Editorial

Trump y la utopía autárquica estadounidense

Trump este miércoles en el Despacho Oval con el CEO de Apple, Tim Cook
07/08/2025
2 min

Esta pasada madrugada han entrado en vigor la mayoría de aranceles anunciados por Donald Trump, que giran como un calcetín la política comercial norteamericana del último siglo y hacen entrar a la economía mundial en terreno desconocido. "¡Es medianoche! Miles de millones de dólares en aranceles están fluyendo hacia Estados Unidos", ha celebrado Trump en Truth Social cinco minutos después de las doce la noche.

Lo cierto es que cuesta orientarse en este gran galimatías arancelario. Básicamente existen cuatro grupos de países. El primero es el de quienes han llegado a un acuerdo con Washington, como la Unión Europea y Japón (15%) o Reino Unido (10%). En segundo lugar está el de los países castigados por Trump por motivos más políticos que económicos, como Brasil (50%), India (50%) o Canadá (35%). Luego están los países en los que los aranceles han sido aplazados, como México. Y finalmente están quienes se están negociando, como China, que ahora tiene unos aranceles del 30% pero podría llegar a tenerlos del 80%. En paralelo, están los aranceles lineales a determinados productos, como el del acero o el aluminio, situado en el 50%, o el que ahora pretende imponer a los semiconductores y chips, del 100%.

Todo ello ha supuesto un choque a la economía mundial, y todavía nadie conoce los efectos que puede tener a medio o largo plazo. De entrada hay que decir que la estrategia de Trump con amenazar con unos aranceles muy elevados para después reducirlos parece que le ha funcionado. Basta con mirar lo ocurrido con la Unión Europea, que ha tenido que aceptar el 15% sin poder tomar contramedidas.

Sin embargo, no está claro cuál será el efecto a largo plazo, sobre todo si se confirman aranceles elevados a dos países como México, de donde llegan millones de kilos de productos frescos cada año a Estados Unidos, y China. La obsesión de Trump es obligar a las empresas estadounidenses a volver a fabricar en Estados Unidos, y hay que decir que de momento también se está saliendo adelante. Esta misma madrugada, el CEO de Apple, Tim Cook, ha anunciado una inversión de 100.000 millones para construir fábricas en EE.UU.

Sin embargo, persisten muchas incógnitas. ¿Cómo evitará Trump que el aumento de costes no se traslade a los productos y suba los precios? ¿Cómo va a resolver el problema de la mano de obra si cierra las puertas a la inmigración? ¿Qué pasará si, una vez pasado el choque inicial, el resto de países comienzan a concertar sus políticas para esquivar los aranceles y reducir su dependencia de Estados Unidos?

Estados Unidos ha construido su hegemonía mundial a partir de la defensa del libre comercio y el tráfico de personas. Ahora, sin embargo, con Trump giran hacia una especie de utopía autárquica en la que todo sea made in USA, en un intento de volver a los hoy idealizados años 50 sin entender que el contexto es muy distinto. Cerrar sus puertas al comercio mundial ya los científicos y estudiantes extranjeros no servirá para volver al pasado ni para recuperar una supuesta gloria perdida, al contrario. Ahora bien, será necesario que sean los propios estadounidenses los que se den cuenta.

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