¿Quién es el Dr. Oetker? El farmacéutico del siglo XIX que ahora es famoso por las pizzas

En las hileras de congeladores de los supermercados, casi siempre hay un logo rojo y blanco que se repite sin cesar. Es el emblema de la firma alemana dr. Oetker, que se extiende en los lomos de las cajas de pizzas congeladas. Éste es su producto estrella: cada día, de las dos fábricas que la compañía tiene en el centro de Europa, salen 2,3 millones de pizzas. Esto se traduce en una facturación que el pasado año superó los 4.200 millones de euros. La filial española rozó los 65 millones de euros. En total, 16.600 trabajadores trabajan para dar forma al catálogo de dr. Oetker, que además de las 45 pizzas se completa con flanes, natillas, helados, pasteles, frutos secos e ingredientes diversos de repostería. ¿Pero quién fue el fundador de la compañía?

La respuesta hay que ir a buscarla a finales del siglo XIX, en Bielefeld, una ciudad de la región del Rin del Norte-Westfalia. En una de las farmacias, trabajaba August Oetker, un joven aprendiz hijo de una familia de panaderos. Lo compaginaba con los estudios de ciencias naturales y un doctorado en botánica. En 1890, cuando tenía 28 años, le salió la oportunidad de comprar una farmacia y se lanzó. En la trastienda creó un laboratorio. Pasaba noches enteras. Quería encontrar algún medicamento único, que le diferenciara del resto. Poco a poco, se fue centrando en el bicarbonato de sodio. Y, gracias a sus vínculos familiares con el mundo del pan, creó una pizca que conseguía mejorar mucho las cocciones de los pasteles. Enseguida puso nombre al producto: Backin.

Un negocio de fermentación lenta

Comenzó a vender su hallazgo en pequeñas bolsas a un precio popular. El éxito le llevó a diversificarse con otros productos: desde puding en polvo hasta azúcar de vainilla. fue el encargado de capitanear la compañía hasta 1944, cuando cedió el relevo a su nieto, Rudolf-August Oetker. ritmo de vida empezaba a acelerarse. Aquella década arrojó al mercado sus pizzas.

Ahora bien, dr. Oetker tiene inversiones más allá de los productos de repostería y de las masas de pan. En 1952 Rudolf-August Oetker compró una empresa cervecera de Frankfurt. Con el paso de los años, fue engordando esta área del negocio con la compra de pequeñas bodegas locales. En el 2009, el 20% del negocio del grupo le venía de este campo, con cerca de 1.600 millones de facturación. Aparte de la cerveza, el nombre de Oetker también aparece en el mundo del transporte marítimo. En 1955 el neto del fundador compró una compañía de barcos en Alemania. Medio siglo después, empleaba a 4.200 personas y tenía una flota de 177 barcos. Asimismo, gestiona una cadena de hoteles de lujo repartidos por países como Brasil, Alemania, Francia o Reino Unido.

La derrota familiar

En el 2007, cuando Rudolf-August Oetker murió, dejó el conglomerado de 400 empresas que dirigía a sus ocho hijos: cinco de los dos primeros matrimonios y tres del tercero. Los últimos fueron a los juzgados para reclamar tener más peso en el organigrama. Todo ello desembocó en una lucha fratricida que se prolongó hasta 2021, cuando la compañía anunció que el grupo dr. Oetker se dividiría en dos. Por un lado, el negocio de las pizzas congeladas y de las cervezas, que incluía el 25% de Estrella Damm. Por otro, el negocio hotelero, la colección de arte y los espumosos Freixenet, donde desembarcó en el 2018 tras pagar 220 millones de euros por quedarse el 50,7% de la empresa catalana.

En la trayectoria de la empresa también pesan sus lazos con el nazismo. En 2017 la compañía contrató a un equipo de historiadores para escribir un libro de la compañía. Las investigaciones revelaron los vínculos de dr. Oetker con la Alemania nazi, a la que proveyó de municiones, piezas y alimentos.