han emigrado; y Argentina en tercera posición, con 32.802 residentes catalanes
Sin embargo, la fuga de talento científico y tecnológico, que se ha acentuado en las últimas décadas, no es una excepción de Catalunya. De hecho, en comparación con el club de países de la OCDE, España se encuentra entre los menos afectados por ese fenómeno. Según un estudio elaborado por la red de grupos de investigación Xartec Salut, el Estado cuenta con un 2,3% de personas altamente cualificadas y en edad de trabajar que residen en el extranjero, siendo el segundo país menos afectado por esta situación. Sólo Estados Unidos tiene un nivel más bajo. Por el contrario, en países como Luxemburgo o Irlanda, uno de cada cinco ciudadanos con educación universitaria reside en otro país de la OCDE.
La Red de Asociaciones de Investigadores y Científicos Españoles en el Extranjero (RAICEX) asegura que hay 20.000 españoles con estos perfiles que residían en otros países en 2020 y calculan que el 8,4% de los que tienen un doctorado se han establecido fuera del doctorado.
Alternativas para ganar más
Georgina Navarro, de 43 años, también sufrió la pérdida de poder adquisitivo a su regreso de Irlanda tras vivir 13 años, del 2003 al 2016. Las inmobiliarias no consideraban sus nóminas válidas pese a que, en su caso, el salario era en euros. Ella es agente de viajes y su poder adquisitivo no ha disminuido por haber vuelto, pero sus condiciones laborales sí han empeorado drásticamente.
"En Irlanda me pagaban más de 2.000 euros al mes. Volver a Catalunya suponía volver a cobrar unos 1.300 euros, y no me parecía justo después de tantos años en el extranjero y con una experiencia que otros no tienen", afirma. Así que la solución que buscó es trabajar en horario nocturno y de domingo a jueves en una agencia de viajes. De esta forma, le pagan un plus de nocturnidad y otro de fin de semana, pudiendo tener un sueldo similar al de Irlanda. Ella volvió por otro motivo habitual: quería estar cerca de la familia y, en su caso, se cansó del gélido y lluvioso clima de Irlanda. Allí, asegura, la gente trabaja para vivir y no vive para trabajar. "Si sale el sol, te dejan salir antes del trabajo y nadie realiza jornadas partidas", pone como ejemplos.
Claudia Luna Massuet también ha hecho renuncias desde que regresó a Catalunya el año pasado. Tiene 29 años, es comadrona y se marchó a trabajar a la ciudad inglesa de Oxford en marzo del 2018, cuando hacía pocos meses que se había licenciado como enfermera. Su sueldo allá era similar al de aquí, pero las condiciones laborales eran infinitamente mejores, asegura. A Catalunya sólo le ofrecían "contratas basura" de un mes o incluso un día. En Oxford, en cambio, el hospital público John Radcliffe le hizo un contrato indefinido desde casi el primer día, le permitió escoger en qué unidad quería trabajar, qué horario le apetecía hacer, y le daba siete semanas de vacaciones al año.
"Lo gestioné todo a través de una agencia, financiada por el mismo hospital. Yo no tuve que pagar nada –explica–. Me hicieron una entrevista por videoconferencia, y luego ya me pagaron el vuelo a Inglaterra, me fueron a recoger al aeropuerto con un taxi en el hospital en una de 1.50 euros. uno de España: Madrid, Galicia, Valencia…" La única condición que le pusieron es que debía trabajar en el hospital durante al menos dos años.
Durante los tres primeros meses en Oxford, Claudia trabajó como auxiliar de enfermería, hasta que superó un examen oficial de inglés y entonces ya pudo hacerlo como enfermera. Para acelerar el proceso, el hospital permitía que asistiera a clases de inglés durante su horario laboral. Además, después también le facilitó que se formara como matrona. "En Inglaterra los hospitales públicos fomentan la especialización de su personal y la sufragan con ayudas del gobierno".
Claudia regresó a Catalunya en mayo del año pasado, porque su pareja vive aquí y porque sufre migrañas y el tiempo nublado de Oxford le provocaba más dolores de cabeza. Aquí vuelve a trabajar como enfermera en un hospital público. Le han hecho un contrato de un año y, además de trabajar entre semana, debe hacerlo los fines de semana alternos. "Si me quedara así, habría hecho un mal cambio", admite. Confía en que sus condiciones laborales mejorarán cuando le convaliden el título de matrona.
Neus Edo, de 59 años, lamenta que su profesión aquí está poco reconocida socialmente. Es trabajadora social y ha vivido veinte años en el extranjero: cinco en Venezuela y quince en Bolivia. Regresó en mayo del 2019 y, según dice, ha pasado de tener un sueldo en Bolivia que le permitía tener una vida de clase media, cobrar aquí poco más del sueldo mínimo y tener problemas para pagar el alquiler y llegar a fin de mes. "El principal inconveniente es la vivienda. No me esperaba esos precios", confiesa. Actualmente vive en Parets del Vallès. Volvió consciente de los buenos servicios sociales que existen en Catalunya, donde quiere jubilarse.
