El empresariado catalán: un activo relevante para Cataluña
La trayectoria económica de Cataluña es inseparable del papel que ha desempeñado su empresariado que ha sido capaz de generar prosperidad, estructurar territorio y aportar una visión moderna y abierta al mundo. En un país donde, durante siglos, no hubo una administración propia y recursos naturales significativos, la iniciativa privada no sólo suplió estas carencias, sino que se convirtió también en la columna vertebral sobre la que se sostuvo el desarrollo económico y social. Entender el presente y el futuro de Cataluña exige reconocer esta contribución.
La raíz comercial catalana es antigua y profunda. El Consulado de Mar, una de las instituciones mercantiles más avanzadas de su tiempo, consolidó una forma de entender los negocios basados en normas, responsabilidad y proyección exterior. Este espíritu permitió que Cataluña se insertara en circuitos mediterráneos. Cuando, siglos después, la filoxera devastó el campo, el empresariado reaccionó con creatividad: reestructuración, diversificación, innovación y apertura de nuevos mercados. No fue una excepción histórica, sino un patrón que se repetiría de forma constante.
La revolución industrial reforzó ese carácter. Cataluña se industrializó sin que hubiera una política estatal que lo favoreciese y sin una dotación natural de carbón que lo facilitara. La modernización de la maquinaria textil, la apuesta por las colonias industriales, la creación de entidades financieras modernas y el impulso de infraestructuras fueron decisiones empresariales tomadas en un contexto de nula autonomía política que reforzó la responsabilidad del empresariado como activo destacado para sostener el país. Cataluña se convirtió en el motor industrial de España, y Barcelona, en la capital económica porque sus empresarios asumieron un papel de liderazgo y transformación, y sin ellos la historia habría sido distinta.
En otras tradiciones culturales e institucionales, especialmente las anglosajonas y germánicas, han construido una visión más favorable al papel del empresario. En estos entornos, la iniciativa privada es percibida como un activo colectivo, y su contribución es reconocida social y políticamente. Este marco cultural ha facilitado ecosistemas económicos que impulsan la innovación, promueven la ambición empresarial y generan un círculo virtuoso entre iniciativa, bienestar y progreso. El entendimiento entre sociedad y empresariado permite que estos países avancen con mayor estabilidad y confianza.
Cataluña, pese a su tradición comercial e industrial, no siempre ha gozado de este reconocimiento explícito. La falta de poder político propio durante siglos, sumada a una tradicional cultura política española más reacia hacia la empresa, ha condicionado el relato público sobre el papel del empresariado.
En pleno 2025, el presidente de Fomento, Josep Sánchez Llibre, en el acto de entrega de los premios de esta patronal el pasado 25 de noviembre, exigió respeto para el empresario y para la propiedad privada, ya que a menudo se reciben ataques constantes, que proyectan sospechas y los hacen pasar por presuntos. Por el contrario, cumplen las leyes, generan riqueza y empleo. El empresario no sólo impulsa un negocio, sino que también asume riesgos, apuesta por las ideas y crea oportunidades reales allá donde antes las había.
Además, en un contexto incierto, difícil y tan cambiante, la figura del empresario es aún más relevante. Por eso se reivindica su contribución con serenidad, convicción y orgullo, evitando situaciones en las que el empresariado se siente a menudo cuestionado, regulado en exceso o insuficientemente escuchado.
Un ejemplo reciente: la proposición de ley del Centro Catalán de Empresa y Derechos Humanos, que, por supuestamente evitar que el incumplimiento de los derechos humanos en el extranjero pueda perjudicar a las empresas catalanas, está impregnada de una desconfianza hacia la empresa. Valga decir que el artículo 12.2 dice literalmente: "La persona titular de la Dirección [...] no puede estar vinculada a los órganos de dirección o consejos de administración de entidades con ánimo de lucro, así como tampoco puede pertenecer a fundaciones y/o asociaciones empresariales sin ánimo de lucro en los cinco años anteriores a su denominación". Un tratamiento que atenta contra estas personas porque es discriminatorio y va contra los derechos humanos, reflejando esta visión negativa del mundo de la empresa. Que pida cinco años, o si no tiene ánimo de lucro, que no sea de una asociación empresarial, lesiona a estas personas y proyecta una visión nada apropiada socialmente y lejana de la realidad del empresariado en Catalunya.
La Cataluña económica ha sido construida en gran parte por la iniciativa privada, y una mayor colaboración público-privada, por lo que hay que generar las condiciones políticas, institucionales y culturales para que siga siendo uno de sus grandes activos.