Editorial

Lo que nos enseña el incendio de Ponent

Incendios en Ponent
02/07/2025
2 min

En el 2017 unos escalofriantes incendios en Chile en los que quemaron casi medio millón de hectáreas sirvieron para definir un nuevo tipo de fuego forestal: el de sexta generación. Estos incendios se caracterizan por la rapidez con la que se propagan y por su imprevisibilidad, ya que son capaces de alterar las condiciones meteorológicas a su alrededor, lo que dificulta en extremo las labores de extinción. Pues bien, uno de estos incendios es el que está afectando a las comarcas de Ponent, en concreto la Noguera, la Segarra y el Urgell, y que al cierre de esta edición había quemado cerca de 6.000 hectáreas, la mayoría de cultivos, y había provocado dos muertes.

Dos campesinos de Coscó, en la Noguera, se vieron atrapados por el fuego en su vehículo, y aunque se intentaron refugiar debajo de unas rocas, no pudieron salvar la vida. Un total de 20.000 personas tuvieron que confinarse durante unas horas frente al peligro que representaba la situación. Los Bomberos afirman que, dadas las condiciones tan extremas del fuego, el balance de víctimas podría haber sido mucho peor. Y es que el incendio provocó un fenómeno jamás visto hasta ahora en Catalunya: un pirocúmulo, una enorme nube de humo y cenizas que ascendió hasta 19 km de altura y que era visible desde medio país. En su interior se produjeron vientos de hasta 125 km/h, lo que provocó que la velocidad de las llamas fuera de las más rápidas jamás vistas en Europa. Las temperaturas altísimas, en plena ola de calor, y la sequedad de los cultivos hicieron el resto. Menos mal que una tormenta con lluvias ayudó a contener un incendio que estaba fuera de control.

Ante este panorama, y ​​una vez constatada la incapacidad técnica y humana de frenar las llamas, los Bomberos optaron por perimetrar una amplia zona y se centraron en proteger a las personas y minimizar los daños. Sin embargo, este primer gran incendio de la temporada, justo al inicio del verano, lanza un mensaje muy preocupantes sobre lo que nos espera. La combinación del cambio climático, con episodios de sequía y oleadas de calor cada vez más frecuentes, y la abundancia de masa forestal por el abandono de los cultivos es un cóctel explosivo que amenaza a nuestro territorio.

A partir de aquí hay que ver qué se puede hacer, aparte de intentar minimizar los factores que producen el cambio climático. Y aquí aparecen dos frentes sobre los que se puede incidir desde la administración. El primero tiene que ver con el refuerzo de los servicios de emergencias y bomberos, que en Catalunya han mostrado históricamente una excelencia fuera de cualquier duda. En el contexto actual, no pueden escatimarse recursos para personas que se juegan la vida para luchar contra el fuego.

En segundo lugar, debe actuar sobre el territorio para hacerlo menos vulnerable. La Generalitat ya ha dicho que va a promover los mosaicos de terreno agrícola y forestal, es decir, crear parcelas de cultivo o pasto dentro de las masas forestales que puedan actuar como cortafuegos en caso de incendio. Algunos ayuntamientos ya están actuando por su cuenta, por ejemplo en Roses, pero ahora habría que hacerlo a nivel de país.

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