Molins unifica marcas, cambia de imagen y sale de compras
La compañía no tiene sobre la mesa devolver a Cataluña su sede social
BarcelonaCementos Molins, después de 96 años de historia, aterriza en el siglo XXI. La compañía ha anunciado un cambio de imagen, con un nuevo logo, y unificará todas las marcas que tenía hasta ahora en una sola: Molins, perdiendo el Cementos de enfrente, ya que el negocio del cemento pierde peso en el conjunto de un grupo que pasa ahora a presentarse como empresa de soluciones sostenibles para la construcción. Un cambio en el grupo empresarial de la familia Molins que coincide, además, con un relevo del primer ejecutivo: Julio Rodríguez, primer consejero delegado ajeno a la familia, dejará el cargo en la próxima junta de accionistas a finales de junio después de nueve años y dará paso a Marcos Cela como primer ejecutivo.
Rodríguez dejará la primera línea con los deberes hechos: unos resultados sólidos, un plan estratégico trazado y el objetivo de crecer encarrilado, tanto orgánicamente como con compras. Él mismo señala que la empresa, con un ratio de deuda sobre ebitda de cero, es decir, sin el peso del endeudamiento, prepara adquisiciones de otras compañías, tanto en España como en el extranjero. "Tenemos proyectos de crecimiento", asegura Rodríguez que, además, recuerda que la compañía tiene "el periscopio arriba para analizar oportunidades y realizar las compras que tenga que hacer".
Los resultados acompañan a esta política. Molins cerró 2023 con unos ingresos de 1.349 millones de euros, un 6% más que el año anterior; un resultado operativo (ebitda) de 337 millones, un 22% superior, y un beneficio neto de 151 millones, un 35% superior al del año 2022.
Agrupar los seis negocios de Molins en una sola marca es un camino para reivindicar el propósito de la empresa, dice Rodríguez, que consiste en dar "soluciones innovadoras y sostenibles para la construcción". De hecho, el reparto del negocio indica ya estos pasos. La producción de cemento sólo representa ya el 59% de la actividad del grupo en todos sus mercados (por debajo del 20% en España); el hormigón, el 11%; los prefabricados, el 18%; y los morteros especiales, el 12%.
La compañía, con presencia en 12 países, más de 6.300 empleados y 168 instalaciones industriales (de las cuales ocho están destinadas a la economía circular), quiere llegar a la neutralidad de carbono en 2050. De momento se ha fijado objetivos para 2030: elevar del 22% al 55% el consumo de energía eléctrica de origen renovable, pasar de 558 kilos de CO₂ emitidos por tonelada de cemento producida a menos de 500 kilos y elevar del 11% al 40% el uso de combustibles alternativos (en la gran planta de Sant Vicenç dels Horts ya supera el 50%), así como otros objetivos de responsabilidad social corporativa, como planes para la comunidad, restaurar la biodiversidad de las canteras o pasar del 17% de mujeres en puestos de gestión a más del 23%.
Además del cambio de imagen, los productos de Molins más sostenibles se incluirán en una gama denominada Susterra, independientemente de la línea de negocio a la que pertenezcan. Sólo dos marcas escaparán de la unificación: la histórica marca catalana de elementos urbanos Escofet y la filial alemana Calucem. Estas marcas, sin embargo, dentro de la nueva imagen, pasarán a llamarse Escofet by Molins y Calucem by Molins.
Sede social
Molins, pese a ser cotizada, está mayoritariamente controlada por las distintas ramas de la familia del mismo nombre. A finales del 2017, tras el referendo del 1-O, el grupo hace llevarse su sede social a Madrid, aunque lo hizo sin el consenso de todos los accionistas.
El regreso a Catalunya parece que tendrá que esperar. Según el consejero delegado, el consejo de administración no trabaja en este tema y "no está sobre la mesa".