La segunda vida en la red de los negocios de toda la vida
Los hermanos De Moya venden, ahora por internet, 12 millones de etiquetas cada año para marcar con el nombre las prendas de los más pequeños
Hacer lo de siempre pero adaptando el canal de venta. Ésta es la apuesta de los hermanos De Moya, fundadores de Marcaropa. Su negocio es tan simple como -según ellos- necesario. Desde su pequeño taller del barrio de Gràcia, en Barcelona, fabrican cada año más de 12 millones de etiquetas para planchar o coser sobre la ropa. Un producto que utilizan sobre todo los padres para etiquetar la ropa de sus hijos cuando van a la escuela, al esparcimiento o de colonias.
“Las etiquetas hacen falta, y no una, ni dos, ni veinticinco, hacen falta muchas, es un producto necesario”, asegura Juan Francisco De Moya. Este empresario, y su hermano Juan Ramón, son la tercera generación de una familia que siempre se ha dedicado al textil. “Mi abuelo hacía pañuelos de ropa; los fabricaba en Horta y los venía por toda España”, explica De Moya. Más adelante, en los años 80, su padre fue de los primeros en el Estado en fabricar coderas y rodilleras, “el típico producto que se plancha y pega sobre la ropa”, recuerda este empresario. Pero Marcaropa, tal y como está configurada actualmente, no aparece hasta el 2006. "Nace de mi proyecto final de carrera en el Instituto Químico de Sarrià", explica Juan Francisco, que luego aprovechó para llevarlo a la realidad.
Se trata del propio negocio de toda la vida pero trasladado a internet. “Nosotros llevaba 20 años vendiendo las etiquetas en las mercerías y, simplemente, cambiamos el canal”, explica De Moya. Lejos de desmotivarlos, la llegada de la crisis fue el empuje definitivo: “Montamos el portal en 2007 y 2008, precisamente para poder producir y cobrar con el mínimo coste posible”, admite. De Moya recuerda que entonces, pese a la incertidumbre general, la crisis no les pasó tanta factura. "Nuestra competencia fue plegando, el mercado se depuró y nosotros aprendimos a gestionar más con menos recursos", reconoce. Así, Marcaropa esquivó los peores momentos de la crisis sin realizar ningún recorte de personal. “Sólo éramos cuatro trabajadores, los mayores proveedores iban cerrando y como el producto seguía siendo necesario las mercerías nos venían a buscar directamente a nosotros”, explica este emprendedor.
“Lo que hemos conseguido con internet es automatizarlo todo -admite De Moya-; ahora todo lo hace el cliente, y esto no sólo reduce costes, también los fallos para coger mal una dirección, un teléfono... Estas gestiones, ahora, las hace quien hace la demanda, y el proceso es más eficiente”. Ser de los primeros de su sector en empezar a vender por internet también les ayudó a posicionarse. Según estos dos hermanos, la evolución de su negocio y el auge del comercio por internet hicieron que les salieran competidores, pero la ventaja de Marcaropa fue precisamente sus años de experiencia en el negocio y los canales tradicionales.
“Muchas empresas se animaron y algunas, además, con mucho más músculo financiero que nosotros, pero se centraron en las etiquetas plásticas, de vinilo, y nosotros seguimos con las de algodón, el producto de toda la vida, ecológico y absolutamente reciclable -remarca De Moya-. También ofrecemos etiquetas plásticas, pero el 75% de nuestras ventas, es decir, el producto estrella, siguen siendo las de algodón, el típico rollo de cinta que se corta y se plancha sobre la ropa y se cose; además, este producto no duele en la piel de los niños”, insiste el empresario.
De hecho, según explica esta familia vinculada al sector textil, el negocio de las etiquetas ha variado muy poco a pesar del paso del tiempo. "Hay algunas modas: durante una época, por ejemplo, nos pedían mucho personalizar con una fotografía en lugar del nombre, pero al final todo el mundo vuelve al producto más básico", reconoce Juan Francisco De Moya.
La unión de la tradición y el canal online les ha ayudado a facturar cada vez más. Mientras que al inicio de la crisis los ingresos eran de unos 80.000 euros, en el 2014 Marcaropa facturó ya 700.000, y el año pasado cerraron con 1,1 millones. Con estas cifras, la compañía emplea empleo fijo a 8 personas, y la plantilla llega a doblarse -con contratos temporales- cuando hay más demanda. Ahora los hermanos De Moya piensan ya en la expansión internacional para abrir mercados en Europa y Latinoamérica, empezando por Italia y Portugal. “El alcance de la expansión dependerá de si lo hacemos solos y con capital propio o con un socio; lo estamos debatiendo”, concluye De Moya.