Fotografía

¿Serías capaz de viajar sin tomar fotos?

Fotografiar las vacaciones hasta el detalle más nimio para exhibirlas en las redes sociales implica un riesgo: olvidarse de disfrutar del viaje

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Una persona tomando una foto en una imagen de recurso.

BarcelonaPese a que estamos en la era de la imagen, incluso en un país como Japón, en el que la fotografía despierta una gran afición, han decidido ponerle límites. En la población de Fujikawaguchiko, este año se ha instalado una valla con una tela negra frente a un supermercado de la cadena Lawson para disuadir a los turistas de detenerse para tomar fotos. El sitio se había hecho viral porque brinda una de las vistas más imponentes sobre el monte Fuji que ofrece la localidad, con el atractivo añadido de que está junto a un elemento tan característico del Japón contemporáneo como el popular supermercado. Sin embargo, el edificio está situado en una calle estrecha que se ha visto incapaz de soportar el alud de visitantes, y se ha optado por la vía drástica para disuadir a los visitantes de tomar fotos.

Este es un hecho puntual que no arruinará ninguna voluntad de disfrutar de tomar fotos en Japón, pero que invita a plantearse cómo nos relacionamos con la fotografía, especialmente cuando nos convertimos en turistas: ¿estaríais dispuestos a viajar sin tomar fotos? En los tiempos que corren, con mucha gente acostumbrada a fotografiar hasta el detalle más nimio con el móvil y presumir de sus viajes a las redes sociales, puede parecer una utopía pasar un día o tan sólo unas pocas horas sin tomar ni una sola foto. El fotoperiodista Sergi Reboredo se ha atrevido a probarlo alguna vez, y eso que su especialidad es la fotografía de viajes, y que incluso se lleva la cámara para tomar algunas fotos de trabajo, a pesar de que viaje con la familia .

Sí se llevó el móvil, pero sin estar preocupado por las fotos, y acabó el viaje sólo con cincuenta. "Disfrutas más de las experiencias, de las personas que te acompañan, y descansas más", admite, si bien no hace falta ser fotógrafo para acabar viajando más pendiente de cómo quedará la foto y colgarla que de disfrutar del momento. "Al final, la gente piensa más en las fotos que en las experiencias que está viviendo. Si lo pones en la balanza, a veces creo que es positivo hacer algún viaje dejando la cámara en casa –o el móvil en el bolsillo– y disfrutando del viaje y no de las fotos", reflexiona.

Conviene plantearnos qué nos mueve a tomar fotos

Como Reboredo, el fotógrafo Quim Farrero también es profesor de la escuela del Instituto de Estudios Fotográficos de Cataluña (IEFC) y de entrada sugiere que nos planteamos por qué fotografiamos: si es porque nos gusta, porque se aspira a ser fotógrafo, porque queremos tener un recuerdo del viaje o si es por proyectarnos ante la sociedad. Farrero subraya que "el mundo digital ha facilitado que todo el mundo tenga acceso a un dispositivo capaz de generar imágenes y que sea relativamente instantáneo y supuestamente barato", mientras que con la fotografía analógica "la gente miraba mucho más lo que hacía", porque cada carrito estaba limitado a lo sumo a unas 36 fotos. Ahora parece que no haya límites y se llegan a hacer algunas que, "si no pudieras colgarla inmediatamente, quizás no las harías".

Hay gente que le habla de una cantidad de fotos que han realizado durante algún viaje que él asegura que no hace ni en un día de trabajo. "1.000 fotografías nunca las he tomado en un viaje", asegura. Para Farrero, "no tiene sentido que la obsesión de documentarlo todo sin ningún criterio te corte las alas y te haga perderte la experiencia del viaje". En los cursos que imparte en la escuela, el alumnado también "se obsesiona por obtener imágenes y dedica muy poco tiempo a observar lo que tiene alrededor", por lo que recomienda "caminar dedicando tiempo, hablar con la gente, si es necesario, y cuando encuentras algo interesante, grabarlo de la mejor manera posible". Con este criterio quizás algún día no hagas fotos y "parece que no has viajado, pero no es verdad".

