Macroeconomía

La política de innovación de la UE

Frena la innovación en las empresas catalanas
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Un salto adelante en la propensión europea a innovar no dependerá sólo de las políticas de soporte directo a la innovación. Pero, aun así, éstas son importantes. Podrían serlo mucho las que se despliegan a escala europea si la fracción de la inversión pública europea que canaliza la UE no fuera tan reducida –no llega al 20%– o si la composición de su inversión estuviera bien optimizada. En este artículo me dirijo a este último aspecto.

La investigación –en sentido amplio– incide en el proceso de creación de un nuevo producto actuando sobre los eslabones que constituyen la cadena del proceso. Es común clasificarla por el nivel de preparación tecnológica (technology readiness level - TRL) de estos eslabones. Hay 9 niveles: el nivel 1 es la ciencia fundamental, el 5 la validación de tecnologías fuera del laboratorio, y el 9, ya muy cerca del mercado, prueba la tecnología en su entorno operativo.

Las tecnologías que se originan a niveles bajos de TRL y que acaban incorporadas a una multitud de productos finales que transforman significativamente la economía las denominamos tecnologías disruptivas. Sin embargo, no toda la investigación a niveles bajos de TRL acaba incorporada a la economía. El problema es que no podemos saber a priori cuáles serán disruptivas. La teoría de números existe desde hace 2.500 años y no hace ni cincuenta que se ha convertido en un componente crucial de la industria de la criptografía. Por ello, el apoyo público a la innovación debe graduarse por el nivel TRL del proyecto. Los que están cerca del mercado tienen menos riesgo económico que los que están alejados. Son más asumibles por las empresas. La financiación pública debería concentrarse, por tanto, en los niveles bajos, donde hay más riesgo pero también más retorno en forma de tecnologías disruptivas.

En el vigente programa marco de la UE de fomento a la innovación una institución clave es el Consejo Europeo de Innovación (EIC). Inyecta recursos vía partenariados público-privados en tres programas: Pathfinder, Transition y Accelerator. Los dos primeros se concentran en proyectos del nivel 2 al 4 (por el nivel 1 tenemos el Consejo Europeo de Investigación, ERC). El tercero, del 5 al 8. En términos de dotación, sin embargo, el tercero recibe el doble que los otros dos. Para Mario Draghi y la corriente de pensamiento que su informe de este septiembre representa (ver EU innovation policy: How to escape la middle technology trap, elaborado por tres grandes think tanks europeos) la desproporción es indicativa de la debilidad innovadora de Europa. Con su política, la UE no buscaría tanto la innovación disruptiva como la consolidación de Europa como un área tecnológica de nivel medio. Para superar este callejón sin salida Draghi propone como modelo la iniciativa americana de los ARPA (Advanced Research Projects Agencies), responsables, entre otras muchas tecnologías, de internet. Esto exigiría concentrar los recursos en los niveles hasta el 4 y, además, evaluar y seleccionar propuestas con el protagonismo de los máximos expertos científicos, típicamente externos a la administración europea. También intensificar la colaboración y las sinergias con el ERC.

¿Qué piensan los empresarios? El European Round Table for Industry (ERT), formado por 60 consejeros delegados de las mayores empresas de Europa, ha expresado su posición en el documento Seizing the moment del pasado julio. Reivindican que las subvenciones del EIC deberían llegar al nivel 9, es decir, a productos que ya están cerca del mercado. Es desalentador.

¿Qué posición predominará? Lo más probable es que se intente contentar a ambas. Que sea posible dependerá de si se adopta otra de las recomendaciones de Draghi: doblar el presupuesto del programa marco. Pasar de 100.000 millones de euros –por siete años– a 200.000. Ojalá el gobierno español apoye esta propuesta.

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