Alimentación

Los helados de nuestra vida

Helados y polos como Magnum, Frigopie y Colajet resisten el paso del tiempo y continúan triunfando entre pequeños y mayores

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Son el patito feo del mundo heladero, pero hace casi cien años que resultan indispensables para pasar el verano. Los helados y polos industriales han marcado la niñez de los catalanes, y todavía hoy son alternativas a los de heladería, sobre todo cuando no encuentras ninguno cerca o cierran cuando ya no es temporada. Dejando de lado preferencias en la elaboración y los criterios de proximidad, preferir un Calippo o un Maxibon a un helado de chocolate artesanal no es ningún delito, sino cuestión de gustos y momentos. Repasamos las marcas más míticas.

Frigo, el reinado eterno

Parece poco discutible que en Catalunya la marca más popular e intergeneracional de helados y polos industriales es Frigo. Repasar su catálogo en la puerta del bar o chiringuito para escoger qué modelo tomaremos de postre es un clásico del verano. Frigo es una compañía originaria de Barcelona, fundada por los hermanos Rimblas Rimblas en 1927 como Industrias Frigoríficas de Alimentación, de aquí al posterior diminutivo. La empresa se expandió por todo el Estado y en 1973 entró a formar parte de la multinacional anglo-holandesa Unilever, que decidió mantener nombre y catálogo en el Estado con un gran recorrido entre el público local. Unilever dispone de marcas heladeras por todo Europa, es por eso que puedes encontrar helados Frigo en otros países a pesar de tener otras denominaciones.

El gran acierto de la marca catalana fue fichar a Joan Viñallonga a mediados de los años setenta. Destinado a pensar nuevos productos, fue el visionario que creó helados y polos tan icónicos como Drácula, Twister, Frigopie –para muchos considerado el mejor helado industrial de todos los tiempos– y Calippo, aparecido por primera vez en la carta veraniega en 1984. Pero el éxito de Frigo es extraordinariamente grande, es una marca llena de productos carismáticos, como Cuore, Frigodedo, Popeye, Mini milk o Superalmendrado. Además, en su larga trayectoria ha ido sumando aciertos espectaculares, como la inigualable Tarta Romántica; la Condesa, creada en 1982, o la serie Magnum, un clásico del frigorífico que se puede disfrutar de gustos y maneras muy diversas.

Frigopie, un helado de culto.

Helados Nestlé, suma de mitos

El mundo se divide entre los que saben de donde proviene Helados Nestlé y los que nunca relacionarían la potente multinacional francesa con una marca icónica de polos y helados. Cualquier duda se desvanece fijándose en el logotipo y sus variedades más destacadas, porque instantáneamente remite a Camy, un nombre indispensable para entender nuestros gustos heladeros de los últimos cincuenta años. Creada como Camay (hicieron fortuna con el clásico eslogan "Helados Camay, mejores no los hay") rápidamente fue adquirida por Nestlé, que previamente había comprado otra marca popular de helados, Avidesa.

En las décadas que Camy mantuvo el nombre consiguió un buen puñado de hits en materia de postres, como los labios Mua Mua, Tornado o los polos de Nesquik, pero hay dos modelos que pasan por encima de todos. Uno es el inmortal Colajet, icono pop por excelencia del catálogo. Inspirado en la saga Star Wars, tenía su origen en un primer modelo llamado Camyjet, que empezó a comercializarse en 1966. Diez años después, y aprovechando el empujón de la película galáctica de George Lucas, llegaría Colajet con su mágica mezcla de cola, limón y chocolate. El otro gran acierto es más tardío, pero sus militantes podrían hacer locuras por él: el Maxibon, una mezcla de almendrado y helado de barra con galleta... y sin palo de madera. El año 2003 la marca Camy se dejó de utilizar para pasar a formar parte de Helados Nestlé, nombre que también aglutinó los clásicos Miko, una empresa con delicias tan destacadas como Mikolápiz, Mikocola y Pirulo.

Camy, un clásico del verano.
Un local Häagen-Dazs.

