Reportatge

La resistencia de los últimos indígenas europeos

Se calcula que hay unos 80.000 samis, una sociedad milenaria asentada en territorio noruego, sueco, finlandés y en la península de Kola que luchan por mantener y proteger su cultura

Los samis forman sociedad milenaria asentados en territorio norue
Reportatge
Elisenda Forés Català
07/04/2022
6 min

Las nueve y media de la mañana y continúa siendo de noche, como cada día de invierno en el círculo polar ártico. Acabamos de salir de Sortland, una población 80 kilómetros más al norte del famoso archipiélago noruego de Lofoten. Nos desviamos de la carretera y entramos en una propiedad privada que, como el resto de vecinos de alrededor, no dispone de ninguna valla ni frontera que delimite el terreno. Es una casa convencional, dos pisos y planta baja, hecho de madera como todas las otras y pintada de blanco y azul cielo. Nada haría sospechar que estamos en casa de una familia sami, la última sociedad indígena de Europa, si no fuera porque junto a la casa de Laila hay un cercado con unos 25 renos paciendo tranquilamente.

Los samis son los únicos habitantes noruegos que tienen derecho a tener renos en propiedad, fruto de la herencia de su cultura. Pero a pesar de que se tiene constancia de que casi desde hace diez mil años ya habitaban estas tierras, no fue hasta los años noventa, con la creación de un Parlamento sami dentro del estado noruego, que empezaron a recuperar sus derechos como pueblo, arrebatados cuatrocientos años antes.

Al cabo de un rato de estar allí, una silueta sale de la casa de colores pastel. La capa que lleva puesta, larga hasta las rodillas, hace más redonda la figura de la persona que se acerca a nosotros. “Good morning, I’m Laila!”, nos dice con inglés sin dificultad. Como ella, se calcula que hay 50.000 samis repartidos por el territorio norte de Noruega, pero al ser una sociedad de origen nómada se han extendido por otros países sin entender de fronteras y limitaciones burocráticas, así que también hay samis asentados en territorio sueco, finlandés e incluso ruso, concretamente en la península de Kola. La anfitriona de la casa, Laila, nos dice que actualmente hay unos 80.000 samis entre estos cuatro países, pero que “todo el mundo sabe que son muchos más”, puntualiza, aunque no pueden saberlo con exactitud. Este cálculo aproximado es fruto de la negación de gran parte de la población a definirse como sami, por miedo a las represalias que han vivido desde hace centenares de años y también porque continúa existiendo un imaginario colectivo con una visión peyorativa por el hecho de pertenecer a una comunidad indígena.

Nos invita a entrar a una lavvu, una tienda tradicional de madera de forma piramidal con un hogar de fuego en el centro que acompaña nuestra conversación. “¡Nosotros somos los únicos nativos!”, exclama.

Para ella, los famosos vikingos son unos pescadores comerciantes recién llegados, en comparación al tiempo y el arraigo que ellos han tenido en su tierra que denominan Sampi. Ellos se han dedicado al pasto de renos de manera mayoritaria: han seguido sus migraciones y han construido con ellos una cultura completamente arraigada a la naturaleza. Tanto es así que hoy en día siguen dependiendo de muchos de los recursos que les aporta este animal. “Somos uno. Nosotros cuidamos de ellos toda la vida y al final ellos nos dan todo lo que necesitamos para que nosotros podamos vivir”, dice.

El día a día de la vida sami, como muestran estas fotografías tomadas en casa de Laila, consiste en criar los renos en condiciones climáticas extremas que llegan hasta los -20 ºC. En los días de invierno más duros es habitual que la familia sami se reúna largos ratos alrededor del hogar de las lavvus para compartir comidas e historias.
Renos en Noruega

Pero su historia, como casi en toda Europa, también se explica en forma de persecuciones, ejecuciones y abolición de la cultura propia debido a la expansión cristiana que llegó a tierras noruegas en el siglo XVII. A lo largo del tiempo, lo que empezó siendo una colonización religiosa acabó cuajando con unas diferencias que por primera vez hacían más tangibles las fronteras entre los samis y los partidarios a una unificación cultural. “Pasa en todo el mundo. Cuando eres un nativo estás casi al final de la sociedad. En Canadá o en Groenlandia oirás la misma historia”, añade. Tanto es así que el gobierno noruego acabó imponiendo una asimilación cultural tan grande que la mayoría de samis abandonaron su religión pagana y las costumbres y trabajos rurales para sumarse a la llamada sociedad del desarrollo, relevando así el peso de la herencia de una identidad milenaria.

