¿Está sufriendo antes Cataluña el impacto de la guerra comercial?
El PIB catalán crece menos que el español por primera vez desde el verano de 2023
BarcelonaLa economía catalana cerró el segundo trimestre del año con una tasa de crecimiento inferior a la media española, una situación que no se producía desde el verano de 2023. La diferencia entre las tasas de crecimiento de Catalunya y España ha sido mínima, pero los datos señalan las diferencias en el modelo productivo y, sobre todo, en el modelo exportador.
Según los últimos datos del Idescat, la agencia estadística de la Generalitat, y del Instituto Nacional de Estadística (INE), el producto interior bruto (PIB, el indicador que mide el tamaño de una economía) de Catalunya aumentó en el segundo trimestre un 2,7% frente al mismo periodo del año pasado, una décima menos que la tasa de crecimiento registrada. Es decir, una diferencia muy pequeña –casi anecdótica– a favor de la economía española después de meses en los que el crecimiento catalán había superado la media española por tres o cuatro décimas con normalidad.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la evolución del PIB catalán y el español suelen ir de la mano, por dos razones. La primera es que Catalunya no es un estado independiente, sino que comparte gobierno, política fiscal, política monetaria y leyes con el resto de comunidades autónomas, además de estar plenamente integrada en el mercado español desde hace siglos. La segunda es puramente matemática y tiene una relación directa con la primera. Justamente por el hecho de que Cataluña forma parte de España, la evolución del PIB catalán afecta a la del español, porque Cataluña es una parte de España. Más concretamente, el PIB catalán representa casi una quinta parte del Estado.
De hecho, si se observa el gráfico adjunto, se ve como desde 2019, la evolución de ambas economías ha sido casi idéntica. La caída durante el 2020, el año más duro de la pandemia, fue algo más acusada en Catalunya, que además ya había frenado su crecimiento en el 2019: el PIB catalán recibió la copido después de dos trimestres seguidos de caídas; es decir, en recesión técnica, algo que no ocurrió en el conjunto de España.
Ahora bien, una vez pasado el golpe más fuerte de la covid, la economía catalana fue recuperando empuje y atrapó a la española en ritmo de crecimiento. A finales del segundo trimestre de este año, el PIB español había crecido un 10% frente al primer trimestre de 2019, mientras que el catalán lo había hecho un 9,8%. Cifras muy parecidas.
Dependencia exterior
Durante los últimos años, ya con la pandemia superada, Cataluña ha aprovechado los vientos de cola que venían del extranjero. Aunque representa algo más del 19% del PIB español y un 16% de la población del Estado, Cataluña tiene una economía notablemente más abierta que el conjunto de España, como lo demuestra el hecho de que las exportaciones catalanas de bienes son un 26% aproximadamente del total del Estado. Esto se debe también a que la industria es más importante en Cataluña que en el resto del Estado.
En el 2022, con la invasión rusa de Ucrania, buena parte de Europa sufrió el choque provocado por la dependencia energética de Moscú. España salió bien gracias a las conexiones de gas con Argelia, lo que limitó el impacto que tuvo la guerra sobre la economía tanto catalana como española. Además, también en relación al sector exterior, en 2019 el 11,6% de la actividad económica en Catalunya provenía directa o indirectamente del turismo –dos décimas menos que la media española, según un estudio de la Universidad de Barcelona–, lo que explica el crecimiento de los últimos años y pone dudas en el futuro de ambas economías.
Ahora, sin embargo, parece que la ralentización es un hecho consumado y que Cataluña y España están destinadas a crecer menos. De momento, parece ser la primera quien sufrirá un poco más bien las consecuencias de la coyuntura económica actual, marcada por la continuación de la guerra en Ucrania (además del conflicto en Gaza y la inestabilidad en Oriente Próximo, con la volatilidad que ello conlleva a los mercados energéticos) y, por encima de todo, la guerra comercial iniciada por el presidente de Estados Unidos, aliados europeos.
En este aspecto, los datos del PIB catalán publicados este pasado lunes por el Idescat ya señalan una bajada de las exportaciones de bienes. Esta caída se debe directamente al impacto de las ventas de empresas catalanas en EE.UU., pero este hecho no es ni mucho menos la principal razón, ya que el mercado norteamericano no representa ni un 5% del total de las exportaciones catalanas. "Sectores como la automoción, la química o los bienes industriales" envían una proporción importante de sus producciones a EE.UU., pero los socios comerciales se encuentran sobre todo dentro de la Unión Europea, señala Joan Ramon Rovira, jefe del gabinete de estudios de la Cámara de Comercio de Barcelona.
Por eso, el efecto más destacado de los aranceles de Trump es por cómo impactan países como Alemania, Francia o Italia, que exportan mucho más a Estados Unidos proporcionalmente y de los que muchas empresas catalanas son proveedores. "En Catalunya sufrimos más el Trump" que en el resto del Estado, explica Albert Carreras, director de la Escuela Superior de Comercio Internacional (ESCI) de la Universidad Pompeu Fabra. Cataluña es una economía más abierta que el conjunto de España y lo somos tanto con EEUU directamente (el peso de las exportaciones a este país es mayor en Cataluña que en el global del Estado) como, sobre todo, con los estados de la UE que más dependen del mercado estadounidense.
Frenado general
La economía catalana y española han mantenido un modelo de crecimiento con pocos cambios desde hace décadas, aunque algunos indicadores apuntan a que ahora podría estar evolucionando. Hasta ahora, la actividad económica se ha concentrado en sectores intensivos en mano de obra, salarios más bien bajos y productividades inferiores a las economías del norte y centro de Europa, aunque hay sectores industriales en los que sí existe una mayor productividad. Carreras pone como ejemplo el "mix de producción agroindustrial", formado por una industria agroalimentaria –especialmente el sector cárnico– potente e industria de bienes industriales como maquinaria, componentes de automoción y los sectores químico y farmacéutico.
En el caso de los servicios, es una situación similar: el turismo y sectores como el comercio y la hostelería siguen estirando el carro. "El modelo turístico no ha cambiado, seguimos haciendo lo mismo", asegura Carreras.
Es decir, la economía postcóvido ha crecido en España y en Cataluña por medio de la creación de puestos de trabajo poco cualificados en sectores de bajo valor añadido –esto explica que el grueso de los trabajos los ocupen recién llegados, ya que, de media, los ciudadanos nacidos en Cataluña tienen niveles de formación demasiado altos para estos tipos. Sin embargo, actualmente el ciclo de recuperación de la economía a raíz de la covid está tocando techo y está virando hacia una situación de incertidumbre provocada por las turbulencias internacionales, con menos turismo y menos crecimiento económico entre los socios europeos.
En este contexto, las "vulnerabilidades" de la economía catalana quedarán más expuestas, indica Carreras. Entre ellas se encuentra la fuerte dependencia del sector exterior en el ámbito industrial y turístico, la baja productividad y las fuertes externalidades que provoca el modelo, que derivan en masificación turística, alza del precio de la vivienda o contaminación del territorio (en el caso de la industria cárnica y otros).