¿Existen tiendas de pararrayos? ¡Sí!
Pararrayos Torrente, en Ciutat Vella, es un negocio con más de un siglo de antigüedad


BarcelonaEl pararrayos no para los rayos. Hay un eterno conflicto semántico aquí. El pararrayos canaliza el rayo para prevenir las malas consecuencias que puede tener sobre las personas y los equipamientos. La protección del pararrayos es necesaria y, desde 2006, obligatoria. Pero, a ver, ¿existen las tiendas de pararrayos? Pues sí, y en Barcelona está la más antigua del mundo. Pararrayos Torrente, en la calle Marquès de Barberà 21, toda una maravillosa rareza, un exotismo, un espacio de singularidad. Un reducto de "romanticismo". No duda en calificarla así a Carles Torrente, que junto a su hermano Jordi, corre a cargo del negocio desde hace unos treinta años. Romanticismo, sí, porque lo más práctico hoy sería cerrar la tienda, irse de Ciutat Vella y operar casi al 100% de forma virtual desde una oficina en un polígono industrial, por ejemplo. Con la reforma integral que el espacio experimentó en el 2000 se lo plantearon, pero "no quisimos dejar perder los orígenes", exclama Carlos. Los orígenes, sí, ciento sesenta y cinco años de una historia que desde 1891 es familiar. Fue el año en que Josep Torrente, el abuelo de Carles y Jordi, compró el negocio a su fundador, Josep Sellarès. Hoy, cuarta generación de Pararrayos Torrente. Durante muchos años, la fabricación se hizo en el mismo local, pero desde la reforma integral se echa. Conservan, eso sí, el torno y las máquinas por si es necesario rectificar alguna pieza. Antiguamente, para sacar del local piezas de ocho o diez metros prácticamente era necesario parar el tráfico y pedir al comercio de enfrente poder entrar para maniobrar.
Una joya del pasado es el cartel de la fachada, con el puño de hierro que sujeta unos rayos con bastante desatada. No puede ser más elocuente de la personalidad y la temática de un negocio especial. Tienen poquísima clientela ocasional, alguien de vez en cuando entra porque necesita instalar o renovar el pararrayos de la finca o de la segunda residencia, pero la gran mayoría de la clientela son ingenierías para las que trabajan e instituciones particulares que son fijas desde hace años. Es interesante tener presente la cronología del invento. Benja Franklyn inventó el pararrayos en 1752 y la primera instalación fue en 1760. Sólo cien años después nació el negocio que hoy nos ocupa. La evolución tecnológica ha marcado mucho la evolución del mercado y también del negocio, por supuesto. Desde los iniciales pararrayos Franklyn –de hecho, todavía se siguen instalando– a los pararrayos radiactivos que se prohibieron en 1986, hasta llegar a los hoy dominantes pararrayos electrónicos. Desde 2006 existe el código técnico que obliga a instalarlo en toda edificación calificada con un nivel 1, 2 o 3 de necesidad de protección. "Es lo más habitual", precisa Carles. Esa realidad a ellos les beneficia. Antes existían normas de referencia, pero no eran de obligado cumplimiento.
En Torrente no sólo vienen e instalan los aparatos para canalizar la electricidad que viene del cielo, sino que también se encargan de prevenir sus efectos. Por eso protegen las instalaciones eléctricas de las posibles sobretensiones derivadas de una descarga de electricidad meteorológica. Estos días, sin ir muy lejos, están ultimando la protección del monasterio de Montserrat. También tienen como clientes el monasterio de Poblet, Santa María del Mar, el Tibidabo, el Observatorio Fabra y las tres chimeneas de Sant Adrià de Besòs. También trabajan en León, Segovia, Valencia, Aragón y las Islas. ¡Ah! Y el año pasado enviaron pararrayos a Cuba. Podría parecer lo contrario, pero en Catalunya tienen bastante competencia. Hay tres o cuatro empresas de pararrayos, alguna de las cuales sólo exporta y no instala. Carlos y Jordi se han hartado de instalarlos. Primero acompañando al padre y al tío y después a ellos. Hoy, Pararrayos Torrente tiene nueve trabajadores y mira el futuro con optimismo. ¿Cómo les afecta el cambio climático? Habrá menos tormentas, pero serán más violentas, explica Carlos. "Vamos a seguir teniendo trabajo". Y la tecnología del futuro, ¿hacia dónde debería ir? "Tal vez debería intentar evitar que se formen los rayos. Una posibilidad que hoy no existe". Por último, ¿cuánto vale un pararrayos? Comprarlo e instalarlo entre 2.000 y 2.500 euros.