El helado industrial gourmet

Häagen-Dazs fue el negocio de helados que abrieron Reuben y Rose Mattus, un matrimonio de inmigrantes polacos, en Brooklyn a finales de los años cincuenta. Reuben, que había trabajado en la antigua empresa de helados Senator Frozen, empezó su propia marca con la intención de conseguir un helado de gama alta que se distinguiera no solo por tener una gran calidad, sino también por su refinamiento y elegancia. Es innegable que lo consiguió. Aunque el nombre de la empresa pueda remitir a una lengua eslava o germánica, la realidad es que Häagen-Dazs es una palabra inventada, no es ni siquiera un apellido. Salió del matrimonio Mattus considerando que parecía una palabra danesa, y que esto daba cierto estatus. En 1983 la compañía fue adquirida por el gigante alimentario Pillsbury bajo dos condiciones: que se mantuvieran los estrictos parámetros de calidad del producto y que Reuben y Rose Mattus se mantuvieran como consejeros de la empresa. Y así fue hasta que Pillsbury fue absorbida por General Mills, multinacional norteamericana que comercializa marcas como Yoplait, Cheerios y Old El Paso.

El desembarco de Häagen-Dazs en Catalunya llegó coincidiendo con la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992 y la primera tienda de la marca fue en la rambla de Catalunya de Barcelona. El sueño de aquel matrimonio polaco, que creía en un helado industrial de gran calidad, se cumplió: Häagen-Dazs es el gran rey de las comidas y cenas en casas de familiares y amigos. Cada uno tiene su sabor favorito entre los veinte que se comercializan, pero las estrellas indiscutibles son el de chocolate belga, el de vainilla con nueces de macadamia y el de pastel de queso con fresa y galleta.

Las vacas de Ben & Jerry's, a favor de ocupar Wall Street.

El helado norteamericano más solidario

Es la gran alternativa a Häagen-Dazs cuando nos invitan a una cena y tenemos que llevar los postres. Si estos apuestan por la distinción y elegancia con estética europea, como también hace Frigo con la línea Carte d'Or, en Ben & Jerry's no disimulan en buscar la máxima glotonería y la esencia del helado norteamericano Una prueba son los sabores que proponen, siempre yendo un punto más allá de lo que recomendaría un dietista. ¿Ejemplos? El Chocolate Fudge Brownie (helado de chocolate con trocitos de brownie), el Cookie Dough S'Wich Up (helado resultante de la suma de varios tipos de cookies con trocitos de galletas) o el Peanut Butter Cup (helado de chocolate con crema de cacahuete).

La historia de la marca empieza en 1977, cuando Ben Cohen y Jerry Greenfield, dos jóvenes hippies de Vermont, en los Estados Unidos, deciden abrir un negocio después de hacer un curso de helados por correspondencia. Sus productos a algunos les parecen excesivos, pero nadie diría que detrás esta marca siempre ha habido cierta ética y activismo político, lo que les traería varios líos, como cuando Ben Cohen firmó una petición de libertad por el pantera negra Mumia Abu-Jamal. Y esto no es todo, todavía hoy la empresa norteamericana mantiene una política de sueldos que apuesta por la máxima igualdad posible entre trabajadores y ejecutivos, hizo un comunicado de apoyo a los indignados de Nueva York de 2011, se sumó al boicot a Israel en los territorios ocupados y se posicionó a favor del Black Lives Matter. Sus guerras con Häagen-Dazs son históricas, a la altura de otras grandes rivalidades como McDonald's y Burger King o Coca-cola y Pepsi.

El verano del óxido de etileno

Aunque los helados y polos industriales nos parezcan muy buenos, hay hechos que son mucho más difíciles, por no decir imposibles, con los artesanales, como el caso del óxido de etileno de este verano. La noticia saltó a finales de junio en Francia y rápidamente se extendió en Catalunya: varios tipos de helado industrial se vieron afectados por contener exceso de óxido de etileno, un producto que se utilizaba para desinfectar especies hasta que se descubrió que, entre otras cosas, era cancerígeno. El grande señalado por este hallazgo fue Nestlé, que en un primer momento tuvo que retirar del mercado varios lotes de hasta catorce variedades de helados, entre las cuales incluía el Pirulo, el Mikolápiz, el Oreo Bombón o el Smarties. A principios de agosto, la fundación Facua ya había aumentado a más de cincuenta la lista de tipos de helados afectados por contaminación.

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