Desde el 2002 hay una ley en Catalunya para apoyar a los catalanes que viven en el extranjero y quieren volver. En concreto, prevé ayudas económicas para casos extremos, es decir, para quienes vuelven y apenas tienen nada. "Es una ley obsoleta", asegura Dori Castilla, quien vive en Noruega desde hace ocho años y forma parte del Consejo de la Catalunya Exterior, un órgano consultivo de la Generalitat. "Quizás no hace falta dinero, sino que el proceso de retorno no sea una tortura. Hay que hacer muchos trámites y no hay un lugar único donde informarse", explica por teléfono. A falta de apoyo institucional, muchos de los que están en el extranjero se han autoorganizado: han creado la web Catalansalmon.com e incluso tienen un grupo de WhatsApp de devueltos.
Sergi, de 33 años y que prefiere mantener sus apellidos al anonimato, ha trabajado seis años en Bruselas como técnico de un partido político europeo. Regresó a Catalunya el pasado septiembre y busca trabajo en el tercer sector o en el de relaciones internacionales. "En Bruselas los sueldos en este sector oscilaban entre los 1.800 y los 2.800 euros netos al mes. En cambio, ahí van de los 1.500 a los 2.000. Son más bajos, aunque el coste de vida es similar", explica. Según dice, el precio de la vivienda en determinadas zonas de Bruselas no distaba tanto de Barcelona. "Allí podía encontrar un estudio por entre 850 y 1.200 euros al mes", pone como ejemplo. Su jornada laboral en Bélgica era de 37,7 horas a la semana, tenía cheques restaurante y también ecocheques de 200 euros para la compra de bicicletas o productos ecológicos.
La misma empresa, pero distinto sueldo
Mikel Petri, de 35 años y licenciado en economía e informática, también ha perdido poder adquisitivo desde su vuelta de Estados Unidos en enero del año pasado, aunque tanto allá como aquí trabaja para la misma empresa: Amazon. En Estados Unidos, su sueldo base era un 60% mayor que en Catalunya. "Amazon te paga en función de las condiciones locales y ahí la vida era muy cara y había mucha competencia", argumenta para justificar la gran diferencia. Él vivía en San José, en la bahía de San Francisco. "Pagábamos 3.900 dólares de alquiler al mes, y 3.500 por la guardería de mi hijo". Sin embargo, asegura, tenía capacidad de ahorro. Aquí ha ganado en otros aspectos: en Estados Unidos, Amazon le daba 15 días de vacaciones remuneradas al año y seis semanas de permiso de paternidad, y ahí tiene veinte semanas y 25 días de vacaciones.
"Para una persona con estudios de alta calificación que se marcha a trabajar a países como EEUU, volver a España tendrá un coste importante, salvo aquellos que lo hacen con un programa de ayudas que pueda compensar los sueldos estadounidenses. Poca gente vuelve, aunque tengan que pagar el coste de la educación o la sanidad privada, porque los salarios mucho más al" e investigadora del Instituto de Análisis Económico (IAE-CSIC). En estos casos, apunta, que España tenga un estado del bienestar más sólido no es un argumento suficiente, aunque la académica admite que sí puede funcionar cuando se trata de personas con calificaciones bajas, que viven en zonas con remuneraciones más bajas o mayores niveles de criminalidad. "Te puedes plantear volver para cotizar en España y cobrar la pensión", añade Farré. De todas formas, defiende que los lazos familiares y la voluntad de recuperar las raíces son el motivo que hay detrás de la mayoría de estos retornos, que casi siempre suponen una pérdida de poder adquisitivo para el afectado.
En cambio, Marc Closa, de 32 años y consultor en bioinformática, ha perdido tanto poder adquisitivo como ventajas laborales con su regreso a Cataluña. Trabajó en la Universidad de Copenhague del 1 de febrero de 2020 a octubre de 2021. Su sueldo allí era 1.500 euros más elevado de lo que tiene ahora aquí, y pagaba 1.500 euros de alquiler al mes por un piso de 55 m2 con todos los gastos incluidos: luz, agua y gas. Su contrato era de 37 horas semanales –aunque trabajaba muchas más, asegura–, y pagaba menos impuestos por haberse trasladado a Dinamarca para realizar un trabajo de perfil técnico. A su llegada, además, le dieron un bono de 25.000 coronas (unos 3.500 euros) para pagar la fianza del alojamiento, y el departamento de recursos humanos de la universidad le facilitó todos los trámites para abrir una cuenta bancaria y obtener el permiso de residencia y trabajo. Incluso le proporcionaron seis sesiones gratuitas con un psicólogo para tratar temas relacionados con su trabajo.
¿Por qué volvió entonces? "Es una buena pregunta. Yo también me la planteo. Volví por mi familia y porque quería tener una cierta estabilidad. En la universidad los contratos son sólo de dos o tres años", contesta. Ahora trabaja en una consultoría de análisis de datos para farmacéuticas, pero no cierra la puerta a regresar algún día a Dinamarca.