Ataque a Ucrania

El impacto de la guerra entre los empresarios catalanes: “Si no llega pienso, tendré que cerrar las granjas”

Empresarios catalanes relatan cómo impacta el ataque a Ucrania en sus compañías

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Un tractor en una plantación de maíz.

BarcelonaDavid Coll es el director de la empresa de genética porcina UPB Genetic World, con sede en Navàs (Bages). Tiene una plantilla de 22 empleados y 23 trabajadores indirectos en las granjas. Cuenta con unas 3.000 cerdas, pero, si la guerra de Rusia contra Ucrania se alarga, se podría ver obligado a llevarlas al matadero y cerrar las granjas. ¿El motivo? Ucrania es el granero de Europa. El 42% de los cereales que se consumen en España provienen del país que preside Zelenski. En concreto, el 60% del gira-sol, el 35% del maíz, el 10% del trigo y el 25% de la cebada.

“No sabemos si en un mes y medio podremos alimentar al ganado por la carencia de suministro de cereal –explica Coll–. Si no llega pienso, tendré que cerrar las granjas”, sentencia. En su caso compra el cereal a cuatro empresas diferentes y dependerá de su stock que él pueda adquirirlo. “Nosotros tenemos comida para una semana, máximo 15 días según los silos de pienso que tenemos en las granjas”, reconoce.

Los mercados alternativos a Ucrania son Brasil, Argentina, Estados Unidos y, en menos cantidad, Francia. Ahora bien, la burocracia para exportar trigo procedente tanto de EE. UU. como de América del Sur a Europa es compleja y por eso Coll, que también es presidente del sector agroalimentario de la patronal Pimec, reclama a los estados que aprueben un corredor de emergencia para que lleguen barcos del continente americano antes de que se acabe el poco stock que les queda. “Necesitamos maíz, cebada, trigo y cereales; si no, podemos tener un desabastecimiento total, hecho que puede provocar que al consumidor le acabe faltando carne”, advierte.

De la incertidumbre a la angustia

Esta carencia de cereal ha provocado precisamente un aumento desorbitado del precio. Coll destinaba anualmente unos 25.000 euros a la alimentación del ganado, una cifra que se ha disparado hasta los 50.000 este último año. “Hace pocos meses el incremento del precio del cereal era de un 3% mensual; estos últimos días la subida ha sido de un 3%, pero solo en una semana –concreta–. La situación es de incertidumbre, de angustia, no nos queda otro remedio que tomar decisiones sobre la marcha”. A este contexto se tiene que sumar el incremento del coste energético, que casi ha triplicado la factura que habitualmente pagaba por la electricidad de las granjas.

El cereal, sin embargo, no es el único producto estrella de Ucrania: también lo es el aceite vegetal. De hecho, el país es el gran proveedor de este producto en Catalunya y España: un 70% del que llega es ucraniano. Esto está impactando directamente a las empresas que trabajan con este tipo de condimento. Entre ellas, la de aceites y salsas Millàs, con sede en Sant Pol de Mar. Tiene un centenar de trabajadores y factura anualmente unos 30 millones de euros. “Ucrania es una pieza indispensable para la economía europea en cuanto a la alimentación, igual que Rusia lo es por el gas”, explica su propietario, Ramon Millàs, que añade que la carencia de aceite vegetal puede provocar rupturas de algunos productos.

Guerra y covid

“Hemos sufrido lo que internacionalmente se conoce como fail: todos los contratos firmados con Ucrania han quedado cancelados por una causa mayor”, explica. A esto se le añade otro problema: muchas empresas, como la suya, estaban trabajando con unos stocks más bajos que los de antes de que estallara la pandemia para no pillarse los dedos. De hecho, Millàs ha sufrido, y mucho, las repercusiones económicas del covid, porque su principal cliente es la restauración, uno de los sectores más afectados por las restricciones.

El fail se veía a venir, dice. Primero empezaron a atrasar los envíos unos diez días y una semana antes de que empezara la guerra ya los advirtieron de que los barcos no saldrían. Ahora el plan B es comprar el aceite a otros mercados productores. Los principales son Brasil y Argentina, pero tarda tres meses en llegar y hará que se disparen los costes logísticos. “Ucrania está aquí al lado, por eso hay esta dependencia, a escala catalana”. De momento también ha comprado aceite en Francia y a otros envasadores que tenían un exceso de stock. “La situación es muy nueva; ya veremos como estamos la semana que viene, pero encontraremos una solución a medio plazo”, asegura.

Como también ha pasado con los cereales, el otro gran hándicap es que el precio del aceite se ha multiplicado por cuatro desde el covid, un incremento que no ha repercutido con la misma intensidad al consumidor.

Millàs, que también es el presidente del Gremi d'Oliaires de Catalunya, formado por una decena de empresas, coincide con Coll en que el contexto actual es de incertidumbre. “Es un escenario nuevo, que no sabemos cómo nos acabará afectando. Ahora que salíamos del covid, volvemos a otro desastre”, apunta. Aun así, tiene claro que este nuevo descalabro también lo superarán. “Le daremos la vuelta y encontraremos soluciones”, asegura mientras insiste en que hoy por hoy su prioridad es luchar por mantener el servicio con los clientes y evitar situaciones de acaparamiento.

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