Creatividad y límites para huir de lo de siempre

Farrero recomienda buscar el equilibrio entre lo que se vive y lo que se graba, y pone un ejemplo: aunque nunca se haya visitado, todo el mundo ha visto la archifotografiada torre Eiffel de París, por lo que, si queremos inmortalizar que hemos estado quizás podemos recurrir a una fotografía más creativa y "buscar otro punto de vista, jugar con el movimiento, con un reflejo... Hay mil maneras de plantearse una imagen tópica de maneras diferentes". Tampoco debe perderse de vista que, "según cómo se haga, la fotografía es un acto de cierta intrusividad". Siguiendo con París, en el Louvre cuesta admirar la Mona Lisa porque mucha gente tiene el móvil levantado para captar "una mala imagen que nunca verán, cuando es un cuadro con reproducciones para aburrir".

Otras formas de recordar un viaje

Tendemos a fotografiarlo casi todo, pero muchas fotos caen en el olvido entre miles de archivos digitales. Para evitarlo, se pueden imprimir las mejores para el álbum familiar o enmarcar alguna, pero no es la única forma de preservar los recuerdos de un viaje. Para descargar las sensaciones al final de todos los días de viaje se pueden recoger por escrito en un diario. "Me preocupa olvidarme del sentimiento", admite, y de lo que le han despertado los olores o sonidos que no puede captar una fotografía. Al fin y al cabo, es guardar algo del viaje "que para ti sea importante", como puede ser unos billetes, un mapa, una postal, una camiseta...

El psicólogo clínico y psicoanalista Jaume Descarrega, que es miembro de la comisión de cultura del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (COPC), afirma que "la era digital puede favorecer que el ser humano pueda perderse en el infinito ". Ante la manía por las fotos ve conveniente ponerle límites, si es necesario dejando el móvil aparcado y recuperando la cámara: "cada uno debe ser el director de fotografía de la película de su vida". Él primero gozaría del viaje, programando experiencias en función del tiempo que se disponga para no terminar las vacaciones estresados ​​y dejando espacios no programados, y después lo compartiría. "Si lo haces al día siguiente, ya has perdido la oportunidad. ¿La oportunidad de qué? Yo me he tomado mi tiempo para elaborar lo que ha supuesto para mí esta experiencia", relata, y el hecho de compartirlo se puede enriquecer si se acompaña de palabras para expresar los pensamientos y las emociones. "La imagen no capta el sonido, el olor, el tacto ni otras muchas cosas", reivindica Descarrega.

La digitalización y la IA no nos han cambiado tanto

El cambio más relevante de nuestra relación con la fotografía es el número de fotos que se hacen, resalta la profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC e investigadora en cultura digital, Gemma San Cornelio: "Hagamos muchas más fotos y cosas que antes no hacíamos". Compartirlas en las redes sociales ha facilitado que se hagan conocidos lugares que antes no lo eran, pero la tendencia a querer tener la foto que se hace todo el mundo pasaba incluso con la analógica, como es el caso de juegos visuales como el de poner aguantando la torre de Pisa.

Ahora la cuestión es qué efecto va a tener la inteligencia artificial. Pongamos por caso que queremos aparecer en una imagen supuestamente tomada en un lugar en el que realmente no hemos estado. "Esto ha podido hacerse desde los inicios de la fotografía y más fácilmente desde la aparición del Photoshop", recuerda San Cornelio. Además, por ahora ve "muchas limitaciones" en las herramientas de IA como para que creen una imagen tuya en un lugar turístico seleccionado. Farrero tampoco cree que la IA aporte mucho más de lo que ya se podía hacer con Photoshop y, en todo caso, subraya que "una cosa es la creación de imágenes y la otra la fotografía documental". De cara al futuro, plantea que para garantizar la veracidad de una fotografía quizás sea necesario dar más importancia a la firma de quien la ha hecho.

Cómo hemos cambiado con los avances fotográficos

La evolución meteórica de la fotografía de los últimos años ha sido primordial para transformar la forma en que nos relacionamos con ella. Tras el paso de lo analógico al digital, San Cornelio identifica dos momentos más que han sido clave: la integración de las cámaras en los móviles y la popularización de las redes sociales. "Todo se vuelve mucho más fotografiable, incluso las cuestiones consideradas más banales o menos importantes desde el punto de vista vital", explica. El número de fotografías también crece incrementando la capacidad de almacenamiento de los dispositivos. Ahora la IA puede plantear nuevos retos en nuestra relación con las fotos, aunque recuerda que "los procesos de manipulación y retoque fotográfico han existido toda la vida".

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