Editorial

Francisco, un referente más allá de la religión

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21/04/2025
2 min

Más allá de la dimensión puramente religiosa, no cabe duda de que la figura del papa Francisco ha dejado una impronta imborrable en este primer cuarto de siglo. Puede haber debate sobre si sus esfuerzos reformadores de una Iglesia anquilosada han sido suficientes o han tenido éxito, pero no puede negarse que ha marcado un antes y un después respecto a sus predecesores y ha abierto caminos que eran inimaginables hace sólo unas décadas. Su compromiso con los más vulnerables, pobres y marginados de todo tipo, se ha mantenido inalterable hasta el último día de su pontificado y ha representado un ejemplo a seguir en un mundo que gira cada vez más hacia el egoísmo y la insolidaridad. Su discurso en favor de los migrantes tras recibir la visita del vicepresidente estadounidense, JD Vance, debería resonar en las orejas de todos los que, en aras de una supuesta defensa del catolicismo, abrazan las tesis de la xenofobia. Al igual que su defensa de la paz como valor universal y de la ecología como forma de relacionarnos con el planeta.

No en vano Francisco ha sido un papa con enemigos muy poderosos, incluso dentro de la curia. Sin embargo, esto no impidió que hiciera autocrítica en cuestiones como los abusos a menores cometidos por miembros de la Iglesia, el papel de las mujeres o el tratamiento de las diferentes opciones de sexualidad. Nunca había habido ningún papa con una visión más abierta ni que hiciera un esfuerzo más continuado por acercarse a las diferentes realidades sociales. Nunca ningún papa había ofrecido una imagen tan desacralizada de sí mismo y había apostado de forma clara por la proximidad y la transparencia. De hecho, una de las críticas que se le hacían desde los sectores más conservadores era ésta, que era demasiado llana y poco dada a la pompa; demasiado humano, en definitiva.

Por eso será tan importante el próximo cónclave, de donde saldrá un sucesor que deberá decidir si continúa el camino emprendido por Francisco o da marcha atrás, si sigue su obra, inspirada en el mensaje esencial de Jesús de Nazaret y que entronca con la labor de los movimientos cristianos de base, o si opta por el repliegue. Una de las luchas más importantes –y menos públicas– del pontífice ha sido la de restar influencia en la Iglesia a los movimientos ultracatólicos, que siempre le han visto como un usurpador o incluso como un hereje. Esto es así porque Francisco se había convertido en un referente ideológico universal, más allá de la esfera católica o cristiana, de un talante claramente progresista.

La Iglesia se encuentra, pues, ante un cruce. La tentación de elegir el camino de regreso a las esencias será muy poderosa, sobre todo viendo el momento reaccionario que vive el mundo. Pero los reaccionarios se equivocarán si piensan que de esta forma podrán frenar el proceso de secularización de las sociedades modernas. Esto lo entendió muy bien Francisco, que optó por alargar la mano a todo el mundo con quien podía compartir valores, dejando a menudo al margen las creencias de cada uno.

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