Las lenguas sami

Los lingüistas clasifican estas lenguas como urálicas, es decir, que no provienen del indoeuropeo, sino que tienen una raíz común con el finés, el estoniano y el húngaro. Actualmente, en el territorio Sampi conviven nueve lenguas sami: cada una de ellas tiene una morfología bastante diferente de su vecina, hecho que denota que en el pasado existía un fuerte aislamiento entre las tribus. Aun así, se sabe que antiguamente existían otras, pero las fuertes políticas de asimilación del siglo XX supusieron una pérdida de hablantes. Laila afirma que “aproximadamente solo un tercio de toda la población sami sabe hablar alguna de sus lenguas”. Hace un trago de un té que ha dejado de humear por el rato que lleva encima de la mesa; se ha enfriado de acuerdo con el tiempo y la conversación. Laila no pudo ser escolarizada con su lengua ni tampoco pudo aprender a escribirla hasta que fue mayor. Después de explicárnoslo, hace una pausa y, sonriendo, añade que su hijo, a pesar de estudiar en Oslo, da clase de lengua sami tres horas a la semana: “¡Esto es increíble! Aunque su profesor esté a 2.500 kilómetros, pueden quedar por Skype para poder aprender el idioma. Ahora no estoy preocupada por nuestra cultura, porque hoy en día los más jóvenes están orgullosos de ser diferentes, de ser samis”.

El ‘yoik’, una manera de entender el canto 

La leyenda dice que los samis aprendieron el yoik de las hadas y los elfos de las tierras árticas. Casi podría ser verdad: al oírlo enseguida te das cuenta de que tiene unas características vocales muy particulares. Este canto es el depósito de la esencia de su identidad, tanto personal como colectiva. Y es que el yoik no es una suma de versos fruto de una inspiración momentánea, sino una dedicatoria exclusiva a una persona, un paisaje o un animal. Como hacían los juglares, los samis han utilizado el canto como una herramienta fundamental para recordar momentos o hechos notorios que han ido pasando de generación a generación hasta completar una biblioteca oral riquísima.

El día a día de la vida sami

Siendo plenamente conscientes de que en este canto se depositaban gran parte de los fundamentos históricos de los samis, el gobierno noruego prohibió cantar yoik en 1955. A partir de la aprobación de la Ley Sami en los noventa, estas melodías volvieron a coger impulso hasta saltar a la gran pantalla. Tal fue el salto que el yoik llegó a Hollywood con la canción de apertura de la película de Frozen. Pero este efecto rebote causado por años de represión no es un hecho aislado, sino todo lo contrario: en 2019 Noruega presentó a Eurovisión un grupo de música que mezclaba el ritmo pop con los cantos ancestrales, y actualmente ya hay diferentes artistas como Fjellheim o Elle Márjá que siguen esta modalidad.

Ya empieza a ponerse el sol, y el paisaje bicolor de tonos grises de tormenta y blancos de nieve se rompe por la explosión de rojo en el cielo. Tampoco la fuga del sol marca ningún límite ni final de la jornada. Son las cuatro menos cuarto del mediodía, pero aquí ya vuelve a ser de la noche. Diciendo adiós con el brazo, Laila se despide mientras nos vamos de su casa, de su tierra y patria. Ahora entiendo por qué no nos hemos encontrado ningún paso fronterizo que delimite su país, Sampi. Es una cosa mucho más intangible y profunda, casi tanto que es heredada: es una gran muralla que la construye la carencia de libertad que algunos se niegan a reconocer. Una separación profunda que diferencia a los que tienen derecho a pertenecer en la historia y los que luchan para que sea escrita. Laila hoy seguirá explicando su legado, hasta que algún día esta muralla, de tan débil y pequeña, ya no esté. 

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