BarcelonaEl filósofo, escritor y político de la Antigua Roma, Séneca, lo tenía muy claro: el ocio no sólo es un descanso de las obligaciones, es un espacio casi sagrado que sirve para el cultivo del alma y la razón. Así lo plasmó en su obra De Otio, un tratado filosófico en el que apunta que los momentos dedicados al ocio ya la vida contemplativa son los momentos más valiosos de nuestra vida. Toda una declaración de intenciones que ponía el tiempo libre en el mismo nivel de importancia que el tiempo dedicado al trabajo. Casi 2.000 años después, las reflexiones de Séneca siguen siendo válidas y deberían resonarnos más a menudo, apunta Marcel Cano, profesor de filosofía de la Universidad de Barcelona (UB), que recuerda las palabras del filósofo romano como "necesarias" en un momento de aceleración constante de nuestra sociedad. "Incluso el ocio se ha acelerado y se ha visto invadido por la idea de que es necesario llenar todo el tiempo con actividades", alerta. "El capitalismo no es un sistema económico, es una forma de vida, y nos ha convencido de que cuando estamos sin hacer nada, sin producir, estamos perdiendo el tiempo", apunta. "Hoy en día el trabajo es la parte central de la vida humana, pero esto se ha trasladado también al ocio hasta el punto de que nuestro tiempo libre debe estar lleno de actividades porque si no, lo vivimos como un fracaso".
Las vacaciones frenéticas
Esto llega a su máximo exponente con las vacaciones de verano que es el período durante el cual la mayoría de la gente tiene algunas semanas seguidas de descanso del trabajo. "Cuando llegan las vacaciones seguimos con el ritmo hiperacelerado y tendemos a llenar los días de actividades porque, si no, tenemos la sensación de que no estamos aprovechando el tiempo", apunta Dolors Líria, psicóloga, vicedecana del Colegio Oficial de Psicología de Catalunya y CEO de Menta Salut Professional. Quien no conoce a alguien –o quizás nosotros mismos– que cuando se va a conocer otro país vuelve a casa agotado de todas las cosas que ha hecho y exclama: "Necesito unas vacaciones de las vacaciones". El supuesto descanso que se atribuía a los períodos vacacionales ha desaparecido en estos casos.
Líria cree que las vacaciones son sólo la punta del iceberg de un problema mucho más profundo. "Vamos muy acelerados. Hemos aprendido que debemos hacer, hacer y hacer, nunca parar porque vivimos en una sociedad hiperproductiva", dice. En la misma línea Marcel Cano apunta que "nuestra forma de vida actual se basa en esto: en la aceleración continua. El trabajo y la vida están aceleradas".
Este experto explica que todo ello empezó en la revolución industrial "o incluso antes" cuando se implantó la idea de que "cuando se está sin hacer nada, se pierden el tiempo y el dinero". Hoy en día hemos llevado esto al extremo. "Cada vez queremos aprovechar más y más el tiempo y creemos que eso significa llenarlo de actividades. El tiempo libre debe estar llenísimo, las vacaciones tienen un ritmo frenético, llenas de viajes, visitas… Es un no parar", alerta.
Todo ello se ha convertido en un problema que ya afecta a la salud física y mental. "Se están disparando problemas de estrés, ansiedad y el famoso burnout, también conocido como síndrome de agotamiento profesional", dice Dolors Líria, que vincula estas enfermedades a "la productividad continua que nos crea un gran desgaste y un agotamiento vital". Paradójicamente, "hoy en día tenemos todos los medios para vivir muy bien, pero no los utilizamos, y por eso habría que repensar de forma racional como vivimos, como ocio, el tiempo para no hacer nada… Pero, en cambio, no lo hacemos, simplemente sacamos adelante como podemos hasta las vacaciones, cuando tampoco pararemos de verdad, y sigamos con el ritmo acelerado sin cesar nunca. Esto genera mucha angustia", alerta Cano.
Beneficios de parar
Dolors Líria tiene claro que bajar el ritmo conlleva beneficios para la salud física y mental y podemos encontrar que algunos problemas como el insomnio o el malestar gastrointestinal disminuyen cuando paramos el trasiego del día a día. "Además, también existe un beneficio extra, que podemos experimentar durante las vacaciones, y es el relacional, ya que conseguiremos disfrutar y conectar más con los amigos y la familia de una forma más relajada. Esto impactará positivamente en las relaciones sociales e incluso en el regreso a las rutinas ya las obligaciones laborales, quizás nos permita repensar el ritmo que llevamos durante todo el año". Según esta experta hay algo muy importante que no debemos olvidar: "No puedes ser un buen profesional si no descansas, las vacaciones están pagadas precisamente porque son trabajo".
Cómo bajar el ritmo durante las vacaciones
Parar de forma progresiva: Hay que bajar el ritmo de forma gradual. Cuando vayamos acelerados no podemos parar de golpe, sino que debemos hacer una desescalada de las actividades.
Planificar: Los días de fiesta está bien que intentemos combinar la actividad con no hacer nada, es decir, con tiempo libre y no planificado en el que podamos improvisar o simplemente disfrutar del placer de no tener nada que hacer.
Relativizar: Los expertos alertan de que hoy en día parece que si no has hecho submarinismo en Bahamas o te has lanzado en paracaídas durante las vacaciones, no has hecho nada.
Desconectar: Vivimos rodeados de distracciones que nos hacen casi imposible estar sin hacer nada. Alejar estas distracciones nos permitirá abrir la puerta a la reflexión, a nuevos pensamientos, a nuevos análisis que pueden ser muy interesantes, positivos y enriquecedores.
Superar el miedo: Cuando tenemos espacio para divagar y soltar los pensamientos podemos descubrir que hay cosas que no nos gustan de nuestra vida, pero como nunca tenemos tiempo para pensar no nos habíamos dado cuenta.