Un paseo para descubrir las obras de arte que se esconden en las fachadas de la ciudad
En Barcelona los esgrafiados decoran muchas casas: en Ciutat Vella encontramos ejemplos de 'setecentistas', mientras que en el Eixample están los propios del Modernismo
BarcelonaCaminar por la ciudad de Barcelona con la mirada fijada en el suelo, o más probablemente en el móvil, hace que nos perdamos uno de los grandes patrimonios que tenemos en la ciudad, la decoración con esgrafiados que hay en muchas fachadas, especialmente del distrito del Ensanche, pero también en otros muchos barrios, como los de Ciutat Vella o Gràcia. Un testimonio del pasado que responde a los usos y costumbres de una época, principalmente del Modernismo, y que dota a la ciudad de una personalidad única. Una técnica de revestimiento mural muy abundante en la capital catalana y que convierte a muchos edificios en ejemplo de belleza y personalidad.
Quien dio un ejercicio de pasear con mirada observadora para descubrir este patrimonio irrepetible es el diseñador gráfico Lluís Duran, hoy ya jubilado, que es un apasionado de la fotografía. Después de publicar dos libros en los que descubría el patrimonio de las puertas de Barcelona y de las esculturas que hay repartidas por la ciudad, ahora, con Barcelona esgrafiada (Ayuntamiento de Barcelona), nos propone realizar un recorrido para descubrir las fachadas que hay decoradas con la técnica del esgrafiado por toda la ciudad. Duran reconoce que el libro es fruto de algunas de sus pasiones: "Me gusta mucho andar y me gusta mucho la ciudad de Barcelona, donde tenemos muchas cosas de las que estar orgullosos y que otras ciudades no tienen. He sido cincuenta años haciendo de diseñador gráfico y siempre tenía en mente que, cuando tuviera tiempo, me dedicaría a promocionar el patrimonio de la ciudad. Empecé con las puertas, algunas de las cuales son auténticas obras de arte, y después me fijé en las esculturas que existen en la ciudad, para saber de quiénes eran oa quién estaban dedicadas". Y continuando en esta línea descubrió a los esgrafiados, unos elementos decorativos de mucha belleza "y que dan prestigio al edificio, ya que encontramos tanto en palacios como en viviendas residenciales".
Ha sido una década de dedicación en la que ha ido fotografiando estos edificios, "en un trabajo que no siempre es fácil, ya que debes encontrar el día adecuado para hacer la fotografía, tanto para que haya buena luz como para conseguir, por ejemplo, que los árboles no tapen la fachada”. Un proceso largo que ha derivado en este libro en el que ha contado con la colaboración de Daniel Pifarré, historiador del arte, que le ha ayudado a agrupar esta recopilación de esgrafiados de diversas épocas y estilos en tres apartados: los que encontramos en edificios en el distrito de Ciutat Vella, donde encontramos ejemplos de los siglos XVII y XVIII; los de edificios situados en el Eixample, donde se encuentra el grupo más numeroso de fachadas modernistas y novecentistas de los siglos XIX y XX, y, por último, un tercer capítulo que recoge esgrafiados interesantes que están repartidos por otros distritos de la ciudad. Una labor que se complementa con la aportación de Joan Casadevall i Serra, arquitecto y artesano del estucado que ha colaborado en la descripción de la técnica y de las características de los edificios que Duran ha retratado.
Seis paradas imprescindibles
En Barcelona esgrafiada, de Lluís Duran, encontramos casi 150 ejemplos de estas decoraciones con esgrafiado que están repartidas por Barcelona. Ofrecemos una pequeña cata.
Casa de los Cuatro Ríos (1779)
Edificio situado en la calle Avinyó, 30. Como explican los autores en el libro, los esgrafiados de la planta principal son una alegoría a la escultura, la pintura, la música y la arquitectura. En la segunda planta se representan los cuatro grandes ríos del mundo: el Danubio, el Nilo, el Ganges y el Río de la Plata. En la tercera planta hay grandes medallones que cuelgan de una guirnalda y representan las cuatro estaciones.
Casa Tomàs Roger (1892-1895)
Casa formada por tres cuerpos y situada en la calle Ausiàs Marc, 37; el de en medio no tiene esgrafiados, mientras que en los otros dos hay una gran columna, con capitel corintio, que va de la primera a la tercera planta y separa las dos aberturas de balcón de cada piso. El espacio ciego que queda está cubierto por una decoración hecha con la técnica del blanqueado esgrafiado y formada por un entramado de ramas y hojas. Edificio diseñado por el arquitecto Enric Sagnier y Villavecchia.
Casa Jaume Sahís (1900-1901)
Un esgrafiado floral de gran formato cubre toda la fachada de este inmueble situado en la calle Bruc, 127. En el último piso cambian el diseño y el color del dibujo. Se trata de uno de los mejores ejemplos de esgrafiado policromo, con un vestíbulo también muy interesante.
Casa Llopis Bofill (1902)
Uno de los edificios más interesantes de la Derecha del Eixample, con esgrafiados obra del arquitecto Josep Maria Jujol que representan motivos provenientes de la naturaleza, básicamente florales. Destacan las moscas esgrafiadas en diversas partes de la fachada de este inmueble situado en la calle València, 339.
Casa Juan Bautista Rubinat (1909)
A la altura del primer piso de este edificio de la calle del Oro, 44, hay un conjunto de formas curvadas sinuosas y serpenteantes diseñadas por Josep Maria Jujol. En el último piso, el esgrafiado se vuelve exuberante, con profusión de elementos vegetales, hasta tocar la coronación del edificio.
