Las noticias de Alemania son malas, no porque el PIB se contraiga, sino por las causas de esta contracción.
Alemania está en crisis porque ha hecho una apuesta por el gas ruso, y ahora su industria tiene unos costes energéticos mucho más elevados que los de sus competidores a ambos lados del Pacífico. Además, su punto fuerte tradicional, la tecnología, también ha quedado atrás. Esto nos perjudica, y mucho, porque nosotros vamos a rebufo de Alemania.
En cambio, el hecho de que el PIB no crezca no debería preocuparnos, porque a partir de ahora esto será bastante normal.
El PIB se definió y empezó a medirse a raíz de la crisis de los años 30. En ese momento depresión significaba paro. Esta identificación se ha mantenido durante décadas en la medida en que era necesario que la economía creara puestos de trabajo para los jóvenes del baby boom y para las mujeres, que se incorporaron al mercado de trabajo masivamente a partir de la Segunda Guerra Mundial (en España, a partir de los años 70).
Ahora, en un contexto de contracción demográfica, no es que no sea necesario que el PIB crezca mucho, es que no puede crecer mucho. Por tanto, las contracciones del PIB, que hasta ahora han sido una anomalía, serán frecuentes. Una parte de lo que ocurre en Alemania está también motivado por ello.
