Flors Pons, la última productora de rosas en Cataluña

La flor emblemática de San Jorge proviene en su mayoría de Colombia o Ecuador

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Joan Pons en el invernadero de rosas de Santa Susanna

Mercabarna calcula que, durante el día de Sant Jordi de este año, en Catalunya se venderán cerca de 7 millones de rosas. Pero, de éstas, menos del 1% serán producidas en territorio catalán. De hecho, sólo queda un productor de rosas en Cataluña: es Flors Pons, la empresa familiar dedicada a la flor cortada y los complementos, ubicada en Santa Susanna (Maresme).

Aunque en los años 70 y 80 sólo con los productores de rosas del Maresme ya se cubría prácticamente toda la demanda de Sant Jordi, actualmente sólo queda Flors Pons que produzca. Este año la empresa calcula que podrá proveer entre 40.000 y 50.000. "Esto es una miseria", explica el copropietario del negocio, Joan Pons, "pero producir rosa aquí es cada vez más caro". "De hecho, de cara al próximo año reduciremos la producción seguro", explica en una entrevista en elEmpresas.

"Antes, sólo en el Maresme, había muchos productores de rosas, al menos 50 hectáreas, y sólo llegaba un poco desde Francia, Holanda y Canarias, pero era una cantidad muy pequeña", explica Pons. Sin embargo, ahora los productores de flor cortada han ido dejando de lado el cultivo de rosa, principalmente por la fuerte competencia externa, las restricciones en los productos fitosanitarios y el cambio climático.

Competencia "desleal"

El principal motivo de que la producción de rosa en Catalunya prácticamente haya desaparecido es, según Pons, "una lucha desleal". "El cambio climático no ayuda, pero sobre todo el problema es que llegan muchas rosas de Colombia y de Ecuador, que tienen una eterna primavera, allí la rosa siempre les sale igual, y es mucho más barato producirla", explica el floricultor.

Asimismo, la regulación de los productos fitosanitarios "más estricta" en Europa también encarece la producción aquí. "De los productos que utilizábamos hace 30 años, ya no hay ninguno. Con las nuevas regulaciones europeas, cada año desaparecen diez insecticidas para plagas y aparece sólo uno, que suele ser poco eficaz, pero fuera todavía se pueden utilizar los que nosotros teníamos antes", relata Joan Pons.

"Nosotros hace 40 años empezamos a producir rosas, y las hacíamos sólo para Sant Jordi y Tots Sants. Nos podíamos permitir no hacer todo el año porque era mucho más barato, porque había menos plagas. Ahora , al ser más costoso, debemos producir todo el año, pero hemos ido reduciendo el cultivo", explica Pons. De hecho, Joan Pons ya detalla que del año pasado a este año han pasado a tener una hectárea dedicada a la rosa a tener sólo 7.000 m², y de cara al próximo año aún reducirán más el cultivo.

Lo que ocurre con la rosa, pero también ocurre con otros cultivos. "El clavel es otro ejemplo. Antes se producía un montón aquí y ahora se hace muy poco. O las gerberas, por ejemplo: también queda solo un productor", dice. Los motivos son los mismos. Sin embargo, por otro lado, hay cultivos que crecen. "El eucalipto se ha puesto de moda. Hace más de veinte años que hacemos, pero ahora ya tenemos dos hectáreas, y se exporta mucho, sobre todo a Holanda y también para consumo nacional".

Con todo, Pons es contundente con un reclamo a las administraciones: "Debería haber ayuda a escala técnica o igualdad en el ámbito fitosanitario; si no, no estamos en igualdad de condiciones para competir con el mercado exterior" , apunta.

Del huerto a la flor

El abuelo de Joan Pons fue quien empezó el negocio. Eran los años 50, y el abuelo Pons tenía un huerto y se dedicaba a vender principalmente verdura, que llevaba a Barcelona. Pero entonces hubo el boom del clavel: "En estos trayectos, mis abuelos se dieron cuenta de que por la zona de Vilassar todos los que tenían terrenos preparaban cestas de claveles y las llevaban a la ciudad, y de allí se exportaban al resto de España, y empezaron a hacer lo mismo", explica Joan Pons.

En ese momento, el negocio era muy residual. "Hace 45 años mi padre decidió ampliar el mercado de la flor y empezó a hacer rosas, gladiolo, clavel pequeño, etcétera, hasta que la verdura empezó a estorbar y nuestro negocio viró hacia la flor exclusivamente" , relata. Ahora tienen un total de cinco hectáreas, unos diez trabajadores y ya es la tercera generación de Pons quien lo gestiona, aunque la continuidad no está clara: "Somos tres hermanos y los tres tenemos hijos, pero, aunque vienen a ayudar de vez en cuando, no nos parece que ninguno de ellos quiera continuar el negocio.

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