Edificio de viviendas (1923)
En esta edificación de la calle Clot, 82, encontramos un ejemplo de panel de un esgrafiado publicitario, en este caso alusivo a la electricidad, y que está situado entre las dos plantas del edificio. Probablemente fue el reclamo de un electricista que tenía su tienda en la planta baja.
El valor del trabajo artesano
El esgrafiado se utiliza para embellecer las paredes exteriores e interiores de un edificio. Es una técnica decorativa que Luis Duran considera que recoge la esencia de las tres disciplinas artísticas más importantes de todos los tiempos: la base en la que se aplica es la arquitectura; se realiza según una concepción bidimensional, similar a la de la pintura, y, finalmente, se trabaja dando relieve a la superficie mural, como hace la escultura. El autor del libro también defiende que se trata de "un patrimonio muy barcelonés, ya que aunque hay ejemplos en otros lugares del país, no se dan con la profusión que se dieron en Barcelona, especialmente durante el Modernismo, cuando renació el interés por esta técnica".
Así pues, en Barcelona encontramos dos grandes escenarios donde disfrutar de esta técnica, dos distritos que nos dibujan la ciudad antigua y la moderna, hecho que también se percibe en los ejemplos del esgrafiado. En Ciutat Vella encontramos ejemplos de los que se conocen como esgrafiados setecentistas, mientras que en el Eixample están los propios del Modernismo. Ahora bien, otros barrios como Gràcia, Sants, Poble Sec o Sarrià también nos regalan fachadas esgrafiadas que son auténticas obras de arte.
El origen de la técnica de este revestimiento mural, que se basa en las incisiones de motivos ornamentales que se realizan sobre una capa superficial de estuco, hay que remontarse a la Florencia renacentista, en el siglo XV, cuando era habitual que se embellecieran las fachadas de los palacios nobles y los interiores de las iglesias con esgrafiados. En Cataluña, la técnica llega bien entrado el siglo XVII, importada precisamente por estucadores italianos que trabajaban aquí. En esta primera época, explica Duran, "nos encontramos con esgrafiados más clásicos, más realistas", que reproducen principalmente elementos geométricos e imitaciones de acolchados, para ir introduciendo, con el paso del tiempo, otros motivos ornamentales más complejos y figurativos. Será a partir del siglo XVIII cuando se empezarán a hacer algunos de los que se conocen como esgrafiados setecentistas, especialmente en edificios importantes de Ciutat Vella, pero también en casas más sencillas que decoran sus fachadas con guirnaldas y figuras angelicales pero también con conjuntos con escenas alegóricas, mitológicas o costumbristas. Encontramos ejemplos relevantes como las fachadas del Palau Moxó, la Casa de los Cuatro Ríos o la Casa del Gremio de Revendedores, con un ejemplo destacado: la fachada de la Casa del Gremio de los Veleros, conocida popularmente como la Casa de la Seda.
Durante buena parte del siglo XIX, cuando se apostó por fachadas con estucos lisos, la técnica del esgrafiado cayó en desuso, y no se recuperó hasta el estallido del Modernismo, que reinterpretó la técnica por adaptarla a los gustos del momento, dando, como destaca Lluís Duran, preeminencia a los motivos naturales, "flores, frutas, guirnaldas, elementos más decorativos", y, en menor grado, a motivos geométricos, figuras humanas, animales o símbolos patrióticos . Es un momento en el que comienzan a proliferar talleres de estucadores especializados en esta técnica y que plasmaron su arte muy especialmente en las fachadas del Eixample. En el distrito existen numerosos ejemplos, incluso en edificios tan emblemáticos como la Casa Amatller o el Palau Macaya, y fueron muchos los arquitectos de referencia de la época, como Josep Puig i Cadafalch, Jeroni Granell y Manresa, Antoni Maria Gallissà o Enric Sagnier, quienes apostaron por esta técnica para decorar las fachadas de las edificaciones que diseñaban. Duran reconoce que estos elementos aportaban belleza a los edificios, "pero también había un componente de prestigio": "A menudo se introdujeron en el proceso de actualización de casas antiguas, en una acción que quería demostrar también la reforma y el enriquecimiento de esa casa. En cuanto a las nuevas construcciones modernistas, ya lo incorporan como un sello de personalidad".
En este sentido, Duran quiere poner en valor "el patrimonio de artesanos de diferentes técnicas que hubo en ese momento, que es irrepetible y que se trasladó en elementos como las puertas, el trabajo del hierro o estos esgrafiados . Unas manifestaciones artísticas que hoy creo que serían inviables económicamente" y que tenemos el reto de preservar, a pesar del elevado coste económico que puede tener y que no sea fácil encontrar artesanos que conozcan bien la técnica.
A medida que las tendencias del Modernismo fueron cayendo en desuso, con la entrada del Novecentismo, los esgrafiados fueron derivando hacia motivos ornamentales más sobrios, como jarras, jarrones de flores o figuras alegóricas, retornando a el estilo más clásico que se había practicado en el siglo XVII. Es un momento en el que también es habitual encontrar esgrafiados con intención publicitaria y en el que también se utilizan en edificios de uso público, como escuelas. Más adelante, con la llegada de la arquitectura más contemporánea, estas artes decorativas más artesanas fueron desapareciendo y el esgrafiado quedó relegado a un uso minoritario en arquitecturas de ámbito más rural y tradicional.