Europa tiene un problema poco habitual: energía superbarata
El Viejo Continente sufre por utilizar el exceso de electricidad generado por las renovables
Debido a la rápida expansión de la energía solar, la electricidad en España es cada vez más barata. Entre las once de la mañana y las siete de la tarde, las horas con más sol en un país con mucho sol, los precios a menudo bajan hasta cero en los mercados mayoristas. Incluso en Alemania, que en modo alguno entra dentro de la definición de país soleado, los precios mayoristas fueron negativos en 301 de las 8.760 horas comercializadas el año pasado.
Mientras los paneles solares y las granjas eólicas conquistan Europa, la pregunta que se hacen los legisladores del continente es qué hacer con toda la electricidad que producen. Precios ultrabajos –o negativos– apuntarían que en estos momentos no se está haciendo un buen uso, porque reflejan errores tanto de infraestructura como de regulación. Hay tres maneras a través de las cuales las empresas y los reguladores pueden establecer un mercado más eficiente: enviar energía a áreas donde no existe un exceso, mover la demanda a horas en las que hay abundancia de energía o almacenar energía como electricidad, combustible o calor.
La necesidad de realizar estas modificaciones es cada vez más urgente. El boom de las renovables en Europa es mayor que en cualquier otra parte del mundo rico. El año pasado el continente instaló aproximadamente el doble de nueva capacidad que Estados Unidos, con 56 gigavatios (GW) de nueva electricidad solar y 17 GW de nuevas plantas eólicas, y las últimas cifras apuntan a que este año se superarán. Para 2030, el 43% del consumo energético total de la Unión Europea procederá de fuentes renovables, frente al 23% de 2022, según las últimas normas.
Enviar energía a sitios sin excedentes requeriría una red mejor conectada. Entso-e, una organización europea de operadores de redes, calcula que la mejora de enlaces internacionales aseguraría que en el 2040 podrían utilizarse cada año 43 teravatios hora de electricidad hoy desperdiciada. Este dato es algo más que el actual consumo anual de Dinamarca. Según el think-tank Bruegel, una red de estas características necesitaría entre un 20% y un 30% menos de capacidad de almacenamiento y soporte.
El problema es que las extensiones de redes requieren tiempo y chocan con oposición. Como resultado, las compañías energéticas han optado por hacerlas subterráneas, lo que aumenta su coste. Las extensiones también generan discusiones. Cuando se establece una conexión, el mercado con precios de la electricidad más bajos inevitablemente empezará a exportar energía a lo que los tiene más altos. Aunque ambos territorios salgan beneficiados de la transacción, a un lado los beneficiados serán los productores de electricidad y en el otro los consumidores, y el otro grupo saldrá perdiendo en ambos lugares. El 18 de junio, Suecia canceló el Hansa PowerBridge, una conexión de 700 megavatios con Alemania, por el miedo a que aumentaría los precios a los consumidores domésticos.
La siguiente opción para los legisladores es mover la demanda. Esto no quiere decir que haya que convencer a todo el mundo de que se duche a la hora de comer, cuando el sol brilla más. La idea es mover las fuentes de demanda más flexibles, como la carga de vehículos eléctricos en horas con abundante energía. Hacerlo pide instalar termostatos inteligentes que miden no sólo cuánta energía se gasta, sino también cuándo se gasta, y que así se permita variar los precios. Sin embargo, por el momento los países todavía están haciendo progresos en la instalación de estos aparatos. Aunque casi todo el mundo tiene uno en España, en Alemania no tiene a casi nadie.
Otro obstáculo para modificar la demanda son los regímenes de fijación de precios existentes. Por ejemplo, Karoline, una caldera gigante en la ciudad alemana de Hamburgo, está lista para transformar la electricidad sobrante en calefacción para 20.000 hogares. Debe pagar recargos mensuales completos para utilizar la red aunque sólo utilice pocas horas, lo que hace que sea demasiado caro conectarse. Como consecuencia, a menudo está inactiva, incluso cuando las turbinas eólicas locales están apagadas para evitar un exceso de capacidad en la red. Mientras, los consumidores sufren problemas similares. Suelen pagar el coste de conexión con tarifas fijas, independientemente de cuándo utilicen la energía. La UE está presionando a los países y los mercados para que sean más flexibles, pero actualizar la regulación, los métodos de fijación de precios y la tecnología de la red requiere tiempo.
¿Podría un mejor almacenamiento solucionar el problema? En Vantaa, en Finlandia, una empresa energética local está a punto de perforar un agujero del tamaño de 440 piscinas olímpicas en el suelo rocoso del municipio. Se llenará con agua calentada a 140 grados que permitirá almacenar 90 GWh de calor, cantidad suficiente para mantener la ciudad calentada durante un año. Otras compañías están mejorando el uso de baterías para almacenamientos de corta duración. Sin embargo, por desgracia, estos sistemas suelen estar limitados por las actuales estructuras de los mercados energéticos. Cuando se trata de gestionar la congestión o controlar frecuencias, los mercados normalmente están creados en base a que el soporte llegará de energía procedente de plantas convencionales de gas natural. "En Europa el uso eficiente del exceso de electricidad ni se prevé ni se promueve", lamenta Julian Jansen, de Fluence, un productor de productos de almacenamiento de energía.
El coche eléctrico, posible solución
Con más incentivos, los legisladores podrían hacer entrar en juego las baterías domésticas. Jochen Schwill, de la start-up Spot My Energy, cree que una casa alemana con baterías podría recibir 600 euros al año si almacenara energía para la red. Los vehículos eléctricos también podrían desempeñar un papel, porque, en esencia, son dos aparatos en uno: un coche y una batería. Octopus, un operador energético británico, ha lanzado recientemente una tarifa que ofrece la carga del vehículo gratuita si es la empresa quien decide cuándo se carga y si también puede verter electricidad de la batería en la red. Si se utilizaran más ampliamente, tarifas así podrían utilizar los excesos de electricidad y, gracias a menores costes, hacer más atractivos los vehículos eléctricos.
Sin incentivos mejores, Europa sufrirá por utilizar sus crecientes superávits de energía. Y esto reducirá los beneficios a los inversores en renovables. En mayo, el ratio de captura (la proporción del precio diario medio capturado) de los paneles solares alemanes cayó hasta el 50%, cuando tres años antes era del 80%, según los cálculos del consultor energético Julien Jomaux. La electricidad ultrabarata debe celebrarse. Pero, como está descubriendo Europa, puede ser difícil de explotar.